El uno por ciento más rico de la población mundial posee 40 por ciento de los bienes del planeta, y a la mitad más pobre le queda apenas el uno por ciento de esos activos, escribe Thalif Deen (IPS) desde Naciones Unidas.
En las últimas décadas, a pesar del crecimiento económico, este desequilibrio se hizo más profundo en la mayoría de los países y casi en cada región del mundo.
Esta desigualdad es, cada vez más, reconocida como un persistente obstáculo para el desarrollo.
El problema toma varias formas, desde brechas en los ingresos hasta acceso desigual a la política, y es alimentado por distintos factores, como género, etnia, discapacidad, situación legal, casta, color de piel, lengua y estatus económico.
Yoke King Chee, experta de la Red del Tercer Mundo, cree que la desigualdad no solo se agrava dentro de los países ricos e industrializados que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sino también en naciones del Sur que están experimentando un rápido crecimiento.
Los desequilibrios y fallas del comercio y las finanzas internacionales son la causa principal, sostuvo.
«Las respuestas políticas y regulatorias inadecuadas a la última serie de crisis financieras revelan una debilidad sistémica que sigue haciendo que los países sean vulnerables a una mayor inestabilidad», dijo Chee a IPS.
Los países en desarrollo que adoptaron reformas financieras, pero dependen de las exportaciones fueron igualmente vulnerables a la crisis de 2008, y los que más sufrieron fueron los trabajadores de los sectores que venden al exterior, agregó.
Un grupo de 17 expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en derechos humanos señaló en mayo que la desigualdad muchas veces desata problemas sociales que perjudican aun más a grupos ya rezagados y marginados.
Asimismo, el acceso desigual a la riqueza permite que los más acomodados agoten los recursos, agravando la degradación ambiental y el cambio climático, fenómenos que, a su vez, azotan especialmente a los más vulnerables.
El grupo de expertos de la ONU señaló que la profundización de la desigualdad socavó severamente muchos avances logrados con gran esfuerzo para cumplir los Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM).
La agenda de desarrollo posterior a 2015 debe incluir metas específicas y medibles para eliminar la desigualdad, recomendaron.
Un Grupo de Trabajo Abierto, integrado por países miembros de la ONU, comenzará a discutir en mayo de 2014 cuáles serán los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, que sucederán a los actuales ODM cuando venza el plazo para su cumplimiento, en 2015.
Los expertos señalan que, si se define como eje la lucha contra la desigualdad, cada nueva meta deberá abordar las injusticias sistémicas que la causan, desde la discriminación institucional contra minorías hasta los desequilibrios en las inversiones sociales.
Además, la protección social es «una parte indispensable de las políticas para acabar con las desigualdades y para asegurar que la agenda post-2015 no deje fuera a ningún grupo, ni comunidad ni región», agregó el grupo de expertos.
Ochenta por ciento de las familias del mundo carecen de protección social, a pesar de la evidencia de que contribuye significativamente a reducir la pobreza, a la cohesión social y al respeto de los derechos humanos, además de servir de resguardo ante impactos como la carestía de alimentos, dijeron los expertos.
En opinión de este grupo, la agenda post-2015 debe incluir la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de fijar niveles mínimos de protección social, ayudando a crear mecanismos de financiamiento para los países en desarrollo.
El equipo está integrado por Verene Sheperd, del Grupo de Trabajo de Expertos sobre Personas Afrodescendientes, Alfred de Zayas, experto independiente para la Promoción de un Orden Democrático y Equitativo, Magdalena Sepúlveda, relatora especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos, y Olivier De Schutter, relator especial sobre el Derecho a la Alimentación, entre otros.
En una columna de opinión publicada en el diario The New York times a comienzos de esta semana, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, recordó que en las últimas décadas se disparó la desigualdad en la mayoría de los países ricos, sobre todo en Estados Unidos.
¿Pero qué estará sucediendo en el resto del mundo?, preguntó. ¿Se cierra la brecha entre los países, mientras potencias emergentes como China e India sacan a cientos de millones de sus habitantes de la pobreza? ¿Y qué ocurre en los países pobres y de medianos ingresos? ¿La situación se agrava o mejora?
Según Roberto Bissio, director de la red internacional de organizaciones contra la pobreza Social Watch, las estadísticas positivas pueden a veces ocultar realidades más complejas.
El Banco Mundial aseguraba en 2010 que ya se había cumplido en forma anticipada la meta 1A de los ODM: reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas con ingresos inferiores a un dólar por día, dijo Bissio a IPS.
A la vez, entre 1990 y 2010, las exportaciones mundiales totales se multiplicaron casi por cinco, pasando de 781.000 millones de dólares a 3,7 billones.
Y en el mismo periodo, el ingreso individual promedio mundial casi se duplicó, al pasar de 4.080 dólares anuales en 1990 a 9.120 en 2010.
Este incremento en el comercio y en la riqueza no se reflejó en la evolución de los indicadores sociales, concluyó Bissio.
Chee dijo a IPS que los países en desarrollo aún pierden una porción significativa de los beneficios de las inversiones directas y del valor añadido. Aquellas naciones que son exportadoras de materias primas alimenticias sufren además la especulación como una vulnerabilidad adicional.
Países que dependen de la minería controlada por corporaciones transnacionales padecen una gran destrucción ambiental y problemas sociales, y tienen sistemas tributarios regresivos, apropiados para esas industrias.
«Todo esto contribuye a la desigualdad», señaló.
«Las políticas de austeridad que muchos gobiernos europeos están imponiendo ahora y que impactan en los sectores de ingresos bajos e incluso medios, son una réplica de lo que sufrieron los países del Sur por las condiciones impuestas durante décadas por el Fondo Monetario Internacional», agregó.
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