Nos destacamos con un amor intenso que nos indica que somos fuertes. Nos miramos al interior y vemos con intuición que podemos avanzar. No rompamos lo bueno que hay. Es mucho. A veces no lo percibimos. Procuremos la más óptima dirección.
Pongamos todo el afán que podamos en lo que nos merece la pena. La amistad nos regala dulzura y buenos propósitos. No nos amilanemos.
Practiquemos buenas rutinas con la visión puesta en los gozos que nos apartan de las sombras que otros intentan otorgarnos. No aceptemos la ruina como modelo de vida.
Las señales de identidad que nos reportan paz han de ser fomentadas como exponentes de un discurrir cotidiano que nos genere vibraciones de fantasía, hermosas.
Experimentemos cada ocasión que nos roce. No paremos ante las distinciones que nos quieran colocar en la inutilidad. Renunciemos a tanto dolor. Los ocasos vienen de asumir que las pérdidas espirituales son inevitables. Lo son otras. Dispongamos concordia, acuerdos, intermediaciones, pro-actividad.
Además, no dejemos para el final lo que podemos saborear hoy. Al alba nos aparecen elucubraciones que de nosotros pende el cumplirlas. No estemos solos.
No estemos solos. Evitemos todo lo que nos aleja de nuestro trabajo integrador de tantos años. No es inercia ni desapego de las nuevas tendencias, perspectivas y propuestas de futuro, sean las que sean. Es soñar en nuestra transición llena de dificultades, pero que representó un volver a la vida y a una vida nueva y mejor compartida en democracia; una democracia ensombrecida por ese nuevo vértigo disociativo que amenaza con derrumbar unas estructuras y fundamentos de reconciliación logrados en las peores condiciones históricas. Y fue un éxito entre todos. Ahora, después de la irrupción de las new tech, una crisis económica internacional, y los efectos aterradores de la COVID-19, no caigamos en un nuevo mar de dudas, desenfoques insolidarios y desencuentros no deseados, no trabajemos ni habitemos esa bipolaridad y disfuncionalidad de oficina de objetos perdidos y gestos desidentificados, por itinerarios de reacciones primarias emocionalmente inmaduras. Es una hora de aspiraciones confederales con esa ingenuidad y convencimiento de la transición y lenguajes quizá algo transversales y siempre comprometidos con la realidad. Ánimo, compañeros.
Las feroces desavenencias de ahora nada tienen que ver con nuestras peleas de patio de colegio, y nada de enjuiciar la política con las lupas de nuestros marujeos. Nos sentábamos con nuestro bloc y nuestro bolígrafo muy cerca de aquellos banquillos de Alfred Hitchcock y Perry Mason, y ni entonces, con todo ello, se respiraba el clima bipolar de hogaño, con la ayuda de Chumy Chumez, Mafalda, Los Picapiedra, Charlie Brown y Astérix y Obelix.
Viniendo del tardofranquismo, éramos más receptivos y acogedores, nos mirábamos a los ojos buscando la brecha integradora y pactista, y creíamos en que todo iba regresando a la vida en clave de posibilismo y acierto histórico y en el horizonte inmarcesible de nuestras mejores tradiciones no plagiadas y en plena noche de los muertos vivientes. Somos historia e ilusión, y mesa de negociación, y de acuerdos factibles e integradores, y no tanto trotskismo ni tanto tío camuñas de la otra acera ni tanto al enemigo ni agua. Abrazo fuerte