Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]
El Cielo está de fiesta. Ese Cielo donde la felicidad es plena y al que solo tienen acceso las personas que fueron capaces de alegrar la vida de los demás.
Acabo de sentir la algarabía que están liando allá arriba una Muchedumbre de gente confusa y desordenada. Es una turba de hombres de edad madura, de mujeres de piel suave que también fueron jóvenes y soñaron con un cielo como el que ahora disfrutan y que les anticipó una música romántica que saborearon en la tierra. Y junto a ellos muchos, muchísimos ángeles revoltosos, ángeles de todos los sexos, entorpeciéndose unos a otros con sus alas blancas porque quieren ver al nuevo dios que viene a instalarse en el Paraíso.
La noticia corrió como el rayo. Dios Padre había determinado que ¡ya está bien!, que 78 años de estancia de ese gitano genial entre los humanos era demasiado tiempo para negarle a los habitantes de la Gloria el gozo de convivir con él y, sobre todo, de oírle cantar.
Y con su poder infinito, aún a sabiendas que a muchos nos haría llorar por su marcha, envió al hospital de Mataró a su arcángel más laureado en misiones imposibles con la orden de envolverlo en una nube morena, como la piel de su gente, y llevarlo a su presencia para quedárselo para siempre y poder gozar Él también de sus boleros.
Demasiadas partidas en tan poco tiempo
Hace unos meses nos dejó Juan Peña “El Lebrijano”, para mí el artista más importante que ha dado el mundo flamenco después del genio irrepetible que fue Don Antonio Mairena. Le siguió la figura que García Lorca habría descrito como la de aquel gitano de Jerez que llevaba toda la cultura en la sangre: mi sobrino “Juanilloro”, hijo de mi hermana Lourdes. Más tarde se fue “Chiquetete”, aquel que presumía de pertenecer a “una raza tan humilde y tan grande que de sus penas nacen rayos de sol”.
Y Ahora nos deja Moncho, mi amigo entrañable, mi compañero que siempre estuvo a mi lado desde que yo dirigía y presentaba en Radio Nacional de España un programa diario que respondía al título de “Crónica Flamenca”. De la misma forma que fue uno de mis entrevistados más frecuentes en otro programa de la fenecida “Radio Peninsular” junto al maestro Pepe Ferrer y al conductor Miguel Rey.
Su último contacto conmigo fue entrañable y profesional. Lo tengo grabado en una pequeña película filmada por Paco “El Brillantina”, ―gitano granaino que ha permanecido a mi lado más de 40 años―, con su teléfono móvil. Yo estaba empeñado, y sigo estándolo, en que los gitanos cuando celebran sus actos colectivos que tienen algún carácter oficial, canten colectivamente nuestro himno.
Se trata de una composición triste y trágica porque evoca el genocidio nazi donde 500 000 gitanos, hombres y mujeres, niños y ancianos, fueron víctimas de aquella horripilante tragedia. Y para ello se hace necesario que lo aprendan los niños y sus padres.
Y no se me ocurrió mejor fórmula que la de convocar en la sede de la Unión Romaní a una veintena de personas para grabar un “máster” que luego debía reproducirse ampliamente entre los gitanos españoles. Y llamé a Moncho para que él, con su sabiduría y buen hacer nos dirigiera logrando que nuestras voces se conjuntaran y saliera algo decente, teniendo en cuanta que ninguno de los que interveníamos éramos profesionales de la música.
Sí, Moncho ha sido y lo será el dios del bolero
Y ahora déjenme expresar por qué lo digo. Casi todo el mundo ha coincidido en publicar que “Moncho” era el Rey del Bolero. Y con ello se ha querido rendir homenaje a quien a lo largo de su dilatada vida artística ha demostrado tener unas cualidades excepcionales para interpretar este género musical.
Y es verdad. Ha grabado 34 discos, lo que supone más de 300 temas y lo ha hecho, unos en solitario y otros junto a figuras tan destacadas del mundo de la canción como Joan Manuel Serrat. La lista es muy larga. Ahórrenme reproducirla.
A mí me gustaría destacar lo siguiente: El bolero de Moncho es distinto de todos los demás. Incluso de los del gran maestro que fue Lucho Gatica a quien Moncho admiraba y a quien en sus principios trataba de imitar.
Desde muy jovencito se aficionó al flamenco y, como no, fue interpretando la rumba catalana como inició su carrera artística, cosa que sucedió cuando tenía poco más de quince años. Su inspiración la tenía en “Peret” y, sobre todo con su primo “El Pescailla” que más tarde se casaría con Lola Flores.
Pero la personalidad incuestionable de Moncho está ligada al bolero. Género musical que nació en Cuba a mediados el siglo XIX, paraíso del Caribe donde por fin pudo viajar a mediados de los años 70 para participar en el Festival de Varadero junto a Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute y Ana Belén.
Moncho nació en el barrio barcelonés de Gracia en el año 1940, por lo tanto en el firmamento de las baladas y la música romántica quedaba muy lejos la figura de Carlos Gardel, muerto en 1935, lo que supuso que el tango dejara una amplia vía libre al bolero.
Para mí el referente más inmediato del bolero que Moncho no solo igualaría sino que en algunos aspectos incluso lo superaría era Antonio Machín. Un genio cubano que en 1930, es decir diez años antes de que Moncho naciera, conquistó Nueva York con sus canciones.
Moncho le dio una calidez excepcional a la más emblemáticas de sus interpretaciones: “Dos gardenias”. El Trio Los Panchos se formó en Nueva York cuando Moncho tenía solo cuatro años. Con el bolero “Hasta mañana” se iniciaron en este género que los llevó a cotas de máxima popularidad. Pero fue Moncho quien le dio una dimensión incalculable al más famoso de los boleros del Trio: “Es la historia de un amor”.
Pero Moncho, ya lo hemos dicho, siempre se confesó seguidor y admirador de Lucho Gatica. De hecho buena parte de sus éxitos más clamorosos son recreaciones del genial artista chileno. Canciones como “El reloj”, “Tú me acostumbraste” o “Bésame, bésame mucho” han adquirido dimensiones siderales cuando Moncho las ha cantado.
Pero, casualidades de la vida, juntos han venido morir al mismo tiempo. Uno a los 90 años, el otro a los 78. El primero, que nació en Chile en el año 1928 y el segundo que vio la luz por primera vez en Barcelona en 1940 han dicho adiós a este mundo con tan solo un mes de diferencia. Lucho Gatica murió en México el 13 de noviembre de este mismo año.
El día que Moncho tocó el cielo con las manos
Fue en el Liceo de Barcelona cuando en el año 2006 se convirtió en el primer gitano que cantaba en el Santa Santorum de la música, el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. La catedral desde la que Montserrat Caballé, catalana y española como él, oyó cantar las “Paraules de amor” de Joan Manuel Serrat. Aunque Moncho, como Serrat, interpretan esta bellísima canción en catalán, permítanme, mientras la escuchan que yo les ofrezca una parte de su traducción al castellano:
Palabras de amor, sencillas y tiernas,
no sabíamos más, teníamos quince años,
no habíamos tenido tiempo de aprenderlas,
recién despertábamos de un sueño infantil.
Teníamos bastante con tres frases hechas
que habíamos oído a antiguos comediantes
de historias de amor, sueños de poetas,
no sabíamos más, teníamos quince años.
Y se produjo la catarsis. Las luminarias hermosísimas del gran teatro se encendieron. Fue en el momento en que Moncho, nuestro gran Moncho, bajó un pelín el diapasón de su voz y todo el público empezó a cantar las “palabras de amor sencillas y tiernas, no sabíamos más, teníamos quince años”.
Gracias a Dios vivimos una época en la que el cine nos ha hecho eternos. Y este acontecimiento está filmado. ¿Cómo si no, se podría describir con palabras la belleza impresionante del coliseo más famoso de Europa, encendido como una ascua, mientras todo el publico le hacían el coro a nuestro Moncho que ya está en el cielo. Sí, sin duda, el título es merecido. Ramón Calabuch Batista, Moncho, es el dios del bolero.
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista. Presidente de Unión Romaní