Ministro de Exteriores de Bolsonaro posible hazmerreír del mundo

«Aumentar el poder de las instituciones internacionales sobre los Estados nacionales y sus poblaciones» y «sofocar el crecimiento económico en los países capitalistas democráticos», favoreciendo a China, es lo que busca la «ideología del cambio climático» según Ernesto Araújo, designado por el presidente electo, Jair Bolsonaro, como el futuro ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, informa Mario Osava[1] (IPS) desde Río de Janeiro.

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El presidente electo, Jair Bolsonaro (I), con Ernesto Araújo, designado como su canciller. La decisión generó sorpresa porque se trata de un diplomático de escasa experiencia y con ideas discrepantes de la tradición multilateralista de la política externa de Brasil, además de admirador del presidente Donald Trump. Valter Campanato / Ag. Brasil-Fotos Públicas

El país «corre el riesgo de convertirse en chacota universal», sentenció Clovis Rossi, veterano comentarista internacional y miembro del Consejo Editorial de Folha de São Paulo, el diario con más lectores en este país latinoamericano de 208 millones de habitantes y potencia emergente global.

Bolsonaro conquistó la presidencia el 28 de octubre, acusando a los gobiernos del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), en el poder entre 2003 y 2016, de promover una política externa «ideológica».

Pero ahora se apresta a adoptar la ideología absoluta, sin matices, en ese y otros campos, como educación y ambiente.

Climatismo, globalismo, antinatalismo, racialismo, laicismo y la «China maoísta» son algunos enemigos que pretende combatir el diplomático Ernesto Araújo de 51 años, veintinueve de los cuales como funcionario del Itamaraty, la cancillería brasileña, si es que practica lo que ha dicho cuando pase a ejercer como canciller al asumir el nuevo gobierno de extrema derecha el 1 de enero de 2019.

Araújo tiene a Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, como su héroe, el único líder capaz de salvar al Occidente cristiano, con una «visión no basada en el capitalismo y la democracia liberal, sino en la recuperación del pasado simbólico, de la historia y la cultura de las naciones occidentales».

«Solo un Dios podría aún salvar al Occidente, un Dios operando por la nación», escribió en otra parte del largo artículo «Trump y el Occidente», que publicó en 2017 en la revista Cadernos de Política Exterior, editada por el Itamaraty. ¿Sería Trump ese dios?

La consigna electoral de Bolsonaro, que sigue repitiendo, es: «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos», con la que queda evidente la religiosidad del próximo gobierno brasileño,  en que el mandatario electo identifica marxismo y comunismo en todas partes.

Pero una religiosidad cristiana, en desmedro de las demás. Araújo es católico, Bolsonaro también, pero se hizo bautizar por un pastor pentecostal hace dos años y mantiene esa ambigüedad, que parece haberle resultado muy útil electoralmente en un país de gran crecimiento de las confesiones evangélicas.

«Globalismo es la globalización económica que pasó a ser pilotada por el marxismo cultural. Es un sistema antihumano y anticristiano», explicó Araújo en un blog que creó para difundir sus ideas y apoyar la candidatura presidencial de Bolsonaro.

Climatismo se basa en el «dogma ‘científico'» que relaciona gas carbónico y temperatura en aumento, «cuando los datos sugieren al revés», una «táctica globalista de infundir miedo para obtener más poder» para el Estado sobre la economía, aduce el diplomático.

La elección de Araújo debería haber complacido a la diplomacia brasileña, un cuerpo de funcionarios de formación y carrera exclusivas, considerado de excelencia. Pero no fue así, porque se trata de un diplomático que solo ascendió en junio a embajador (que en Brasil indica rango, además de función) y que nunca encabezó una embajada.

Es una subversión en una institución muy celosa de su jerarquía, casi tanto como los militares. Secretario, consejero y ministro, con subclases como primero o segundo, componen los niveles de la carrera hasta llegar a embajador.

El apoyo incondicional y sus ideas fueron decisivos, al parecer, para que Bolsonaro se fijara en él. Antes se apuntaban embajadores con gran experiencia, incluso ya jubilados, como probables cancilleres, ante las turbulencias que Brasil deberá enfrentar en comercio internacional.

Araújo se suma a los problemas que acumula el gobierno de Bolsonaro para hacer frente en política exterior.

Los países árabes y musulmanes amenazan con represalias si Brasil confirma en los hechos la mudanza de su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo los pasos de Trump.

Bolsonaro anunció que lo haría, pero retrocedió ante las reacciones en Medio Oriente, iniciadas con la cancelación de una misión brasileña a Egipto, que iba a encabezar el  canciller saliente, Aloysio Nunes Ferreira, del 8 al 11 de noviembre de 2018, acompañado de empresarios.

En 2017, los países árabes importaron 13 500 millones de dólares en productos brasileños, principalmente carne. El temor es perder gran parte de ese mercado en que Brasil obtiene un abultado superávit comercial.

Lo mismo sucede con China, que reaccionó alertando que Brasil sufriría graves pérdidas económicas en caso de medidas restrictivas a las inversiones y el comercio con la potencia asiática, sugeridas por Bolsonaro en septiembre.

Nuevas adversidades encontró el futuro gobierno ante sus duras acusaciones a Cuba. El gobierno de La Habana decidió el 14 de noviembre retirar los 8332 médicos que aún prestan servicios al programa Más Médicos, que se desarrolla en Brasil desde 2013 para atender zonas rurales, en este país de dimensiones continentales.

Hasta fin de año el programa perderá así 45 por ciento de sus efectivos. Cuando comenzó, los médicos cubanos aportaban cerca de 80 por ciento del total, ante la negativa de los profesionales brasileños en desplazarse a los lugares remotos que más carecían de atención.

Como resultado,  más de 20 millones de brasileños pueden quedar repentinamente sin servicios médicos.

«La cuestión ideológica no puede contaminar el servicio público», criticó en Folha de São Paulo el presidente de la Confederación Nacional de Municipios, Jonas Donizete, alcalde de Campinas, a cien kilómetros de la sureña metrópoli de São Paulo.

Hay riesgo de «calamidad pública», según alcaldes y responsables de servicios de salud, que piden medidas de emergencia para suplir a esos médicos. En muchos municipios del interior, los cubanos son los únicos dispuestos a trabajar en la zona rural y territorios indígenas.

La decisión cubana responde a una serie de ataques de Bolsonaro a Cuba. Sus médicos tendrían que someterse a pruebas de capacidad y ser contratados en otro régimen, individualmente y recibiendo todo el salario en Brasil.

«Ni se sabe si son médicos de verdad», suele reiterar el presidente electo, quien calificó de «trabajo esclavo» el hecho de que los cubanos no puedan traer sus familias y solo reciban una pequeña parte del sueldo en Brasil, siendo el grueso destinado a Cuba por el contrato del que fue intermediaria la Organización Panamericana de Salud.

Eso debe repercutir negativamente para el gobierno aún antes de asumir. Los médicos cubanos son en general muy queridos por la población atendida, con una dedicación que difícilmente será comprendida desde lejos y por ideologías opuestas a las de La Habana.

La visión ideológica bruta, caótica, que identifica la globalización, ambientalismo y género como manipulaciones de una izquierda que busca «desactivar la energía psíquica saludable del ser humano», tampoco parece la adecuada para orientar la diplomacia de un país del peso económico, ambiental y cultural de Brasil.

El canciller designado cree igualmente que la izquierda busca extinguir la humanidad con su antinatalismo, por definirse como «una corriente política que quiere hacer todo para que las personas no nazcan», defendiendo el aborto, «criminalizando el sexo, el buen humor, la biología, el aire acondicionado y la belleza», entre muchas otras cosas.

Otros pecados a combatir del marxismo son el Estado laico y el «racialismo, es decir la división forzada de la sociedad en razas antagónicas».

«Abrirse a la presencia de Dios en la política y la historia» es la solución para quienes como él creen que «La fe en Cristo significa hoy luchar contra el globalismo» y el fin de la Historia, «un concepto marxista» que «la globalización triunfante proclamó en los primeros años 1990».

Esta es la doctrina que orientará la política externa brasileña desde el primer día de 2019, para el sufrimiento o la risa del mundo.

  1. Edición: Estrella Gutiérrez
  2. Publicado inicialmente en IPS Noticias

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