Los años rápidos es una pieza dramática que -me atrevería a asegurar- tiene una carpintería perfecta, pues se inicia con una comicidad de alto calado (aquí la gente ríe identificada con el padre, que tiene una cultura muy compartida por la intelectualidad de los 60 y que es un perfecto inútil y, para colmo, bebe) y se estremece con el papel guardián de la madre, una madre durísima, casi de Bertold Brecht, una madre que la mayoría también reconoce como suya.
Luego viene una parte central terrible, es la que corresponde a la generación de los hijos, ya adultos, que se despedazan como fieras porque de pequeños se amaron. Justamente por eso. Y como colofón, llega un prodigio de superposición de planos en que las dos generaciones -la una muerta, la otra no- tratan de encontrar una grieta por donde recobrar algunas migajas de lo perdido para reconciliarse. No hay enemigos externos, ni siquiera un régimen al que echar la culpa, son ellos mismos los opresores y los oprimidos, aunque los prejuicios no se cultivan solos…
Ahora bien, y siguiendo con el tema carpintería fina, lo que se te echa a la yugular como espectador son las canciones: románticas unas, decadentes otras, memas las más… que ya no te dejan escapatoria porque aparecen en el momento oportuno y no queda otra que rendirse.
La obra habla de seres humanos y los cuatro actores están soberbios, los amas. ¿Cómo puede ser que uno se identifique con los cuatro, tan distintos y distantes?
Y el tema, que va desgranándose en pinceladas, no lleva ni mucho menos a donde esperabas: que si el choque generacional, que si la postguerra, que si las ideologías… Nada de eso, el tema-tema te deja ya sin respiración. Para ser primerizo, Secun de la Rosa ha dirigido muy bien su propia obra. Sorpresa total.
Ficha técnica:
- Texto y dirección: Secun de la Rosa
Reparto: Cecilia Solaguren, Sandra Collantes, Pepa Pedroche, José Luis Martínez
Docto Mequetrefe y Chariny producciones
Teatro del Barrio (Calle Zurita, Lavapiés)
Fecha de la función comentada: 20 de octubre de 2018