Busquemos las razones del día en los instantes más cortos, en los que nos dan sosiego, en los que nos reportan la calma a la que tenemos derecho, que tanto precisamos.
No ocupemos el trecho en nimiedades. Nos podemos aportar más y más. Además, nada es lo que parece. Las cuestiones fundamentales nos atañen con avistamientos claros, si los definimos, que nos deben indicar por dónde serenar las mareas que nos envuelven a veces.
Indaguemos para llegar a buen puerto. Lo podemos encontrar cerca, con intenciones que nos dibujen la parte básica. Nada resulta como elucubramos, ni tampoco debe ser lo que ansiamos. Todo sale bien al final. Por lo tanto, aclamemos y aceptemos, con las evoluciones que podamos imprimir, cuanto nos es dado. «Así viene, así conviene», según nos glosa el Evangelio.
Nos hemos de referir a los paños calientes que nos destacan y curan la parte crucial con la que viajamos. Garanticemos la paz, que no se ha de perder en modo alguno. Nos hemos de convertir en luz. No malgastemos el tiempo. Empecemos por alguna parte positiva y desde la buena intención.
Hoy es nuestro estadio. Hemos de decidirlo nosotros. Apartemos los demonios de los bosques. No huyamos. Procuremos las mejores huellas. Adelantemos el paso, y saquemos la voluntad más leal y fuerte. Será.