El próximo jueves 31 de octubre se celebra el Día de la Reforma, en el que se conmemora la fecha en que, en 1517, el monje agustino alemán Martín Lutero clavara sus 95 Tesis en la puerta del Castillo de Wittenberg contra la venta de indulgencias, dando así origen al nacimiento de la Reforma Protestante. De la hemeroteca de Periodistas en Español traemos este artículo de nuestro editor adjunto, publicado el 2 de junio de 2012.
Si el doctor Martinus Luther levantara la cabeza, seguro que antes que a la Dom berlinesa a dar gracias a Dios al pie de la estatua que le erigieron en la columna central izquierda del altar por el retorno a la tierra, se encaminaría derechito a la Kanzleramt a tener unas palabras con la señora Angela Dorothea Kasner, más conocida por el apellido de su primer marido, Merkel.
Luego en la Catedral tiempo tendría de dar gracias por el imponente avance, las espectaculares conquistas del Wohlstandstaates, el Estado del Bienestar, para acto seguido pedir perdón por los pecados de la Iglesia, como el de seguir sin apoyar la plena igualdad de la mujer en la sociedad, empezando por la conservación de su apellido natural la mujer casada.
Entraría con voz grave y paso firme en la Cancillería, lógicamente sin pedir audiencia; no en vano él, Martín Lutero, es el referente espiritual, teológico y eclesiástico-administrativo de cuantos párrocos, como su difunto padre Horst Kasner, vienen llevando desde hace cinco siglos junto al nombre de su oficio de pastores la advocación a su apellido: luteranos.
Continuemos con la ficción, pues si alguien hay que en este mundo de nuestros pecados –insignificantes, al lado de los de quienes están causando nuestra ruina colectiva–, esa persona no es otra que el Reformador Lutero.
Empezaría por recordarle que no es virtud evangélica y desde luego está en las antípodas de la Ética Protestante instalarse en el insulto y la descalificación de pueblos enteros, mofándose de sus ciudadanías, a las que se acusa de despilfarradores, vagos profesionales, etc. etc.
Le preguntaría dónde rayos tiene escondidos –si es que todavía los conserva–tempranos escritos suyos de importancia no menor con sus sermones gegen Zins und Wucher (contra el interés y la usura) o, ya en los últimos momentos de su vida, su obra Von Kauffshandlung und Wucher (“Sobre el comercio y la usura”).
Le haría saber lo que se dice en las distintas ediciones –bien es verdad que de circulación alarmantemente minoritaria– en las solapas del libro: el que Lutero “expone una visión profundamente crítica de las prácticas económicas del capitalismo naciente de su tiempo, a las que opone una ética radicalmente evangélica que pone en cuestión los fundamentos del capitalismo. Su crítica radical tiene una indudable pertinencia en nuestros tiempos de hipertrofia financiera”.
Leyéndole el pensamiento a la canciller, y antes de que le viniera con la cantinela de que “eran otros tiempos”, le refrescaría la memoria con un dato tremendamente actual como es la creciente extensión de la iniciativa Oikokredit de cooperativas de microcréditos como una oportunidad de desarrollo, iniciativa a la que no son ajenas comunidades de base de la Iglesia Evangélica Alemana. “Los mercados”, con la voracidad inmisericorde de su maquinaria especulativa… no son cosa del Evangelio.
La invitaría el próximo domingo a alguna de las iglesias en las que, cada vez con mayor frecuencia, se predican sermones Gegen die Gier in der Welt. Como suena: “Contra la codicia en el mundo”.
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Argentina: el 31-O, Día de la Reforma, feriado en Entre Ríos
Otros artículos del autor sobre Martín Lutero:
Aquellos dineros de la joven Angela Merkel (20 de septiembre de 2013)
Lutero contra la usura (PES, 15 de julio de 2013)
La manipulada sombra de Lutero (PES, 15 de noviembre de 2012)
Cuatro cosas sobre la década de Lutero (Lupa Protestante, 1 de octubre de 2008)
Que fuerza crítica, consecuente y revolucionaria la de Martín Lutero, quien, como otros grandes líderes de la humanidad, generó un proceso y éste luego adquirió vida propia y dimensiones más allá de su ámbito in situ que quizás el mismo gestor inicial jamás imaginó.
En Valdivia, zona sur-austral de Chile, una importante inmigración alemana en la mitad del siglo XIX, trajo a esa parte del país un buen número de luteranos, más algunos agnósticos y ateos inclusive, no faltando miembros de fraternidades. La presencia luterana influyó fuertemente en un impulso liberal progresista y de tolerancia ciudadana en esa parte de Chile, de convivencia religiosa o sin ella, según el caso, junto a desarrolllo económico y cultural.
El inmigrante Luis Rudloff Sangmeister (industrial, curtiembre y fábrica de calzados) fundó y presidió por 30 años la Iglesia Luterana de Valdivia, con gran reconocimiento de su comunidad. Igualmente, fue el principal fundador de la masonería regional (1902), dirigiéndola, institución con la que los protestantes coincidían en impulsar la libertad de cultos y respeto a las creencias de fe sin privilegios del Estado hacia ninguna de ellas y sin exclusiones, así como defender la libertad de pensamiento.
L. Rudloff fue también un eficiente Alcalde que al terminar su gestión, entregó el Municipio con superávit de fondos, quizás un caso único para la historia de Valdivia.
Varios empresarios e industriales luteranos, solían ser ejemplo de honradez y de preocupación por el bienestar de sus trabajadores; en ciertos casos, agrupados, implantaron medidas favorables para sus colaboradores por iniciativa propia, iniciativas que más tarde serían impulsadas por el Estado de Chile y convertidas en leyes laborales. El mismo L. Rudloff favoreció el liderazgo obrero incluso con presencia de tales en la política, a través del entonces Partido Liberal Democrático.