Maldita sea la guerra y malditos sean quienes la fomentan

Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]

He pasado buena parte de la tarde del viernes (20 de octubre 2023) cómodamente sentado en el sofá de mi casa contemplando por televisión la ceremonia de la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Me lo he pasado bien. Confieso que estas ceremonias me gustan y admiro la destreza de los realizadores de la TV que son capaces de poner ante nuestra mirada imágenes y expresiones que no hubiésemos sido capaces de captar, aunque estuviésemos sentados en la primera fila de butacas del Teatro Campoamor de Oviedo.

No ocuparé más espacio del que dispongo para comentar el acierto del jurado que ha propuesto los nombres de los ganadores, aunque ello suponga frustrar mis ganas de aplaudir a aquellos que dan de comer diariamente a más de dos millones de niños marginados, a quienes han descubierto medicamentos para curar enfermedades destendidas o a la mismísima Meryl Streep de la que me confieso rendido admirador.

Confieso que mi interés principal estaba fijado en oir la intervención de la princesa Leonor y sobre todo la de su majestad el rey Felipe VI. Del discurso de la princesa me quedo con su testimonio, para mí el más valioso, cuando dijo: «El día treinta y uno cumplo dieciocho años y tendré el honor de jurar la Constitución, con lo que eso significa para mí personal e institucionalmente». Esta referencia a la Carta Magna, a cuya creación en los años 1977 y 1978 algunos contribuimos, me llenó, ¡como no! de legítimo orgullo.

El discurso del Rey

El discurso del Rey no defraudó. Dijo lo que tenía que decir, aunque a algunos nos hubiera gustado que tanto en su tono como en su contenido se apreciara mayor contundencia cuando, evocando a la premiada Hélène Carrère, dijo que dedicó con profundidad su especialidad a estudiar la historia de Rusia y de la Unión Soviética. Lo que no le impidió trabajar toda su vida, para que triunfaran el esfuerzo y la constancia, y que prevaleciera el amor por el conocimiento: «Cuanta falta nos hace ahora—dijo el Rey— su conocimiento para analizar la terrible y oscura actualidad que define la agresión rusa contra Ucrania». 

Maldita sea la guerra y malditos sean quienes la fomentan

Ya lo sé. Sé que más de uno de mis asiduos lectores dirá que soy un utópico porque las guerras siempre han existido y algunas de ellas han servido para eliminar a los malos. Permítanme manifestar que no hay guerras buenas, ni justas ni santas cuando sus principales víctimas son seres inocentes, débiles o indefensos.. Aunque una afirmación tan contundente precise, por mi parte, alguna precisión.

Pero antes déjenme citar a mi viejo amigo, el catedrático de la Universidad Complutense Tomás Calvo Buezas, quien acaba de decir que «La matanza de civiles inocentes, mujeres y niños, siempre es criminal y condenable, sean estos palestinos o israelíes, cristianos, musulmanes o ateos, europeos, norteamericanos o latinoamericanos o asiáticos. Y tan criminales son los autores de estas salvajadas, si son de derechas o izquierdas, comunistas o conservadores, de cualquier religión, raza, nacionalidad o ideología». Sí, profesor, lo suscribo tal como también se desprende de la intervención del Rey en su discurso de ayer.

«Este Siglo veintiuno nos ha traído —dijo el Monarca— el regreso terrible de la guerra, de los conflictos bélicos en su versión más descarnada y brutal; así como del vértigo ante el riesgo de su extensión. Como si las lecciones severas de un pasado no tan lejano hubieran caído en el olvido, proliferan de nuevo los enfrentamientos causando auténticas tragedias de gran magnitud y alcance global, llenas de horror y devastación que ignoran y desprecian la vida, la dignidad y los derechos humanos de millones de personas».

Hizo bien el Rey en recordar que la Fundación Princesa de Asturias concedió en 1994 este premio, de forma conjunta al primer ministro de Israel, Isaac Rabin, y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat, para animarles a seguir con el esfuerzo para crear las condiciones de paz en la región, siguiendo el proceso iniciado en la Conferencia de Madrid de octubre de 1991 que debía conducir a la pacificación definitiva del Próximo Oriente.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oir

Lo que está pasando en Oriente Medio no es producto de la improvisación ni de un recalentamiento bélico, venga de donde venga. Aquí se ha llegado a una conclusión que es más el producto de las vísceras que del raciocinio. A más de una persona le he oído decir: ¿Se han vuelto locos los de Hamás creyendo que Israel se iba a cruzar de brazos y no iba a responder con la brutalidad con que lo están haciendo?

¿Por qué añadir más sufrimiento a los propios sabiendo que, al final, los gazatíes se llevarían la peor parte? Desde 1988 y hasta el reciente conflicto el número de víctimas palestinas alcanzó la cifra de 11.652 muertos, mientras que los muertos israelíes fueron 1766, comparación que muestra la profunda desigualdad del conflicto. En estos momentos el conflicto Palestino-Israelí, ha dejado 1400 muertos del lado israelí y 4469 en el lado palestino, solo desde el 7 de octubre.

El que fue fiscal jefe de la Corte Penal Internacional ha dicho que «Hamás cometió crímenes de guerra y contra la humanidad, no hay duda. Pero Israel no puede matar a miles de personas para acabar con el liderazgo de Hamás. Matar, desplazar y hacer pasar hambre a civiles en Gaza es una respuesta criminal».

Tengo el corazón «partio»

No lo negaré. Varios años he comparecido en el Pleno del Senado de España para conmemorar en nombre de los gitanos españoles el aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi alemán de Auschwitz-Birkenau por las tropas soviéticas en 1945. En 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó oficialmente el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto. Cinco millones de judíos y medio millón de gitanos fuimos víctimas de la ceguera racista de quienes se creían dioses del universo.

Y con la fuerza y la convicción de sentir junto a mi el dolor en el recuerdo de nuestros antepasados víctimas del odio racista, hoy tengo que manifestar mi desacuerdo con la represión criminal y asesina con que el sionismo genocida martiriza hasta la muerte a los igualmente inocentes niños, mujeres y ancianos de la Franja de Gaza.

  1. Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya es abogado y periodista, presidente de Unión Romani
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