El castillo de Visegrado no figura en la lista de los esplendidos monumentos históricos que dominan los bordes del Danubio; moradas de reyes, príncipes, duques, caballeros teutones, nobles magiares o señores valaquios. Los turistas, en su gran mayoría, ibéricos, suelen aludir a las ruinas de la solariega fortaleza de Visegrado, abandonada por los monarcas húngaros tras la edificación, al pie de la colina, del suntuoso palacio real, testigo de un sinfín de intrigas, amoríos y acontecimientos históricos.
En efecto, el actual Grupo de Visegrado (V 4), integrado por Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia, pretende ser la reedición moderna del pacto rubricado en 1335 por los reyes de Hungría, Polonia y Bohemia, unidos para hacer frente a la influyente monarquía de los Habsburgo. Los tres monarcas reunidos en el palacio de Visegrado firmaron un tratado de no agresión, cooperación política y económica, que trataron de emular, en febrero de 1991, los representantes de los Gobiernos de Praga, Budapest y Varsovia. Su objetivo: tratar de acelerar el proceso de su ansiada integración en las instituciones europeas. La primera etapa de su peregrinación hacia el selecto club de Bruselas finalizó en 2004, coincidiendo con la primera gran ampliación de la UE. Sin embargo, para los países de Europa oriental no se trataba de un camino de rosas…
Si bien desde el punto de vista demográfico los países del Grupo de Visegrado son equiparables a la población del Reino Unido, el peso político de los cuatro es infinitamente inferior al de Estados como Austria o los Países Bajos, más integrados en el mecanismo de toma de decisiones de la Unión.
Si se contara como una sola entidad, el Grupo sería la duodécima potencia económica mundial, casi equivalente a la Rusia.
El V 4 es una potencia en ascenso, que ofrece a los inversores extranjeros una ubicación geográfica ideal para el desarrollo de proyectos tecnológicos, ofreciendo, además, recursos humanos extremadamente competitivos a costos que desafían los de Europa occidental.
Los miembros del V 4 no comparten los prejuicios de algunos Estados de la UE contra la energía nuclear: buscan expandir el uso de las energías atómica, solar y eólica, además de diversificar sus fuentes de suministro de gas natural.
Hungría, la República Checa, Polonia y Eslovaquia bloquearán los impuestos del Acuerdo Verde de la UE sobre viviendas y automóviles, estimando que resultan a la vez costosos y prematuros. También han rechazado vehementemente las cuotas de inmigrantes impuesta por Bruselas, sumándose a las autoridades de Estonia, Letonia y Eslovenia, cuyas decisiones no han sido cuestionadas por la UE.
Por otra parte, conviene señalar que el apoyo a la democracia es particularmente bajo en Polonia, con solo el 19 por ciento de la ciudadanía apoyando de manera constante el sistema democrático. El porcentaje es aún inferior en Hungría, donde se limita al 16 por ciento.
De hecho, algunas políticas populistas llevadas a cabo por los gobernantes de Budapest y Varsovia recuerdan, extrañamente, el lema del Estado Francés instaurado durante la Segunda Guerra Mundial por el mariscal Pétain: Travail, Famille, Patrie (Trabajo, Familia, Patria). ¿Mera casualidad? No, en absoluto. Tanto los polacos como los húngaros son partidarios de una Europa fuerte de naciones independientes. Una Europa donde las fronteras desaparecen, pero donde priman la soberanía nacional y el respeto por las tradiciones.
Pero no se trata de voces solitarias; otros países del Este europeo, como por ejemplo Eslovenia y Croacia, simpatizan con el ideario del Grupo.
¿Y nosotros? preguntan los rumanos al descubrir los frecuentes mensajes del V 4 en las redes sociales. ¿Y nosotros? La Corte Constitucional de Rumanía ha dictaminado que una decisión del Tribunal Supremo de Justicia de la UE no puede aplicarse sin antes enmendar la constitución del país. Esto significa que los magistrados rumanos, al igual que sus colegas polacos, cuestionan la primacía de la jurisprudencia europea sobre la legislación nacional.
Ante la creciente rivalidad de Occidente con Rusia, los miembros del V 4 y sus simpatizantes de Europa oriental reclaman a sus socios más apoyo militar. Adoptan, eso sí, un enfoque poco bruselense, abrazando una ideología muy parecida a la América resurrecta de Donald Trump. Por algo optaron, hace ya décadas, por el lema: Primero la OTAN.