Moscú: una placa para cada víctima de la represión soviética

La Dernière Adresse (La última dirección) es un proyecto que, en Moscú, llevan adelante unos cuantos voluntarios que quieren luchar contra el olvido de las víctimas de la represión política durante la época soviética, según la información aparecida en el digital francés Russie Info.

victima-estalinismo-Rusia Moscú: una placa para cada víctima de la represión soviética

Los promotores de la idea, el historiador y militante de los derechos humanos Nikita Sokolov, el periodista Serguei Parkhomenko y el arquitecto Alexander Brodsky, fabrican placas plateadas rectangulares, en las que graban los datos relativos de la persona cuya memoria quieren conservar (nombre, profesión, fecha de nacimiento, fecha de la detención, día de la muerte y de la rehabilitación si se hubiera producido), y la colocan en la fachada del último edificio donde vivió. A la izquierda del texto, un cuadrado recortado simboliza el vacío dejado por la desaparición de esa persona.

  • “Aquí vivía RAISA LEONIDOVNA KHAVINA-SKRYPNIK, Ingeniero Nacida en 1904 Detenida el 11.07.1938 Fusilada el 28.08.1938 Rehabilitada en 1990”.

A la izquierda del texto, un cuadrado recortado simboliza el vacío dejado por la desaparición de esa persona.

“La única manera de preservar la memoria de las víctimas –no con un monumento pomposo ni rituales formales en días señalados- es encontrarles un espacio personal en la ciudad moderna”, ha escrito Sokolov en la revista digital Ezhednevny Journal (a la que no se puede acceder en Rusia).

De momento han sido 18 las placas instaladas en distintos lugares de la ciudad, en una iniciativa que se está financiando de manera participativa por crowdfunding puesta en marcha en 2014 por el editor, periodista, y opositor de primera línea al régimen de Putin de origen ucraniano Serguei Parkhomenko, para homenajear a las víctimas de la arbitraria represión política soviética.

“Inspirada en el proyecto del artista alemán Gunter Demnig para honrar a las víctimas del nazismo, la última dirección señala los últimos lugares en que vivieron las víctimas soviéticas. La idea emerge en un contexto poco propicio a la crítica de la historia de Rusia. En un ambiente marcado por el antagonismo creciente con el Oeste y la hemorragia económica, el gobierno de Moscú ha recurrido a una ideología nacionalista y conservadora que ve enemigos en todas partes y glorifica la unidad, las tradiciones y las victorias históricas del país”.

“Las represiones masivas y sus víctimas no son compatibles con la imagen del País de las Victorias », ha explicado a Russie Info Elena Zhemkova, directora ejecutiva de la International Memorial Society, un grupo de investigación y defensa de los derechos humanos que ha empleado 20 años en documentar las injusticias del aparato represivo soviético, y ah tenido que enfrentarse jurídicamente a los ataques del aparato del estado en los últimos años.

“Aunque el tabú de los presos políticos comenzó a disiparse a finales de los años 1980, la sociedad rusa ha avanzado muy poco en su relación con ese pasado”. Elena Zhemkova critica la reticencia del gobierno a hablar de responsabilidades y su contribución a que la represión se siga viendo como “una catástrofe natural, como la peste de la Edad Media. No se describen como parte del terrorismo de estado, la gente no habla de sus orígenes, ni de sus responsables. Y, naturalmente, los rusos no hablan de lo que podría hacerse para que no volviera a repetirse jamás. Ese es el mayor problema”.

Otro obstáculo –prosigue la información- es que las cosas nuca han estado suficientemente claras : el programa de exterminio de la Unión Soviética, a diferencia del de la Alemania nazi, no trazaba una línea clara entre verdugos y víctimas”.

Cuando Sokolov y Parkhomenko fijan las placas en las fachadas, dice el autor del reportaje, les rodea siempre un grupo de vecinos, la mayoría con los cabellos blancos, que rezan, se santiguan o depositan claveles rojos en la acera.

Aunque existe el proyecto de ampliar el Museo del Gulag financiado por el estado, que recuerda la época del Gran terror soviético, los rusos «no consideran a Stalin como un malo absoluto. Cincuenta y un años después de la muerte del tirano, se le sigue adjudicando el mérito de la victoria soviética en la segunda Guerra mundial, muy simbólico todavía, y se le admira como un gestor eficaz que puso en marcha la industrialización del país, y estableció la ley y el orden, una visión histórica alimentada por Vladimir Putin, que estigmatiza permanentemente a la disidencia e insiste en imágenes que reviven la Gran Rusia”.

Según las cifras de la ONG Memorial, el régimen de Stalin hizo cerca de 11 millones de presos políticos, de los que han establecido hasta el momento una lista de 2.650.000 víctimas. Un sondeo publicado en el otoño de 2014 por una sociedad cercana al Kremlin, revela que en los últimos 13 años se ha duplicado el número de rusos que niegan la represión política masiva en la URSS, pasando del 8% al 16%.

El artículo reproducido en Russie Info se publicó originalmente en Calvert Journal, firmado por Natasha Yefimova-Trilling.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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