Sánchez (PSOE): parva plataforma cultural

Como el que suscribe tiene vivido todo este tiempo de régimen del 78 y mantiene bien perfilados en su memoria capítulos que en su día pudieron tener una cierta relevancia, cuando ayer escuchó la noticia de una convocatoria más del líder del Partido Socialista con el mundo de la cultura en periodo electoral, supuso que no debió de ser muy nutrido al número de destacados concurrentes.

Pedro Sánchez en el acto «Pedro nos une» para presentar el programa electoral del PSOE para el 20D

Los periódicos dicen hoy que así ha sido, en efecto, y que era bien visible el hueco de quienes en la etapa de Zapatero se apuntaron a lo que entonces se llamó “clan de la ceja”. En esta ocasión el lema de la cita no era precisamente un derroche de originalidad, “Pedro nos une”, y tampoco había como aliciente aquella promesa de retirada de la guerra de Irak que dio la victoria a ZP, gracias asimismo o sobre todo a las mentiras gubernamentales sobre la autoría de los atentados del 11-M.

La representación cultural fue ayer exigua, según leo. Entre las caras conocidas se mencionan las del actor Álvaro de Luna, Xavier Sardá o Forges, haciendo constar la información que se juntaron más integrantes de la ejecutiva federal del PSOE de ayer y hoy que caras conocidos del ámbito para el que se convocó el evento. Entre las promesas que se anunciaron en el manifiesto leído al efecto son de destacar la recreación del Ministerio de Cultura, como departamento específico de esa materia, y la reducción del IVA cultural hasta la media vigente en otros países europeos.

Me parece muy poca oferta, la verdad, para un país que lamentablemente ha ido perdiendo fuelle de un modo alarmante en la programación y potenciación de la cultura. Si se echa una mirada hacia atrás, tampoco es como para traca, y eso que en ocasiones precedentes el Partido Socialista llegó a contar con un numeroso apoyo del sector. Recuerdo, sobre todo, el magnífico y masivo respaldo que el PSOE de 1982 obtuvo en aquella convocatoria del Conde Duque de Madrid previa a su primera victoria en las elecciones de octubre.

No fue aquella expectativa luego satisfecha, como no lo fueron otras, pero es indudable que entonces fue mayor la actividad y la entidad de la cultura que la de nuestros días, no porque aquella fuera sobresaliente, sino por lo precaria que es ahora. Si ahora estamos en la atonía en que estamos y si el Partido Socialista no es capaz de movilizar a quienes un día lo apoyaron, habrá que convenir que las otrora llamadas fuerzas de la cultura van por otros derroteros más verosímiles, están hartas de promesas incumplidas o han sido fagocitadas o consumidas de modo alarmante por el propio sistema. Quédese cada cual con la respuesta que más le convenza.

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