Salvador Távora fallece en Sevilla a los 88 años de edad

Todos sus espectáculos han sido y son reflejo de un hondo compromiso hacia su tierra

La SGAE informa de que el dramaturgo y director teatral Salvador Távora ha fallecido hoy, 8 de febrero de 2019, en su Sevilla natal a los 88 años de edad.

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Salvador Tavora ©Antonio Acedo

Figura clave en las artes escénicas andaluzas por su trayectoria transgresora y renovadora del teatro, colaboró durante 35 años con la compañía La Cuadra, formación con la que creó su célebre espectáculo Quejío, popular por arremeter contra el academicismo del momento.

Miembro de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), formó parte de su Junta Directiva en 2001 y 2007 y fue miembro del Patronato de la Fundación SGAE. En 2017, recibió el Premio Max de Honor en reconocimiento a su vasta trayectoria profesional.

Con motivo de este galardón, concedió una larga entrevista a la organización en la que profundizó sobre su modo de entender las artes escénicas: “Mi teatro tiende más a la tragedia que a la comedia”, puntualizaba en el vídeo. “Son vivencias de las que he sacado una experiencia que, por la vía del arte, he convertido en comunicación, en teatro, pero entendiéndolo como emoción y como verdad”, añadía entonces.

Andaluz trágico

Salvador Távora nace en Sevilla en 1930 en el popular barrio del Cerro del Águila, y se cría en medio de las dificultades económicas y culturales que siguieron a la Guerra Civil española.

Con una trayectoria sobre los escenarios de más de cuatro décadas, su experiencia como mecánico de una fábrica de tejidos, como torero y su concepto del flamenco y su función social han provocado en el creador versatilidad como autor, dramaturgo, actor y director, uno de los más influyentes en la escena andaluza e internacional desde la década de los años 70.

“Yo soy un andaluz trágico, casi un andaluz, como decía Lorca, de la vida y de la pena”, introduce Távora, quien ha plasmado en su perspectiva teatral su experiencia de comunión entre el riesgo y arte del toreo. El entorno del barrio donde vive, el taller, los ruedos y su manera de entender el flamenco como reflejo de la situación social de su tierra, acumularon en él un caudal de vivencias.

Sus orígenes en el mundo del teatro se remontan a finales de los años sesenta, cuando el crítico teatral José Monleón lo requiere para formar parte del Teatro Estudio Lebrijano “por su singular forma de entender la expresión andaluza”. Ello le hizo participar en 1971 en el Festival Mundial de Teatro de Nancy, en el elenco de Oratorio, donde ya introduce el flamenco como un elemento de comunicación equiparable al texto, la acción y el gesto.

Ese mismo año concibe y elabora Quejío, espectáculo donde arremete contra el academicismo. Presentado en Madrid y en la Sorbona de París, el montaje sorprendió por la dignidad de su compromiso social y su singular lenguaje teatral. A partir de ese momento, la vida y el nombre de Salvador Távora quedan ligados a La Cuadra de Sevilla, grupo de teatro cuya actividad alimenta durante 45 años, creando para él veintiséis obras que han sido portavoces de una cultura específicamente andaluza, con las que llevaron su sentir a lo largo de más de 5000 representaciones, ante más de tres millones de espectadores, en 35 países y 180 festivales internacionales.

Obra comprometida y social

Todos sus espectáculos han sido y son reflejo de un hondo compromiso hacia su tierra, confesiones autobiográficas sobre una vida que está “tan unida a lo que hago en el teatro como el teatro es reflejante de la vida que vivo”. Sin duda, la particularidad de ese lenguaje teatral, clásico ya, y la verdad que transmiten sus montajes, son los factores que han permitido a La Cuadra permanecer en actividad a lo largo de más de cuatro décadas.

Entre sus trabajos más relevantes como autor y dramaturgo en La Cuadra caben destacar también Los Palos (1975), Herramientas (1977), Andalucía amarga (1979), Nanas de espinas (1982), Las Bacantes (1987), Alhucema (1988), Identidades (1994), sus afamadas Carmen (1996) y Don Juan en los ruedos (2000), ambas aún en cartel, o las más recientes Yerma, mater (2005), Flamenco para Traviata (2007), Rafael Alberti, un compromiso con el pueblo (2010), y Memoria de un caballo andaluz (2012).

Su lenguaje teatral se caracteriza por haber introducido en los escenarios, con singular precisión, el valor poético de las máquinas, de las herramientas, de las frases visuales del color, de la sorpresa y la belleza de los animales, de la armonía del ritmo en los objetos, de la simetría poética, y una buena parte del universo sonoro y dramático del andaluz, como los pasodobles, las marchas procesionales, las corales populares, el olor de los rituales o el riesgo y el estremecimiento de las corridas de toros.

Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1985), Premio Andalucía de Teatro (1990), Andaluz del Año (1993) por la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña, la Creu de Sant Jordi (1997), Premio de Honor del Teatro Andaluz (2013), Premio de la Asociación de Directores de Escena de España (2015) y miembro de Honor en la Academia de las Artes Escénicas de España.

Hijo predilecto de Sevilla (1997), el Ayuntamiento hispalense acordó por unanimidad rotular una calle con su nombre. A petición de las asociaciones de vecinos del barrio, en el año 2000, todas las calles del polígono industrial donde La Cuadra tuvo su sede social y se montaron la mayoría de sus espectáculos llevan el nombre de sus obras.

En marzo de 2007, La Cuadra inauguró un teatro propio estable en Sevilla bajo el nombre de Teatro Salvador Távora. Desde entonces, la actividad teatral del autor con su compañía se asienta en las investigaciones creativas sin abandonar las temporadas y giras por todo el mundo, trampolín para su reconocimiento histórico en el marco del teatro español contemporáneo.

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