The Singing Clarinet es el título del disco del clarinetista Luis Fernández-Castelló (Valencia 1985) quien, en compañía del pianista Carlos Apellániz, interpreta un repertorio tan versátil como romántico que llevo escuchando horas, desde que llegara a mis manos de manera bastante azarosa y por correo.
Con este disco, Luis Fernández-Castelló «ha querido mostrar las características quasivocales de las que es capaz este instrumento, así como la huella que dejó en compositores, intérpretes y público a principios del siglo XIX su versátil y aterciopelada voz».
Para demostrar esta afirmación, copiada casi literalmente del libreto bilingüe que acompaña al disco, Luis Fernández-Castelló ha contado con el acompañamiento de Carlos Apellániz para sorprendernos con momentos en los que, por ejemplo, deja respirar la música, algo que habla del gusto del intérprete por la música moderna más experimental.
O bien, como ocurre otras veces, se recrea en pasajes escogidos por muy conocidos para hacer cantar al clarinete con una riqueza tal que enriquece el sonido. Además, y para decirlo con las inspiradoras palabras de Manuel López-Benito, “su amplio abanico dinámico es muy destacable, lo que nos indica que estamos ante un músico de gran trayectoria que, a pesar de su juventud, cuenta ya con una técnica depurada y un amplio conocimiento de su instrumento.”
De manera magistral, Luis Fernández-Castelló nos lleva de la mano desde pianísimos “susurrados” hasta fortes estremecedores, por lo que en conjunto estamos ante un disco novedoso por la técnica y muy agradable de oír en cualquier formato
El repertorio, ya lo he dicho, profundamente romántico (Weber, Mendelssohn, Bellini, Shumann, Donizetti y Rossini), es el resultado del empeño de Luis Fernández-Castelló empeño por resaltar las cualidades canoras del clarinete, con el que nos invita a realizar un viaje musical divertido y relajante, con paradas en el romanticismo alemán, lied incluido, y el bel canto italiano.
Tal como se cuenta también en el estudio preliminar que aconmpaña al cd, «las cualidades vocales del clarinete fueron ya empleadas genialmente por Mozart años antes en su Concierto K 622 y su Quinteto K 581, si bien fue el siglo XIX cuando los compositores encontraron en su timbre (registro medio y exquisita dulzura), el recurso ideal para la creación de obras del más sutil carácter vocal.»
Claro, que para ello, hicieron falta muchos pasos y fases de perfeccionamiento de tan delicado instrumento.