Las cenizas de Gelman en el río de Sor Juana Inés de la Cruz

Félix Población

Juan-Gelman-2007 Las cenizas de Gelman en el río de Sor Juana Inés de la Cruz
Juan Gelman en 2007

Gracias a la crónica de Ana Mónica Rodríguez, del periódico La Jornada, de México, sabemos hoy que las cenizas del poeta argentino Juan Gelman han volado sobre el riachuelo que colinda con los jardines del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en la localidad de San Miguel Naplanta.

Se trataba de la última voluntad de Gelman: que se esparcieran sus cenizas desde el puente, sobre el mismo río que vio crecer a su admirada Sor Juana, en aquella tierra al pie de los volcanes.

El ritual, al que asistieron su familia y amigos, no fue triste, sino una fiesta por la vida de Juan, tal como él hubiera deseado, detalló Eduardo Vázquez, titular de la secretaría de Cultura del distrito federal. Ese mismo sábado de la ceremonia, recordó el escritor José Angel Leyva, Juan Gelman les había invitado para a celebrar sus 25 años de vida con Mara (su mujer) y sus 25 de residencia en México, el país que le abrió las puertas durante su exilio, marcado por el secuestro y la desparición de sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, de 19 y 20 años respectivamente, junto a su nuera embarazada, María Claudia Irureta, víctimas todas de la dictadura.

A su nieta la recuperaría el poeta muchos años después. En 1990 fueron identificados los restos de Marcelo, hallado en el río San Fernando (Gran Buenos Aires), enterrado en un tambor de grasa lleno de cemento y con un disparo en la nuca.

Vayan para las cenizas de Gelman los magníficos versos de Quevedo, a quien también admiraba Juan: serán cenizas, pero tendrán sentido,/ polvo serán, mas polvo enamorado. Y para los verdugos, los que escribiera Sor Juana en su soneto La sentencia del Justo:

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena? 

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena. 

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano; 

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.

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