Leonard Cohen, poeta del spleen y la soledad

El compositor Leonard Cohen murió el 7 de noviembre de 2016 a los 82 años, los mismos con los que el día de su cumpleaños, 21 de septiembre, declaró “estar preparado para morir” mientras asistía a la publicación del álbum You Want it Darker, postrera obra maestra del cantante de voz ronca e íntima, del compositor de poemas melancólicos, del siempre elegante gentleman de negro debajo de un borsalino.

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Leonard Cohen

El último trabajo de Cohen era un auténtico regreso a las fuentes, a los orígenes, cuajado de las preocupaciones existenciales de siempre y de referencias a la muerte. Cohen sabía que estaba viviendo el final de una carrera a merced del tiempo y las contingencias: “Hay mucha angustia pero también mucha aceptación”, en palabras de una amiga.

«Con su muerte hemos perdido a uno de los visionarios más prolíficos y respetados del mundo de la música”, se puede leer en la página de Facebook del músico, escrito por la mano emocionada de su agente; uno relativamente reciente, nada que ver con la mujer que, con la excusa de administrar su patrimonio, se aprovechó de las debilidades del artista y le estafó millones de dólares procedentes de actuaciones y derechos de autor. Una jugada de la que Cohen no consiguió recuperarse ni siquiera durante los meses que estuvo internado en un templo budista. Judío practicante y monje budista a la vez, no veía ninguna contradicción: “En la tradición zen que practico, no hay ningún culto o afirmación de divinidad. Por tanto, teológicamente no desafía ninguna creencia judía».

https://youtu.be/oTenx7RBQZs

“Poeta de boudoir” para Joni Mitchell, “voz de Dios” para Bono, Leonardo Cohen fue durante toda su carrera, y su vida también, la encarnación del spleen, el recuerdo melancólico de un amor lejano (Marianne, So long Marianne), el barítono que dominaba el arte de emocionar cantando una tristeza infinita: “El corazón es más o menos serio. Cuando se cierra la puerta y uno se encuentra solo en la habitación, todo es muy serio; y mis canciones vienen de ese espacio”.

El amor-pasión, el amor-destructor, la religión, la soledad, la sexualidad y la complejidad de las relaciones interpersonales son los temas que se repiten en toda su obra de poeta y compositor. Leonerad Cohen asume su depresión crónica, plasmada en el álbum Old Ideas y reconoce haber influido en numerosos autores-compositores-intérpretes. A los muchos honores y condecoraciones que le conceden en Canadá, y a su entrada en el Rock and Roll Hall of Fame en 2008, Cohen sumó en 2011 los premios  Glenn-Gould, y  Príncesa de Asturias de las Letras.

Nacido en 1934 en una familia judía de Westmount, descubre el valor de la poesía muy pronto, a la muerte de su padre. El poeta tiene cualidades de orador y consigue un primer premio en 1954; dos años más tarde publica un primer libro de poemas, Let Us Compare Mythologies. A lo largo de su vida publicará una decena más, entre ellos dos novelas.

En 1960 se traslada a la isla griega de Hydra “para escribir mejor”, y allí conoce a una joven nórdica, Marianne Ilhen, quien se convertirá en su musa y a la que rendirá homenaje emocionado en una carta, casi medio siglo después, en el verano de 2016, cuando fallece: “Sabes que estoy dispuesto a ir detrás de ti, si me tiendes la mano pienso que podrás alcanzar la mía” (enviada al conocer el irreversible estado de salud de la mujer cuyo recuerdo le ha acompañado toda la vida).

Finalizado el romance inicial, a su regreso Cohen se instala en Nueva York, en el mítico Hotel Chelsea, donde coincide con Bob Dylan, Jimmi Hendrix y Janis Joplin, quien aparecerá más tarde como “la mujer” en la canción Chelsea Hotel 2. El primer gran éxito lo consigue en 1967 con Suzanne, un himno a la belleza de la mujer de un amigo escultor. En agosto de 1970 Leonard Cohen conquista Europa con su aparición en el último de los festivales de la Isla de Wigth.

A lo largo de sus casi sesenta años de carrera, Leonard Cohen es siempre un artista “diferente” en una industria que prima las apariencias sobre los contenidos. Al filo del tiempo se convierte en una figura mítica: de Hallelujah existen decenas de versiones que son un homenaje al maestro. “Mi sentido de la propiedad de las cosas es muy endeble –dijo al New York Times en 2009- No es el resultado de una disciplina espiritual, siempre ha sido así. Tan endeble que he perdido la propiedad de varias canciones”.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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