Rams, el valle de los carneros: Una joya de la vida campestre

El sentimiento de la naturaleza, la nostalgia del campo así como la culpa por haberlo abandonado, con sus alegrías, sus castigos y sus terribles venganzas, es el sentimiento que nos invade al contemplar Rams (El valle de los carneros), una película islandesa que se alzó con La espiga de oro a la mejor película en la SEMINCI de Valladolid 2015.

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Poster de Rams (El valle de los carneros)

Todo un drama pastoril, nada bucólico sino muy naturalista que, sin embargo, deja lugar para la ternura. Ternura animal por encima de todo porque en ella los protagonistas, más que los hombres, son los animales que, con sus reacciones espontáneas y sus instintos desatados, desencadenan la acción y hacen que salga la ira tanto tiempo larvada, casi solidificada como un forúnculo, hasta reventar.

El frío y la rudeza de la vida en estos paisajes nevados inabarcables ponen el marco a lo que será un drama de acción y suspense largo tiempo cocinado y que por fin se va a servir en frío. El drama que dé rienda suelta a sentimientos tan irracionales, irreconciliables (y hasta inseparables universalmente desde La Biblia, pues de eso se trata) como la envidia y la fuerza de la sangre.

Es una película para contemplar, ya lo dije, para dejarse llevar por las imágenes, los gestos y los gritos que, como la fuerza del viento, muchas veces rompen el aire y quedan sin respuesta; o bien cuando la hay, ésta es tan dolorida que no hace falta entenderla con palabras y los rótulos se vuelven casi innecesarios.

Por otra parte, se ve un alto nivel de vida en casa de los pastores, al menos a ojos de quienes lo hemos vivido de cerca y hemos aspirado el característico «olor a sebo» que consagra el folclore. Pues bien, parece que «el olor a sebo» persiste, o al menos así lo imaginamos, dada su vestimenta, en estos dos solterones empedernidos que casi se acaban pareciendo a la estirpe que han conseguido criar, pero lo vemos asociado al confort y las comodidades, al agua caliente y a la buena comida y, por más que ellos en su vida de pastores vayan vestidos con los inevitables jerséis de lana gruesa, también se visten de gala y celebran sus reuniones periódicas en la ciudad y son tratados con gran respeto por las autoridades. Son los ganaderos de la región, los portadores de un orgullo local de clase y así es como se percibe.

Dirigida por el cineasta Grímur Hákonarson (Summerland) y protagonizada por Sigurdur Sigurjónsson y Theódor Júlíussson, dos de los actores más reconocidos de su generación, la película retrata la vida de dos hermanos que viven uno junto al otro en un remoto valle islandés pero que son, a pesar de dedicarse ambos a la ganadería, el trasunto de los bíblicos Caín y Abel. La quijada del asno parece pender a cada paso sobre sus peludas cabezas, todo los separa excepto el amor por sus carneros y por su perro, el orgullo del producto bien logrado, la estirpe de animales que consideran suya. Por todo esto, cuando la catástrofe se desata, ambos sienten, sin necesidad de expresarlo, que ha llegado el momento de olvidar viejos rencores.

Premios y nominaciones:

Además de La espiga de oro de Valladolid, Rams ganó el premio a la Mejor Película “Un Certain Regard” en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Cannes y también a la mejor película en los festivales europeos de Zurich, Serbia,Torun y Transilvania. Es una de las candidatas a mejor película de la Academia de Cine Europeo EFA 2015 y candidata por Islandia a los Oscar 2016 como Mejor Película de Habla no Inglesa.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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