Vivir en Praga (10 de 10)

En artículos anteriores señalé el odio de los checos hacía los soviéticos, que llegaba al grado de que cuando salíamos a pasear los jefes de la revista Problemas de la Paz y el Socialismo que editaba ahí la URSS y donde yo trabajaba corrigiendo la edición en español, me pedían dijera eran mexicanos para no recibir insultos.

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Praga, calle del centro histórico

Como sucede en toda nación culta, una de las características de Bohemia es el aprecio por la libertad.

Y se refleja en sus héroes y escritores.

Desde el reformador Jan Huss, quemado vivo en 1415 por cuestionar la inmoralidad de la Iglesia Católica y los monarcas que se beneficiaban de la venta de indulgencias.

Hasta la reacción del país entero cuando tropas de cinco países del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia en agosto de 1968, para aplastar la Primavera de Praga; que se proponía, un socialismo «con rostro humano y libertades individuales».

Los poquísimos escritores checos que he podido leer, coinciden en denunciar con valor y sarcasmo, a los poderosos.

Entre los que escribieron en lengua alemana destacan Rainer María Rilke, uno de los más importantes poetas de la literatura universal, quien sostuvo que es la actitud con la que enfrentamos los acontecimientos, lo que permite extraer lo mejor o lo peor de ellos.

Franz Kafka, uno de los primeros novelistas en amalgamar lo realista con lo fantástico.

Y el novelista judío Josef Paul Hodin, cuyos padres fueron asesinados en Auschwits y a cuya obra se refiere Alberto Gordo, en la revista Letras Libres del pasado 30 de junio, titulado Praga y la otra literatura alemana.

Su relato más memorable, precisa Gordo, es la autobiografía publicada en 1985 Esta madrecita tiene garras. La historia de una juventud praguense.

«Documento único sobre aquella ciudad que, como dijo Musil, era el centro de Europa, donde se cortaban los antiguos ejes del mundo».

Incluye también Gordo, a H. G. Adler (1910-1988), sobreviviente de la persecución a los judíos de Praga y poeta, novelista e historiador del Holocausto en su monumental obra Theresienstadt; el campo de exterminio alemán, al que me referí en otro artículo de esta serie y donde pasó parte de su niñez.

El heroísmo y la resistencia contra los alemanes son la trama del Reportaje al pie de la Horca, del periodista comunista Julius Fučík, sobrino del músico checo del mismo nombre; arrestado en 1942 por la Gestapo y ejecutado en 1943.

Su reportaje fue sacado clandestinamente hoja por hoja de la cárcel de Panktac y se publicó al terminar la Segunda Guerra Mundial, siendo traducido a setenta idiomas.

Sátira intensa sobre los poderosos es el principal ingrediente en la obra del poeta, cuentista, dramaturgo y novelista Jan Neruda; cuyo apellido tomó el poeta chileno Neftalí Reyes, para autobautizarse como Pablo Neruda.

En sus Cuentos de Malá Strana, Ciudad Pequeña, describe personajes, casas y fondas del barrio donde creció.

Como la fonda de Stajnic, frecuentada por funcionarios, catedráticos, oficiales del ejército y ricos propietarios.

«Era el Olimpo donde se reunían los dioses de aquel barrio; que a diferencia de los dioses griegos no eran elegantes, ingeniosos, hermosos y alegres, helenos siempre en todos los sentidos; sino silenciosos, patriarcales, soñolientos, protegidos por pudientes …»

Entre ellos «un conde tuerto con el mismo perfil aristocrático que las aves de rapiña, que devoran a sus presas donde pueden… y por temor de que fuera a clavarme el pico, daba rodeos cuando lo veía».

Y los señores Rysanek y Schlegl, quienes ocuparon el mismo sitio once años sin dirigirse la palabra… se odiaban por haber amado a la misma mujer que finalmente se casó con Schlegl y murió en el parto.

Dejó una niñita «de belleza arquitectónica todo en su sitio, pero sin expresión… sus ojos brillaban como las ventanas recién lavadas. Su boca se abría despacito como un portal y quedaba abierta de par en par o volvía a cerrarse con la misma lentitud…»

Así va recorriendo a los contertulios y sus actividades.

Escritor muy conocido en México es Milan Kundera; antes de la invasión había publicado La broma y El libro de los amores ridículos, sobre ilusiones y desilusiones de la generación que ayudó a colocar a los comunistas en el poder.

Tras la invasión soviética, fue declarado apátrida; se instaló en Paris, en 1981 adoptó la nacionalidad francesa y no pudo recuperar la checa hasta 2019.

De él son, La Fiesta de la Insignificancia; ya en el primer capítulo Alan, uno de los personajes centrales, perfila lo que será, al presentarse meditando sobre el ombligo que advertía tras las ropas de jóvenes parisinas.

Y su novela más admirada, La insoportable levedad del ser, publicada en 1984 y traducida a cincuenta lenguas, relata el drama nacional de la invasión y el personal del presidente Dubcek llevado a Moscú y obligado a leer por radio un discurso de rectificación, lleno de pausas penosas.

Describe Kundera la alteración de vidas y relaciones; amor, sexo, obligaciones familiares y las infidelidades de sus protagonistas:

Tomás, un ilustre médico que por no plegarse a los soviéticos fue despedido, emigró a Zurich y regresó a su patria, pero no pudo volver a ejercer su profesión y debió ganarse la vida limpiando vidrios.

Su eterna amante Sabrina y su esposa Teresa, fotógrafa del odio de la población por la presencia de invasores que cambiaron hasta los nombres de las calles y la impotencia de los checos, que solo pudieron alterar las flechas y nombres que marcaban las direcciones, para provocar que se perdieran.

Escritor y periodista poco conocido en México es Jaroslav Hašek; autor de Las aventuras del buen soldado Shveik durante la Primera Guerra Mundial; cuando los alemanes impusieron a los hombres checos la obligación de ir a guerras ajenas.

Y para evitarlo se amputaban miembros, simulaban estar locos y daban mil pretextos, sin éxito; porque eran siempre sometidos a torturas, para descubrir si fingían.

El libro es muy extenso y con este divertido párrafo sobre su expulsión del manicomio, cierro la serie Vivir en Praga.

«De verdad no comprenderé nunca, porque los locos se enojan de que los tengan ahí. Uno puede arrastrarse desnudo por el piso, aullar como chacal, enfurecerse y morder… Existe tal libertad, que los socialistas nunca se han atrevido a soñar algo parecido… Uno puede hacerse pasar por Dios Padre, por la Virgen María, por el Papa, por el Rey de Inglaterra y hasta por San Wenceslao, aunque a este último lo tenían siempre atado y en aislamiento… Había quien aseguraba era los santos mellizos Cirilo y Metodio, para que le dieran dos raciones de comida… Un señor que estaba encinto, invitaba a todo mundo al bautizo… Otro se sentía libro y gritaba exigiendo una encuadernación moderna… Y lo bonito es que nadie decía no haga eso, no grite, no muerda; los días que pasé en ese manicomio al que me mandó el Tribunal Militar, fueron los más felices de mi vida».

Adios-a-Praga-Matias-en-la-estacion-de-ferrocarril-copia-900x542 Vivir en Praga (10 de 10)
Adios a Praga, Matías en la estación de ferrocarril
Teresa Gurza
Periodista. Soy mexicana, estudié la carrera de Historia y soy Locutora, Cronista y Comentarista y Licenciada en Periodismo, pero ante todo reportera. Me inicié en televisión en 1970 y fui reportera, conductora y productora de programas noticiosos; reportera de asuntos especiales de los diarios El Día, UnomásUno y La Jornada, y corresponsal en la Unión Soviética, Checoslovaquia y Michoacán. Por razones familiares, mi marido era chileno, viví en Chile más una década. He recibido muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Nacional de Periodismo en Reportaje y ahora radico en México y escribo artículos para Periodistas en Español y otros medios.

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