El día nos vincula con sus regalos sencillos. Me provoca, por ti, ese conocimiento natural que nos embriaga desde la palabra y la acción. Se convierte en el referente con tu modélico presente. Es un milagro.
Nos esforzamos para que todo tenga ese hilo de expresividad que nos reporte lo que fuimos cuando nada era lo que pensábamos. Nos declaramos a él, al día, a nosotros mismos, y aprendemos de la levedad que nos hace resurgir.
Hemos resuelto algunas incógnitas que nos plantean que lo relevante es comprender. Hay quien tiene y no lo sabe. Nosotros sabemos de lo que somos capaces y ejercemos el derecho a la libertad, a querer desde la independencia que nos remueve por dentro y por fuera.
Es la mejor jornada del mundo. Otros verán una más, pero es, sin duda, la mejor, porque la hemos configurado así desde la noche, con la Luna creciente que nos propone alternativas a las crisis sempiternas.
La finalidad de la existencia no es otra que recorrerla con felicidad, que ha de ser lo más completa posible. Ocurrirá si cuidamos del contexto desde un espíritu sano. Además, conviene que haya recurrencia, esto es, una actitud de transformación en positivo y con cánticos estelares.
El anhelo, por ende, es que repasemos todo esto, que lo asumamos y lo pongamos en valor. Es el día, el que necesitamos, con todo lo posible en el menú para saborearlo. Vamos.