El escritor vallisoletano Rafael Gavilán ha presentado en Madrid su nuevo libro La decisión de Roncole, publicado por Ediciones Fuente de la Fama.
La presentación tuvo lugar en La Quinta de Mahler y a lo largo de ella, arroparon al autor Julio Martínez, editor, y Blanca Gutiérrez por La Quinta de Mahler.
Entre los tres dejaron claro que Gavilán es un apasionado de la música clásica, una pasión con la que disfruta sin necesidad de poseer conocimientos específicos -así lo confiesa- ni haber estudiado solfeo, y además reconoce que escribe “para poder hablar con los muertos”. Con los vivos es más difícil, y eso lo sabe muy bien él por su trabajo de comercial con el que se gana la vida.
Por muertos se refiere a sus devociones personales (escritores, pintores, músicos) que ya no están entre nosotros, y así el libro está lleno de guiños culturales, pinceladas que se refieren a un mundo que ha llenado de cultura su ocio, un tributo a «lo difícil cotidiano, tan frágil pero capaz de sostener una poética» y que él se niega a dejar desaparecer.
Como prueba de su amor a la música, el protagonista de su anterior novela, El sonido de la memoria, era un violoncello.
He aquí el argumento de La decisión de Roncole:
El famoso director Marco Roncole regresa a su Roma natal para un concierto extraordinario. Entre la soledad, los ensayos y los compromisos sociales, permanece cuatro días en la ciudad. Allí le asaltan los recuerdos de un pasado más feliz que le hacen ver el alto precio que está pagando por su éxito.
Roncole (Italia) es el pueblecito donde nació Verdi.
Como buen comercial dotado de sensibilidad y oído, Gavilán conoce el funcionamiento de la psicología humana y sabe de las soledades que acompañan muchas veces al éxito a pesar de la fama de donjuanes de muchos directores. Se acaba el espectáculo y todo el mundo encuentra su afán y su descanso, o se recoge en casa, pero el director de orquesta, que tan exigente se ha mostrado durante la representación y los ensayos, ¿a quién se acogerá? El libro se abre con una cita del director Solti que viene al caso, y ésa es la razón por la que ha decidido homenajear a estos profesionales en su novela, amén de proporcionar a sus lectores “dos horas de puro entretenimiento”.
El editor, por su parte, contó cómo la experiencia lectora debe ser secreta y exige por ello de un nacimiento misterioso. La suya fue ser llevado por su padre al teatro Calderón de Valladolid siendo muy niño, y allí, al escuchar los versos del Tenorio y oírlos en aquel ambiente tan cargado y recargado, con el perfume de las señoras expandiéndose alrededor, se despertó en él tal pasión por saberlos y poder decirlos de memoria, que ya no necesitó “ni cuentacuentos ni recorta y pega ni completa las palabras que le faltan” ni ningún otro recurso incentivador de esa pasión solitaria e insustituible.
Y con la música ha de pasar igual, añadió: “un placer no publicitable ni suscitable”, algo con lo que todos estamos de acuerdo sin discusión. Ahora bien, tampoco es menos cierto que, si en un determinado momento, no nos guiaran (como a él su padre llevándolo al teatro), tal vez nunca hubiéramos visto despertarse en nosotros ese placer.