La ultraderecha argentina no pudo con el peronismo


El movimiento peronista detuvo la oleada de extrema derecha que irrumpió en Argentina, y su candidato y ministro de Economía, Sergio Massa, aventajó ampliamente al fenómeno ultraliberal Javier Milei en la primera vuelta de la elección presidencial del domingo 22 de octubre, informa la IPS desde Buenos Aires.

Massa reunió casi 9,7 millones de votos (36,7 por ciento) y Milei 7,9 millones (30 por ciento), seguidos de Patricia Bullrich (derecha tradicional) con 6,2 millones (23,8 por ciento), Juan Schiaretti (peronista disidente) con 1,8 millones (6,7 por ciento), y Miriam Bregman (izquierda) con 710.000 sufragios (2,7 por ciento).

Como ninguno de los aspirantes obtuvo más de 45 por ciento de los votos –o al menos 40 por ciento y diez puntos sobre su más cercano rival-, según las previsiones de ley habrá una segunda vuelta electoral el 19 de noviembre, a dirimir entre Massa y Milei.

El resultado dio un vuelco a las cifras de las primarias obligatorias efectuadas el 13 de agosto, cuando Milei sorprendió al quedar de primero con 30,3 por ciento de votos, Bullrich segunda con 28,2 por ciento, y Massa tercero con 27 por ciento.

El nuevo giro sorprende aún más por cuanto Massa es ministro de Economía en el gabinete del presidente peronista Alberto Fernández, bajo cuyo gobierno desde 2019 la inflación trepó a 140 por ciento anual, el valor de la moneda pasó de menos de 60 a casi 1000 por dólar, y están en la pobreza 40 por ciento de los 46 millones de argentinos.

Milei creó la agrupación La Libertad Avanza y ascendió de modo fulgurante al capitalizar la rabia de gran parte de la población con la crisis, que creció sin cesar y sin solución a la vista en manos de la política e instituciones tradicionales.

Economista de 53 años, melena desordenada y verbo hiriente, exitoso en radio y televisión, Milei ofreció desmantelar la burocracia eliminando ministerios y programas asistenciales, cerrar el Banco Central, permitir el porte de armas, la venta de órganos y alinear al país con la política exterior de Estados Unidos e Israel.

Ese radicalismo ganó adeptos a expensas de la derecha convencional, que gobernó antes de Fernández con Mauricio Macri (2015-2019), se reunió en la coalición Juntos por el Cambio y hace meses parecía destinada a regresar al poder debido a la errática gestión del gobierno, pero ahora puede desmoronarse con la derrota.

El peronismo, que durante casi ochenta años ha sido el movimiento político mayoritario, dio una nueva demostración de su capacidad para superar el disenso entre tendencias –un abanico de corrientes de izquierda, derecha y de intereses regionales y sectoriales- y de conectar con los sectores más desfavorecidos de la población.

Su coalición Unión por la Patria se movilizó alarmada y a la vez favorecida por las amenazas de Milei, en el sentido de que desmontaría beneficios sociales y logros laborales cosechados durante décadas –como la gratuidad de muchos servicios de educación y salud- y que afectarían sobre todo a los sectores más pobres.

La experimentada maquinaria peronista se activó con énfasis donde nació, el conurbano bonaerense de barrios populares que rodean la capital y contienen 24 por ciento de la población del país, y el resultado fue exitoso, pues aumentó en 2,5 millones la votación recibida en las primarias de agosto.

Las noche misma del domingo 22 comenzó la nueva batalla entre Massa y Milei por los votos que fueron a los candidatos perdedores y ahora estarán a cargo de ungir como presidente a uno de ellos.

Massa, abogado de 51 años que ha transitado por varias agrupaciones del espectro político argentino y ocupado cargos en distintas administraciones, tendió la mano a Juntos por el Cambio y demás agrupaciones ofreciendo «un gobierno de unidad nacional, para gobernar con los mejores sin importar su fuerza política».

Posiblemente drene los votos de Schiaretti –fuerte gobernador de Córdoba, la segunda provincia más poblada- y de Bregman, pero sobre todo debe trabajar los de las fuerzas tradicionales de centroderecha que siempre se han opuesto al peronismo.

Bullrich, de 67 años, peronista ella misma en su juventud, ya planteó que «nunca vamos a ser cómplices del populismo ni de las mafias que destruyeron este país».

Milei, de su lado, comenzó a ensayar una moderación en sus críticas a «la casta» política -hizo campaña con una motosierra, para mostrar que arrasaría con todos- y remarcó que «dos tercios de los argentinos votaron por un cambio, una alternativa a este Gobierno de delincuentes que quieren hipotecar nuestro futuro».

Los analistas ya descomponen los datos de la votación recibida por todos y una esquemática suma de cifras daría como resultado la ventaja y aún la victoria de Massa, pero es temprano para vaticinar lo que puede ocurrir en las cuatro semanas que restan para la elección definitiva.

Las elecciones del 22 de octubre también renovaron el parlamento bicameral y algunas gobernaciones. El peronismo retuvo la provincia más poblada, Buenos Aires.

De acuerdo con los resultados provisionales, en el Senado de 72 bancas y donde el quórum es de 37, el peronismo ocupará 34 asientos, la derecha tradicional 24, ocho la extrema derecha y seis los grupos minoritarios,

En la Cámara de Diputados, que cuenta 257 curules, el peronismo ocupará 107, la derecha tradicional 94, el extrema derecha 39, y los restantes grupos 17.

En cualquier caso, ya se ha corroborado que el peronismo mantiene su implantación social y su fuerza electoral, y que la derecha radical o ultraderecha ocupa un espacio importante al cabo de cuarenta años de regreso de la democracia en Argentina, después de la dictadura militar que se implantó en el país entre 1976 y 1983.

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