La abstención electoral ha sido más importante que en la primera ronda y alcanza este 24 de abril al 28,2 por ciento del cuerpo electoral, cuando las estimaciones de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia dicen que Emmanuel Macron resultó elegido con el 58,8 por ciento de votos válidos escrutados, frente a Marine Le Pen con 41.2 por ciento.
Una vez más el número de abstencionistas es superior en una elección presidencial al voto de adhesión obtenido por el ganador en la primera ronda, a saber 27 por ciento para Macron.
De nuevo el timo de la estampita del voto inútil ha funcionado al ser agitado el espantapájaros del fascismo y la xenofobia. Un sistema electoral caduco e ilegitimo que agrava la fractura social en Francia, pues el voto de la segunda vuelta no es un voto de adhesión, sino de aceptación del «mal menor».
El candidato del CAC 40 y de la Europa neoliberal y antisocial, que nos prepara nuevas políticas de austeridad, se ha impuesto frente a la candidata de la Europa racista y xenófoba. Ambos se oponían a una Europa social y generosa, en esta Europa de los veintisiete incapaz de impedir las guerras y bajo tutela del Fondo Monetario Internacional.
Durante cinco años, Macron y su gobierno, han hecho todo lo posible para llevar a la ultraderecha a la segunda vuelta de la elección presidencial. El cálculo cínico ha consistido una vez más en provocar un anunciado remake de la estafa electoral del 2017, el pretendido «voto útil».
Hemos vivido cinco años de desmesuradas violencias policiales contra los «gilets jaunes (chalecos amarillos)» y contra el movimiento sindical, ecologista y social (se estima en 80 por ciento el número de miembros de la policía nacional que votan por Le Pen).
Cinco años de política de extrema derecha en el ministerio del interior y de la justicia han abierto las puertas al progreso de la ultraderecha xenófoba en el país. En cinco años de política económica antisocial y de destrucción de los servicios públicos en Francia. Macron ha reforzado las ideas de la extrema derecha, para luego jugar en los últimos diez días la demagógica carta del «antifascismo».
Durante cinco años el gobierno de Macron ha recurrido a los sondeos de opinión que han manipulado de forma evidente esa opinión que pretenden consultar, y con los esfuerzos de la servil prensa dominante y de la televisión pública y privada controlados por el gobierno y por un puñado de oligarcas han logrado su objetivo: impedir la victoria de la izquierda en las presidenciales.
La gestión liberticida de la crisis sanitaria y la instalación de un estado de urgencia sanitario, han impedido la respiración democrática en Francia.
Derecha extrema neoliberal y extrema derecha xenófoba se han aliado durante cinco años para impedir que la verdadera izquierda accediese a la segunda vuelta de esta elección presidencial.
Lo han conseguido, pero no han logrado en cambio impedir el reforzamiento y la recomposición de la izquierda francesa en torno al programa de la Unión Popular, que con 20 por ciento de electores en la primera ronda, se prepara ahora a pesar con todas sus fuerzas en la tercera vuelta: las elecciones legislativas del 12 y 19 de junio 2022.
En el marco constitucional, si las legislativas confirman la existencia de los tres bloques expresados en la primera ronda: Derecha en el poder, extrema derecha e izquierda, podría haber la posibilidad de una «cohabitación», si Macron no obtiene una mayoría en el parlamento.
Esa es hoy apuesta de Jean Luc Melenchon y la Unión Popular que han logrado el renacimiento de una verdadera izquierda sobre las cenizas de un PSF que se autoproclamaba de izquierdas y en el que la inmensa mayoría de sus dirigentes apoyan hoy al derechista Macron, salvo dignas excepciones como Gerard Filoche. La Unión Popular ha logrado así mismo arrastrar en su dinámica y con su programa a los ecologistas de izquierdas.
Los cinco años que vienen serán duros y difíciles para los de abajo, pero los ocho millones de votos por la Unión Popular, y la fuerte movilización de la juventud, han creado sin embargo un viento de esperanza.
La lucha continua en las legislativas del mes de junio, pero también y sobre todo en las empresas públicas y privadas, para defender las condiciones de trabajo, los salarios, nuestro sistema de seguridad social y nuestro sistema de jubilaciones que Macron ha intentado destruir.