Estamos ante una función que se desarrolla como un mecanismo de precisión, con un texto bien escrito y dos actores que se han identificado hasta el último detalle con los personajes de manera que cuesta creer que no sean ellos mismos los que dicen ser.
Aunque el tema de la confrontación de culturas no es nada nuevo (recordemos la exitosa El señor Ibrahim y las flores de El Corán que tanto juego dio en cine y en teatro), el dramaturgo Alberto de Casso ha sabido extraer del choque o encontronazo inicial donde a primera vista sólo puede caber el exabrupto, el espacio obligado de encuentro entre ambos donde se den las reacciones más contradictorias y los registros más conmovedores.
La tesis de la obra es que todo el mundo, por miserable que sea su situación, tiene algo valioso que ofrecer, y es así como se logran extraer del fondo de la miseria los registros más inesperados que van del rechazo inicial a la comprensión y finalmente a la complicidad sin reservas y ofrecimiento de ayuda mutua.
Los dos actores no desaparecen en ningún momento del escenario, no hay monólogos en sentido estricto (cuando los hay el otro está oyendo pero se hace el dormido) y sí hay mucha necesidad de comunicación, muchas ansias de compartir y mucha locura de conocerse.
He dicho locura, y lo repito porque tal vez sea éste el mayor acierto de la obra: ambos personajes sufren, aunque por diferentes motivos, una situación personal extrema que los lleva a expresarse con la mayor de las libertades usando la provocación como arma arrojadiza. Ella llega hasta la grosería porque necesita ser abofeteada. Lo conseguirá y ello será de gran ayuda. Porque ella es una chica de ciudad tan libre como perdida en sus afectos y él es un hombre mayor, el padre que ella nunca tuvo para cantarle las verdades que ahora oye de este extraño alumno de español al que siempre trató con condescendencia benévola. No habrá piedad. O tal vez esto es el nuevo nombre de la misma.
Buen montaje, buenos actores, mucho humor en medio del drama consabido de la identidad y los roles culturales, una delicia que me sorprendió el último día de su paso por Lagrada. Totalmente recomendable.
Título: Raquel y Rachid
Dramaturgia y dirección: Alberto de Casso
Reparto: África Hurtado, Julio Alonso
Escenografía y vestuario: Antagonía
Iluminación y espacio sonoro: Ana Rodríguez
Teatro Lagrada (Ercilla, 20, Embajadores, Madrid)
Fecha: 30 de noviembre de 2013