Quince días antes del golpe de Estado, la intuición de Manolín, (apelativo cariñoso como era conocido él en la redacción de EFE), visitó al teniente coronel Tejero habida cuenta de lo que se barruntaba en la llamada Operación Galaxia; procurada en los bajos de la zona de Moncloa de tal nombre.
Al entrar al hemiciclo, ambos se miraron, pero a Tejero su rostro no le era indiferente; lo reconoció. En ese gesto que utilizamos los seres humanos cuando las emociones asaltan a las personas, el militar sabía que él era el mismo que le recibió en pijama en su casa días antes.
Sea como fuere, el 23 F no fue una casualidad. Sin alterar el devenir, el coronel Tejero pistola en ristre, con el dedo en el gatillo miró al fotógrafo Manuel Hernández de León inquisitivamente. El disparo en ese segundo fue en el otro sentido.
Eso es la fotografía; quizá el acto más valiente de un fotoperiodista que vuelca en una imagen lo que acontece, acaso algo que ya pertenece a la historia de la Transición y con ella, todo cuanto ha pasado después. Y en ese segundo, parte de lo que hemos vivido en la reciente democracia, que por minutos se tambaleó, permanece como el documento histórico que todos reconocemos.
Esa no fue una imagen casual, pues la identidad estaba ya destinada a ser una imagen para la historia. La realidad es que lejos de achantarse, el fotoperiodista accionó el entonces disparador (que sí hacía ruido), bobinó, y sin duda, pasó a hacer la siguiente, y la siguiente, hasta que fue detenido por uno de los Guardias Civiles que vigilaban el hemiciclo.
Quizá la historia del fotoperiodismo cite a muchos periodistas que se encontraban en el hemiciclo, pero la imagen en mayúsculas fue la de Hernández de León. Su inmenso trabajo no se queda solamente en este día, si bien, todas las imágenes de Casa Real a lo largo de cuarenta años, han dejado plasmada la función de la monarquía y cuantos esfuerzos hubo habido para consolidar la reciente democracia.
Dedicado y eficaz, la intuición de Manolín va más allá del periodismo. La vocación y la raza se ejerce en la misma secuencia en la que somos capaces de identificar lo que vivimos y cuanto hacemos; y la suya, ha sido una vida llena de reportajes todos, históricos, todos ya nuestros.
El silente trabajo de lo que antaño se llamaron foteros, se pasó por alto muchas veces en aquella época en la que no se firmaban las imágenes y toda información era gracias al plumilla (término como cariñosamente éstos ser referían a los periodistas).
En esta era en donde todo cuanto se vive se fotografía, pocos millenials entenderán el valor de esas imágenes hechas y medidas desde la intuición, sin ver si el encuadre era el necesario, y sin saber si en esas doce, veinticuatro o treinta y seis imágenes del carrete, podías hacer el llamado reportaje; ese que te habían pedido para cubrir una información. Eso era la fotografía, acaso, la fotografía que hoy muchos, aún reconocemos.
Hernández de León nació en Madrid y desde muy joven formó parte de Gráfica en la Agencia EFE. Ganador de varios premios significativos de fotografía, entre los que se encuentran el World Press Photo; Mingote; Libertad de Expresión; Universalia; Rey Juan Carlos de Periodismo Iberoamericano; Long Play; Foto Press de política, deportes y actualidad, entre otros, así como varias medallas de oro en las exposiciones internacionales de Mongolia, la antigua Checoslovaquia; Moscú, etc.
