Más de mil personas han firmado ya el “Manifiesto por la recuperación de la soberanía económica, monetaria y ciudadana” -elaborado por unos cuantos economistas en completo desacuerdo con las políticas de austeridad que por imperativo alemán se están aplicando en algunos países de la Unión Europea, y críticos desde el primer momento con la implantación de la moneda única- en el que se plantea que “hoy la sociedad española, que ya ha entrado en una agonía prolongada y sin esperanza, no dispone de otra elección que salir del euro para impedir el hundimiento definitivo del país”. Y lo hace según un razonado análisis y una pormenorizada serie de consideraciones de gran calado, entre ellas que “el Estado del Bienestar no es compatible con el Tratado de Maastricht”.
Entre los primeros firmantes del Manifiesto se encuentran los dirigentes políticos del Frente Cívico Somos Mayoría Julio Anguita, Manuel Monereo, Ramón Franquesa, Víctor Ríos y María Dolores Nieto; los economistas Pedro Montes, Juan Francisco Martin Seco, Alberto Montaner, Manuel Muela, Rosario Segura y Antonio Gallifa; el inspector de Trabajo Héctor Illueca, el médico y exalcalde de Carmona Sebastián Martín Recio, el expresidente de ATTAC e impulsor de Construyendo la Izquierda/La Alternativa Socialista Carlos Martínez, los profesores de Universidad Salvador López Arnal y Miguel Candel, el diputado en la Asamblea de Extremadura por IU Víctor Casco, el presidente del colectivo Prometeo, de Córdoba, Juan García Ballesteros, los activistas sociales Diosdado Toledano y Manuel Cañada, el sindicalista y profesor Agustín Moreno y los periodistas Ginés Fernández, Miguel Riera, Rodrigo Vázquez de Prada y la mía, Mercedes Arancibia, directores los dos primeros de “Mundo Obrero” y “El Viejo Topo”, respectivamente, y codirectores los dos últimos de “Crónica Popular”.
El Manifiesto parte de que “la dramática situación social y económica en la que está hundida nuestra sociedad exige una política capaz de crear las condiciones para salir de la crisis”, lo que considera “una necesidad urgente”, porque “el tiempo se ha convertido en un dato primordial por los riesgos de agravamiento y degradación que existen, por el enorme sufrimiento social que provoca la persistencia de las políticas de ajuste, austeridad y privatización de lo público”, y afirma tajante que “hay que atribuir a la incorporación de nuestro país a la moneda única la principal razón de esta desoladora situación”.
En esta línea, recuerda críticamente que “como ahora se reconoce, no había condiciones para implantar una moneda única entre países tan desiguales económicamente sin ir acompañada de una fiscalidad común” y subraya que “como se calibró en su momento, el Estado del bienestar no es compatible con la Europa de Maastricht”.
Más adelante, señala que “con la incorporación al euro, nuestro país perdió un instrumento esencial para competir y mantener un equilibrio razonable de los intercambios económicos con el exterior, como era el control y manejo del tipo de cambio con respecto al resto de las monedas” y que “hubo una cesión de la soberanía al BCE en cuanto a la creación de liquidez y aplicación de la política monetaria, una institución dominada desde los orígenes por los intereses del capitalismo alemán”.
El Manifiesto dirige una crítica dura y rotunda a las políticas aplicadas por el Gobierno del PP, poniendo de relieve que “la pérdida de competitividad de la economía española ha servido de excusa para aplicar a rajatabla las recetas neoliberales y se ha tratado de compensar con el llamado “ajuste interno”, un proceso dirigido a disminuir los salarios y facilitar los despidos para abaratar los precios de las mercancías y servicios españoles, desde el momento en que la vía natural e histórica de la devaluación de la moneda está cegada por el euro” y que “la mal denominada austeridad se ha impuesto brutalmente en la política fiscal, como exigencia de los poderes económicos, haciéndose de la lucha contra el déficit publico el talismán engañoso de la solución a la crisis”.
Pero, a la vez, no solo critica a “la Troika” y al PP. También al PSOE, como “copartícipe activo en el actual diseño económico y social”, que “finge ahora un desacuerdo con el PP y critica su política suicida, pero sigue amarrado al criterio de que el euro es irreversible”, y a las “direcciones de los sindicatos mayoritarios”, dado que “una vez contrastado el error de cálculo cometido con el sí crítico a Maastricht, denuncian ahora el actual estado de cosas, pero no están en condiciones de proponer medidas anticrisis realmente efectivas ya que no cuestionan con coherencia la Europa construida”.
Ante esta situación, los firmantes del Manifiesto afirman su convicción de que “la Europa de Maastricht no podrá sobrevivir con su actual configuración, tras los desastres y sufrimientos que ha causado, además de vaciar de contenido la democracia y sustraer la soberanía popular” y sentencian “que nuestro país no puede salir de la crisis en el marco del euro. Sin moneda propia y sin autonomía monetaria – afirma- es imposible hacer frente al drama social y económico, tanto más cuanto que la política fiscal también ha quedado anulada con el Pacto de Estabilidad, alevosamente constitucionalizado”.
El Manifiesto por la salida del euro enlaza con la posición mantenida en los últimos meses por destacadas personalidades de peso internacional. Entre otras, por el exministro de Finanzas de Alemania y dirigente de Die Linke, Oskar Lafontaine, quien propugna una “disolución ordenada del euro” como “única vía posible de solución para la afrontar la salida de la depresión”, o el economista francés Jacques Sapir, quien viene propugnando la salida de Francia de la zona euro desde hace ya varios años.
En el diario alemán Neues Deutschland, Oskar Lafontaine, uno de los fundadortes del partido de la izquierda alemana Die Linke, ha escrito recientemente: “La situación económica está empeorando de mes a mes, y el desempleo ha alcanzado un nivel que mete en crisis creciente las instituciones democráticas. Los alemanes aún no se han dado cuenta de que los europeos del sur, entre ellos Francia, tarde o temprano se verán obligados por el empobrecimiento económico a enfrentarse a la hegemonía alemana (el país ya ha rebasado la emblemática cifra de tres millones de parados, y algunos políticos de la izquierda, como Jean-Luc Melenchon, cabecera del Front de Gauche que quedó en segundo lugar en la última elección presidencial, predican abiertamente el abandono de la moneda única. Nota de la traducción).Estos países se encuentran particularmente bajo presión por el dumping salarial que practica Alemania en violación de los tratados europeos desde el comienzo de la unión monetaria. Merkel se despertara de su sueño de los justos cuando los países que sufren el dumping salarial alemán se pongan de acuerdo para imponer un cambio en la política de gestión de crisis a expensas de las exportaciones alemanas. ”
“Si los ajustes reales al alza o a la baja, no son posibles, se hace necesario abandonar la moneda única y volver a un sistema que haga posible las devaluaciones y revaluaciones, como fue el caso del predecesor de la moneda única, el Sistema Monetario Europeo (EMS). Básicamente se trata de hacer de nuevo posible devaluaciones y revaluaciones a través de un sistema de tipo de cambio controlado por la UE. A tal fin, un control estricto de capitales es el inevitable primer paso, para controlar el flujo de capital. Después de todo, Europa ya ha aplicado esta medida en Chipre “.
En palabras del prestigioso economista francés Jacques Sapir, “las declaraciones de Oskar Lafontaine, el 30 de abril pasado, son un hecho histórico. Es la primera vez que un exactor de primer nivel de la creación del euro admite que ha sido un error. Estas declaraciones marcan un cambio en la posición de la elite europea de la que Oskar Lafontaine forma parte. Preanuncia que, a partir de ahora, otras declaraciones del mismo tipo se multiplicarán en los próximos meses. La proliferación de partidos y políticos en Europa con posiciones de “fin del euro”, ahora es un hecho importante. Es claro, desde este punto de vista, que como el movimiento se intensificará en los próximos meses, los primeros en dar el gran paso ganaran algo de credibilidad ante la opinión pública y sus electores”.
En toda Europa se alza ya un clamor contra una “élite europea, (que) en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal”. (Paul Krugman)
En este marco, los firmantes del Manifiesto español sitúan como prioritario generar en nuestro país un debate basado en información económica rigurosa que desmonte las falacias y el terrorismo que se está haciendo con este tema. En muchos países de la eurozona (que, además, ya han preparado planes B para la salida del euro) se está haciendo desde hace tiempo: el citado Sapir en Francia, Alberto Bagnai en Italia, Hans Werner Sinn en Alemania y otros muchos exponentes de posiciones académicas como Paolo Savona, Claudio Borghi, Gilles Ardinat, Krugman y Feldstein, que ya en 1997 avisaba del desastre).
Manifiesto
Por la recuperación de la soberanía económica, monetaria y ciudadana.
La dramática situación social y económica en la que está hundida nuestra sociedad exige una política capaz de crear las condiciones para salir de la crisis. Es una necesidad urgente. El tiempo se ha convertido en un dato primordial por los riesgos de agravamiento y degradación que existen, por el enorme sufrimiento social que provoca la persistencia de las políticas de ajuste, austeridad y privatización de lo público.
La red en la que estamos atrapados está conformada por un nivel de paro catastrófico, por un endeudamiento del país frente al exterior imposible de afrontar y por una evolución de las cuentas públicas que conducen a la quiebra económica del Estado. Más de 6 millones de parados, más de 2,3 billones de euros de pasivos brutos frente al exterior, y una deuda pública de casi un billón de euros, creciente y próxima al 100% del PIB, son datos que definen un desastre inmanejable, ponen en peligro la convivencia y derruyen derechos sociales fundamentales.
Una crisis de esta envergadura tiene causas complejas y múltiples, desde la crisis general del capitalismo financiero hasta el despilfarro y la corrupción propios, pasando por un sistema fiscal tan regresivo como injustamente aplicado, pero aun a riesgo de simplificar el análisis para desentrañar las soluciones, hay que atribuir a la incorporación de nuestro país a la moneda única la principal razón de esta desoladora situación.
Como ahora se reconoce, no había condiciones para implantar una moneda única entre países tan desiguales económicamente sin ir acompañada de una fiscalidad común. Su creación implicaba, por otra parte, un marco propicio para implantar políticas regresivas y antisociales de todo tipo según la doctrina neoliberal, que ha tenido en la construcción de la Europa de Maastricht su máxima expresión. Como se calibró en su momento, el Estado del bienestar no es compatible con la Europa de Maastricht.
Con la incorporación al euro, nuestro país perdió un instrumento esencial para competir y mantener un equilibrio razonable de los intercambios económicos con el exterior, como era el control y manejo del tipo de cambio con respecto al resto de las monedas. Por otra parte, hubo una cesión de la soberanía al BCE en cuanto a la creación de liquidez y aplicación de la política monetaria, una institución dominada desde los orígenes por los intereses del capitalismo alemán.
Como no podía ser de otro modo, el retraso y la debilidad de la economía española frente a otros países y la rigidez absoluta impuesta por el euro llevaron a lo largo de la década del 2000 a un déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente abrumador. Se registraron unos desequilibrios insostenibles, como también les ocurrió a otros países como Grecia y Portugal, apresados en la misma trampa. En los 14 años transcurridos desde la creación del euro en 1999 hasta el final del 2012, el déficit exterior acumulado fue de casi 700 mil millones de euros, que hubo de financiarse endeudándose con el exterior. Las entidades crediticias y las empresas españolas demandaron más de otro billón de euros de recursos para sus planes de inversiones en el exterior, principalmente en América Latina.
Hasta el año 2008, en que se desató la crisis financiera internacional, por las facilidades extraordinarias de financiación, el país vivió un sueño, como drogado, alimentando la burbuja inmobiliaria y ajeno a los problemas que se habían gestado. En ese año, todo cambió radicalmente, los mercados financieros se cerraron, por los canales no fluía la liquidez y la situación de cada deudor pasó a examinarse con rigor. Con el cambio abrupto en la posición deudora de nuestra economía frente al exterior, los pasivos brutos pasaron de 540 mil millones al final de 1998 a 2,2 billones en 2008, el país entró en quiebra y sobrevino una profunda recesión que a todos los efectos sigue vigente.
El sector público se resintió profundamente desde entonces, incurriendo en un déficit desorbitado por la caída drástica de los ingresos, reforzada por el estallido de la burbuja inmobiliaria. El Estado, sobre el que acaban descargando todas las tensiones de las administraciones públicas, ha necesitado de centenares de millones de euros, obtenidos con la emisión de deuda pública en los mercados interior y exterior, ante la imposibilidad de la financiación directa por la autoridad monetaria. Al final de 2007, la deuda en circulación del Estado era de 307.000 millones de euros, el 37% del PIB. Al final de 2012 había subido a 688,000 millones, el 65% del PIB, y sigue aumentando como corresponde a la evolución deficitaria de las cuentas públicas.
Desde que se admitió la crisis, la política económica ha tenido unos rasgos básicos inamovibles. La pérdida de competitividad de la economía española ha servido de excusa para aplicar a rajatabla las recetas neoliberales y se ha tratado de compensar con el llamado “ajuste interno”, un proceso dirigido a disminuir los salarios y facilitar los despidos para abaratar los precios de las mercancías y servicios españoles, desde el momento en que la vía natural e histórica de la devaluación de la moneda está cegada por el euro. Ajustes, contrarreformas laborales y recortes continuos jalonan la política de los últimos años. Por otra parte, la mal denominada austeridad se ha impuesto brutalmente en la política fiscal, como exigencia de los poderes económicos, haciéndose de la lucha contra el déficit publico el talismán engañoso de la solución a la crisis.
Esta política ha producido un retroceso social muy doloroso, ha impulsado inconteniblemente el crecimiento del paro y, lo que es fundamental, es inútil. El país se desliza sin freno y se despeña hacia una fosa profunda. Los determinantes de la crisis siguen intactos cuando no degradados. Los pasivos exteriores no pueden disminuir sin que se registre un excedente de la balanza de pagos, cosa prácticamente inalcanzable para una economía bastante derruida y de escasa competitividad, y la pesada carga de deuda pública no dejará de crecer hasta que se diluya el déficit público, algo que el propio gobierno no alcanza a vislumbrar. La desconfianza es general.
La sociedad en una encrucijada.
¿Cómo superar el desastre? La alternativa a la crisis que defiende la Troika y abiertamente el PP pasa por profundizar en los ajustes, en la austeridad y en la destrucción de lo público. La economía española, como ya le ha ocurrido a Grecia o Portugal, cae por el precipicio y se desfondará en el abismo, con unas consecuencias sociales dramáticas y riesgos políticos de todo signo.
El PSOE, copartícipe activo en el actual diseño económico y social, finge ahora un desacuerdo con el PP y critica su política suicida, pero sigue amarrado al criterio de que el euro es irreversible.
Las direcciones de los sindicatos mayoritarios, una vez contrastado el error de cálculo cometido con el sí crítico a Maastricht, denuncian ahora el actual estado de cosas, pero no están en condiciones de proponer medidas anticrisis realmente efectivas ya que no cuestionan con coherencia la Europa construida.
Otras fuerzas, organizaciones y autores de la izquierda critican la Europa actual y proponen cambios bastante utópicos y proyectos sin fundamento, dado el carácter irreformable de la Europa surgida, sobre todo después de la ampliación de la zona euro al Este. A las carencias originales de la moneda única se añade el peso que ha cobrado Alemania como país hegemónico y la realidad de una descomposición de Europa, aprisionados algunos países en deudas impagables. La imprescindible y urgente necesidad de romper con las ataduras de los Tratados europeos no puede paralizarse ni ocultarse tras propuestas de proyectos de otra naturaleza. Por deseable que sea otra Europa, es ahora inviable, requiere de bases en que sustentarse bien distintas y de la soberanía perdida de cada Estado.
El fracaso del proyecto de construcción de Europa es inocultable, con independencia de que no sea posible determinar cuándo y cómo se desbaratará la insostenible situación existente.
A los firmantes de este manifiesto nos parece claro que la Europa de Maastricht no podrá sobrevivir con su actual configuración, tras los desastres y sufrimientos que ha causado, además de vaciar de contenido la democracia y sustraer la soberanía popular.
También afirmamos que nuestro país no puede salir de la crisis en el marco del euro. Sin moneda propia y sin autonomía monetaria es imposible hacer frente al drama social y económico, tanto más cuanto que la política fiscal también ha quedado anulada con el Pacto de Estabilidad, alevosamente constitucionalizado.
Es precisa una moneda propia para competir y una política monetaria soberana para suministrar liquidez al sistema y estimular una demanda razonable. Y esto como primera condición ineludible, pero en modo alguno suficiente, para poder desarrollar una política avanzada de control público de los sectores estratégicos de la economía, entre ellos la nacionalización de la banca, de reconstrucción del tejido industrial y agrícola, de defensa y potenciación de los servicios públicos fundamentales con un poderoso y progresivo sistema fiscal, de amortiguación de las desigualdades y distribución de la riqueza, del reparto del trabajo para combatir el paro, de derogar las contrarreformas laborales y de las pensiones, de respeto en serio al medio ambiente, etc., y de abordar un proceso constituyente que permita recuperar y profundizar la democracia. Por todo ello hay que despreocuparse transitoriamente del déficit público, olvidarse de hacer propuestas imposibles al BCE y dejar de añorar a la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra cuando se puede disponer del Banco de España como institución equivalente.
El montante de la deuda externa es impagable. Su mayor parte es deuda del sector privado, y corresponde a sus agentes resolver los problemas que se presenten, incluido el sector financiero, muy comprometido. Por ello rechazamos toda operación de “rescate” de nuestro país y por la misma razón consideramos como deuda completamente ilegitima la contraída por el Estado para proporcionar fondos de salvamento a las entidades crediticias que no hayan sido nacionalizadas.
Con respecto a la deuda pública, el Estado debe realizar una profunda reestructuración de la misma (quita, moratoria, conversión en moneda nacional) que alivie la presión abrumadora que soportan las cuentas públicas. En otro caso, puede darse como irremediable la quiebra del Sector público.
No se nos escapan los problemas y complejidades de los pasos que proponemos, entre otros limitar la libre circulación de capitales. Tampoco nuestro análisis nos impide colaborar en acciones, propuestas y movilizaciones con aquella parte de la ciudadanía y sus organizaciones que, bajo el efecto del bombardeo mediático al que somos sometidos o por otros motivos, aún no comparte nuestra opción ante la encrucijada en que estamos y la necesidad de romper el nudo gordiano del euro. Sin embargo, ante el desastre que nos envuelve y ante las causas profundas que lo promueven y agudizan, no podemos mantenernos mudos ni evasivos. A nuestro entender, hoy la sociedad española, que ya ha entrado en una agonía prolongada y sin esperanza, no dispone de otra elección que salir del euro para impedir el hundimiento definitivo del país.