Afrentosa y despectiva respuesta la que el nuevo ministro de Exteriores de España dio desde el banco azul al diputado de Podemos Pablo Bustinduy, quien se interesó por las gestiones que hace el Gobierno de la nación para que los españoles residentes en el extranjero reciban la máxima cobertura posible, entre la que no está la de ejercer el voto como el resto de conciudadanos, pues a ellos se les ha impuesto el denominado voto rogado, cuya derogación impidieron el Partido Popular y el PSOE.
Alfonso Dastis toma posesión como ministro de Asuntos Exteriores de España en presencia de su antecesor García MargalloEl ministro Alfonso Dastis hizo su acto de presentación en el Congreso del peor modo posible: dando vergüenza. Detrás de él, a medida que desparramaba bochorno, su compañero de partido Carlos Floriano competía en desfachatez con rendido asentamiento a la retórica baladí e insultante del titular de Exteriores. Ninguno de los dos tuvo en cuenta los datos que siguen y posiblemente ignoren como síntoma cabal de su desprecio a una realidad constatable:
El pasado 1 de enero había 2 305 030 españoles inscritos en los registros consulares, lo que equivale a un aumento del 5,6 % con respecto a la misma fecha de 2015, cuando eran 2 183 043 los que residían en el exterior, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Si se toma como referencia el año 2009, cuando este organismo público comenzó a difundir esta información y la crisis económica ya había afectado a España, el incremento de aquellos que hicieron las maletas a otro punto del globo sin billete de retorno se dispara hasta el 56,6 %.
Una pregunta me gustaría hacerle al ministro Dastis: Si los españoles que se van al extranjero lo hacen por alteza de miras -según sus propias palabras-, ¿quiere decir que los que se quedan carecen de la misma? Si fuera así, menos porvenir le espera a un país que se vacía hasta tal punto de quienes tienen alteza de miras.
La causa de la emigración es la desesperación, como siempre lo fue, y la emigración es uno de los factores que más influye en la despoblación. En términos absolutos, la provincia de León perdió casi seis mil habitantes en 2015. La siguen Salamanca con 3410 y Zamora con 3030 habitantes, respectivamente. ¿Qué porvenir le aguarda a estas tres provincias y a Castilla y León en general -con una pérdida global de casi 25 000 habitantes – de persistir esa diáspora galopante de alteza de miras, señor ministro?