Pequeño defecto de fábrica

Dentro del XIII Ciclo Versión Original de la sala DT Espacio Escénico, Borja Roces (Sotrondio 1985) presenta Pequeño Defecto de Fábrica, espectáculo unipersonal y primera pieza de su Trilogía del Desencanto. Un espectáculo en el que reivindica la imperfección frente a la tiranía de lo perfecto.

Borja-Roces-defecto-fabrica Pequeño defecto de fábrica

De esta manera monologa sobre su visión del mundo Borja Roces al inicio de su intervención, lo que no deja de ser toda una declaración de principios, santo y seña: “Y un ojo más grande que otro y un diente raquítico, la nariz desplazada y mi corazón acelerado. No me gusta la gente perfecta. La detesto. Prefiero la belleza de la imperfección.”

La propuesta de Pequeño defecto de fábrica se centra de manera especial en dos conceptos; por un lado, la búsqueda de los límites de la teatralidad y, por otro, de los límites físicos y emocionales del intérprete.

Poniéndose en primera persona, ya masculino ya femenino, ya en el papel de hombre o de mujer según le nazca (nunca epiceno ni ambiguo, que para todo él es pura claridad), nada le es indiferente al artista de cuanto ocurre en el mundo, puesto que todo le ocurre a él y lo vive en sus propias carnes y dolores. En todo momento, Borja Roces se está poniendo al límite como actor y como creador. Lo da todo y más.

Por eso, a veces, la realidad es tan fuerte y el argumento le sobrepasa de tal manera, que ha de reflexionar sobre sí mismo en segunda persona; y cuando se pone en el lugar de alguien (madre, amigo) que le apostrofa y consuela queriéndole evitar sin duda sus sufrimientos, no tiene inconveniente en usarla así: «¿Por qué no puedes hacer algo normal, un espectáculo como los que hacen los demás en lugar de meterte en tantos líos, tantas preguntas y cogitaciones? Duerme, hijo mío, duerme.»

Pero él no hace caso, no puede qué más quisiera, y tiene que seguir adelante con la cruz y los faroles en este espectáculo en que él da la cara de principio a fin. Hasta cuando se cambia, delante del espejo en su camerino de cuerdas de cristal, y la luna nos lo refleja en la pared para que no nos perdamos nada de él (su derrota, su escepticismo, su lucha erguida y sin cuartel), nunca descansa. No es de extrañar que en un momento dado, vestido hasta los pies de lujoso brocado florentino («de los chinos») que le deja la espalda libre, se tire a la bartola porque no puede más (apenas un minuto antes, en pantalón y camisa, se ha trasegado lo que en apariencia son 3 botellas de mosto patrio al ritmo de Bambino) y, teléfono chinés en mano, se venga arriba ahora con un director demasiado exigente y perfeccionista. Porque entonces es de nuevo ella la que, odiando la perfección, ya está perfecta.

Espectáculo muy creativo, arriesgado, original y personalísimo. adelante, Borja, pero cuidado con el mosto performático.

  • Título: Pequeño defecto de fábrica
  • XIII Ciclo Versión Original
  • Dirección, texto e interpretación: Borja Roces
  • Cía el encuentro & BlueBirds Escena
  • Técnica luz, sonido e imágenes: Antonio Velasco, Miguel Quiroga, Cundi García
  • Música: Handel (sobre temas de Bambino y otros de ópera, italianos, etc.)
  • Arreglos vestuario: Emma Pertierra
  • Espectáculo creado en El Huerto Espacio escénico
  • DT Espacio escénico (Reina, 9, Madrid)
  • Distribuido por [email protected]
  • Fecha: 3 de julio
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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