El Samurái de Sevilla, de John J. Healey

Con la publicación por parte de La Esfera de los Libros de El Samurái de Sevilla, de John J. Healey, nos encontramos ante una historia fascinante pero real, una novela histórica que narra las peripecias de una expedición de samuráis encabezada por uno llamado Shiro que, arribando a España por el puerto de Sanlúcar de Barrameda en el año 1614 después de casi dos años de difícil viaje, llegó a nuestro país para echar raíces, de cuya semilla seguimos teniendo huellas por aquellas tierras andaluzas.

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Portada de El Samurai de Sevilla, de John J. Healey, publicado por La Esfera de los Libros

Como en tantas otras novelas, una vez más se mezcla en esta la fantasía literaria con los hechos históricos, consiguiendo, en su conjunto, una narración agradable de leer.

A través de sus páginas conoceremos cómo el Samurái Shiro junto al resto de la expedición llegan a una España del Siglo XVII en la que tendrán que ganarse el apoyo de personajes como el rey Felipe III y los duques de Lerma y Sidonia, además de intentar caer bien en la Corte, cosa no siempre fácil. Sobre todo, cuanto hay amoríos de por medio que, llegados a la zona de la infedelidad, pueden adquirir visos de peligrosidad.

Una Corte en la que los intereses creados de unos y otros irán apareciendo a lo largo de las páginas de El Samurái de Sevilla, con personajes, unos históricos, otros ficticios, como el citado duque de Lerma, que introduciéndose en la corte de Felipe III amasó una inmensa fortuna para sí y los suyos. O Don Rodrigo, también noble, pero de menor rango. O el padre Sotelo y sus jesuitas, con ganas de cristianar a los infieles de aquellas tierras lejanas.

Pero si ellos eran infieles para nuestras costumbres, nosotros, los occidentales, éramos barbaros para ellos, algo que veremos reflejado en la obra de John J. Healey. Unos bárbaros como el navegante y marino inglés Williams Adams, que habiendo sido salvado de la ejecución por el sogún Tokugawa Ieyasu, enseñará a al joven Shiro cómo trabajar la madera y cómo se diseñaban los barcos. O el fraile sevillano Luis Sotelo, protegido del mismísimo señor Date Masamune, iniciará al joven Samurái en los conocimientos del latín, griego y español.

Un samurai teatralizado

Hasta aquí, la historia de El Samurái de Sevilla, según la historia contada por John J. Healey. Sin embargo existió otra historia sobre el mismo personaje que por azares de vida y profesión me tocó vivir sobre los escenarios junto a un grupo de colegas del grupo teatral La Estrella, de la ciudad de Tres Cantos, del que formo parte desde hace unos 20 años.

En el año 2012 vino a vernos a un ensayo el director de teatro japonés Iwa Ikenoya, preguntándonos que si estábamos dispuestos a representar en forma de obra teatral el viaje por España del embajador de Keiko para Europa, Hasekura Tsunénaga, que tuvo lugar entre los años 1640-1615. Lógicamente aceptamos, ya que representar a personajes históricos siempre resulta atractivo para cualquier actor que se precie.

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Actores del grupo teatral La Estrella, de Tres Cantos, en el reparto de El Samurai de Sevilla
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Conrado Granado en el papel del samurái Hasékura Tsunégaa

Así pues pusimos manos a la obra metiéndonos en los personajes conforme al libreto aportado por el director japonés, que igualmente había distribuido los papeles, haciendo de narradora María Luisa Ocaña. El papel del Samurái Hasékura Tsunégaa me toco a mi, Conrado Granado. El del fraile franciscano Luis Sotelo Beato a Francisco Asensio. Felipe III fue Ezequiel Rey y Duque de Lerma, Ángel Triviño.

Según la narración del libreto, “Hace 400 años llegó a España una Samurái llamado Hasékura Tsunénaga, quien era jefe de la delegación enviada por el señor feudal de Masamune, actual ciudad de Séndai. Tras obtener el permiso del Shogun retirado Tokugawa Ieyasu, Date Masume ordenó una delegación conocida como Embajada de Keicho a Europa, con el objetivo de establecer relaciones comerciales con Nueva España (México) y el envío de misioneros españoles a Japón…”.

En el texto teatral del autor japonés se deja traslucir desde el primer momento que el viaje del Samurái y su séquito a España era de cualquier cosa menos que de placer. Es decir, que se trataba de intereses puros y duros: estaban muy interesados en establecer relaciones comerciales con Nueva España (México), aprender técnicas de navegación por parte de los españoles, muy avanzadas en aquella época, así como el proceso de purificación del oro y la plata, de lo que teníamos gran cantidad en las colonias de ultramar. Por su parte, Fray Luis Sotelo le contestará como contrapartida: “Nosotros queremos establecer una nueva ruta de navegación hacia Asia con la mejor condición marítima que la actual de Manila, y difundir y potenciar el catolicismo en Asia, creando una sede en el noroeste de Japón…”.

Intereses que se verán reflejados también en las palabras del Duque de Lerma, que con 61 años controlaba gran parte de lo que se cocía en la Corte, frente a un joven y menos experto Felipe III, que contaba con 31 años. Según el citado duque, a España le convenía conseguir el dominio de ultramar y expandirse hacia Asia, pero tenía el inconveniente de que portugueses y holandeses le llevaban la delantera a la hora de controlar las rutas comerciales, sobre todo los primeros, que tenían la exclusividad el puerto de Macao. Y claro, si Japón establecía con España una nueva ruta directa, los portugueses perderían muchos negocios, quitándole importancia a su ruta marítima…

Sin lugar a dudas, tanto El Samurái de Sevilla, de John J. Healey, como el que representamos en su día sobre el escenario nos acerca a una época en la que Japón necesitaba abrirse caminos, introducirse en Europa, pero en la que España, a la sazón una gran potencia, necesitaba también expandirse.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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