La exposición del verano 2014 que acaba de presentar el Museo Thyssen Bornemisza, Alma-Tadema y la pintura victoriana en la Colección Pérez Simón, viene a rellenar un espacio artístico poco conocido en España y poco apreciado durante un siglo en Europa.
En realidad la pintura victoriana y sobre todo el Esteticismo, movimiento que alcanza su máximo auge a partir de 1880que es lo que en su mayoría veremos en la muestra, fue una auténtica vanguardia, limitada al territorio insular británico.
La Colección Pérez Simón quizá sea la más importante del mundo de pintura victoriana, desde la disolución de los ‘pre-rafaelitas’ –grupo influyente de vanguardia asociado a Ruskin– en 1860 hasta los años que precedieron a la primera Guerra Mundial.
La muestra compuesta por cincuenta obras, incluye sin duda a los artistas más relevantes de ese movimiento, desde el pre-rafaelita Rosetti a los esteticistas Lawrence Alma-Tadema, –que titula la exposición- Frederic Leighton, Edward Coley Burne-Jones, Albert J. Moore, John Everett Millais, Edward Poynter o John Waterhouse.
Las fuertes actitudes moralistas de la era victoriana tuvieron que enfrentarse a otras realidades. Cuando Victoria ocupó el trono en 1837, Inglaterra era una sociedad agraria rural; a su muerte en 1901 era el país más industrializado de Europa. A finales de los 1830 la Ley de propiedad de las mujeres casadas, reconoce a las mujeres el derecho a la propiedad después del matrimonio, el derecho a divorciarse y a reclamar la custodia de sus hijos. El derecho de sufragio femenino llegaría bastante más tarde, en 1918. En la Cámara de los Comunes predominaban el partido conservador Tory y el liberal Whig, que produjeron hombres de estado que aún se recuerdan como Peel, Stanley, Temple, Gladstone, Disraeli… La literatura de la era victoriana es fuertemente crítica con todos los estamentos sociales: Charles Dickens que con su Oliver Twist hizo una crítica mordaz del trabajo y maltrato infantil en 1838. Las hermanas Brontë, Lewis Carroll, el famoso matemático autor de Alicia, Herbert G. Wellssiempre recordado por La guerra de los mundos, Oscar Wilde víctima de la Ley contra actos indecentes entre hombres, el Doctor Arthur Conan Doyle, uno de los padres de la novela detectivesca, Bram Stoker creador del siempre vigente Drácula, Robert L. Stevenson o la ciencia al servicio de la aventura, Charles Darwin al que aún hoy en día hay quien le discute El origen de las especies, y varios etcs.. En todos ellos está presente el ideal de progreso científico, económico, social, tecnológico. En la arquitectura persiste el conservadurismo y la tradición neo-gótica hasta que en 1851 la Gran Exposición Mundial muestra las innovaciones del siglo; el protagonismo del Crystal Palace, pionero del Modernismo, la fotografía, que tantos cambios iba a producir en el arte como el Realismo Social y el principio de algunas técnicas impresionistas, presentes en los postimpresionistas Sickert y Hall y en el retrato de Ruskin de Millais.
Los pintores del movimiento Esteticista tuvieron la voluntad de representar un contraste frente a la hipocresía moralista que caracterizó su época, al mismo tiempo que tenían que adaptarse a los criterios conservadores de la poderosa Royal Society, a veces en difícil equilibrio. De ahí la vuelta a la antigüedad clásica, a las leyendas artúricas, todo ello al servicio al culto de la belleza femenina, de la armonía visual, de los ambientes suntuosos. La mujer se convierte en protagonista absoluta, con sus emociones a flor de piel. Mujeres pensativas, enamoradas, soñadoras, bondadosas, malvadas, evocadoras del placer sensual, el deseo o el misterio en heroínas antiguas o medievales. Un culto a la mujer que va en dirección al onirismo y la magia del movimiento simbolista europeo, sin llegar en ningún momento al impresionismo que en Inglaterra tendrá una expresión tardía, cuando en Europa ya se caminaba por la segunda fase del cubismo.
Artistas y obras destacadas en la exposición
Lawrence Alma-Tadema (1836-1912)
El éxito que el pintor de origen holandés Alma‐Tadema tuvo en Inglaterra, donde se instaló en 1870, se debió en gran medida a que su fascinación personal por la historia grecorromana coincidía con el interés creciente de los ingleses de la época por la civilización clásica. La década de 1880 fue la más prestigiosa de su carrera. El entusiasmo por su obra le animó a pintar cuadros de grandes dimensiones, como Las rosas de Heliogábalo (1888), que se expuso por primera vez en la Royal Academy. Un tema histórico que enfatiza el aspecto más oscuro del imperio romano, con sus intrigas de palacio y sus asesinatos. La vida del joven emperador Heliogábalo (218 a 222) es el ejemplo perfecto de esta decadencia que fascinaba a los contemporáneos del pintor. La fuerza de esta obra maestra reside en la discrepancia entre la belleza que aparentemente presenta y la crueldad real del tema representado, entre el encanto decorativo del cuadro en sí y la tragedia de la muerte que se consuma en primer plano. Un magnífico ejemplo de la maestría del pintor en la representación de las diferentes texturas y colores de los tejidos, de las carnaciones o del mármol. A finales del siglo se dedicó a pintar escenas de género, sentimentales y atemporales, para adaptarse a la evolución del gusto británico.
Edward Coley Burne-Jones (1833-1898)
A principios de 1860, comienza la verdadera carrera de pintor de Burne‐Jones. Fiel a la tradición poética del prerrafaelismo, y gracias a su excepcional sentido de la línea y de los colores, creó un mundo de pasión y de ensueño. Al mismo tiempo, dibujaba vidrieras para la empresa de William Morris, un antiguo compañero de la Universidad de Oxford. En 1877 tuvo lugar su primera exposición en la Grosvenor Gallery, -más progresista que la Royal Academy- que le proporcionó un gran éxito y reconocimiento. La década siguiente se caracterizó por una constante sucesión de empresas ambiciosas y de éxitos en Inglaterra – primera exposición retrospectiva en Londres en 1893-. En Europa y Estados Unidos fue apreciado en los ambientes simbolistas. Ejecutó algunos retratos, pero fue sobre todo su actividad como decorador la que le granjeó una mayor popularidad. En la exposición, la inquietante y bellísima Pygmalion de 1873.
Frederic Leighton (1830-1896)
Tuvo la fortuna de formarse en Alemania, Italia y Francia. Cuando se instala en Londres en 1859, este artista inglés tuvo que buscar su camino entre las tradiciones al uso y el apenas nacido Movimiento Esteticista. Su obra dominada por los grandes temas clásicos, se caracteriza por un tratamiento contenido de los sentimientos y por la búsqueda permanente de la belleza formal. En 1864 entró en la Royal Academy como miembro asociado, llegando a ser presidente de la institución en 1878 hasta su muerte.
Crenaia, la ninfa del río Dargle de 1878, es una obra maestra del movimiento estético: puramente decorativa, ejerce un impacto inmediato sobre los sentidos gracias a la armonía de su composición. Un bellísimo estudio sobre las cualidades abstractas del color y de la forma, cuya disposición se equilibra y contrapone rítmicamente.
William Waterhouse (1849-1917)
Waterhouse es el último de los grandes pintores clásicos de las épocas victoriana y eduardiana. Estudió en las escuelas de la Royal Academy y viajó varias veces a Roma, ciudad en la que había nacido. Después de una primera etapa marcada por la influencia de Alma‐Tadema y dedicada a la reconstrucción de la vida cotidiana antigua, cambia radicalmente de temática al inicio de la década de 1880, añadiendo referencias literarias a sus interpretaciones de la Antigüedad clásica y centrando casi todo su interés en la representación de la belleza femenina, sobre todo a través de heroínas y hechiceras. Fascinado por la magia y las ciencias ocultas, creó algunas imágenes icónicas de mujeres fatales en la pintura victoriana. Nombrado académico en1895, gozó de un éxito continuo en Inglaterra hasta 1912 y participó en numerosas exposiciones internacionales, tanto en Europa como en Estados Unidos. La bola de cristal (1902) reúne todos los elementos que contribuyeron a la fama de Waterhouse durante la última década del siglo XIX: una mujer sola, de belleza ideal, en un interior abierto aun paisaje, concentrada en una ocupación ‐en este caso, la lectura de una bola de cristal‐. La joven responde al “tipo Waterhouse” de mujer: esbelta, con un cabello que realza un bello rostro ovalado, de barbilla prominente, ojos almendrados y boca pequeña.
John Melhuish Strudwick (1849-1937)
Perez Simón tiene un papel de primera fila en el redescubrimiento actual de este artista tan complejo, que tuvo. entre 1875 y 1900, un éxito considerable y contaba con una fiel clientela, especialmente entre los armadores de Liverpool, como William Imrie, propietario de la White Shipping Line. Trabajó durante años en el taller de Burne‐ Jones hasta que el éxito de Canción sin palabras, en la exposición de la Royal Academy de 1875, le permitió abrir su propio taller. Su estilo se caracteriza por su marcado carácter decorativo, el gusto por el detalle, los colores inspirados por el renacimiento florentino y un tipo de mujer que debe tanto al estilo de Burne‐Jones como al estudio de la obra de Botticelli. Otras obras de Strudwick como Pasan los días (1878) o Las murallas de la casa de Dios (c. 1889) le acercan más al simbolismo europeo.
Edward John Poynter (1836-1919)
Nacido en París en el seno de una familia de artistas, Poynter recibió una educación cosmopolita en la capital francesa, en Italia y en la Royal Academy. De regreso en Londres, participó en amplios proyectos decorativos, como el del South Kensington Museum (el actual Victoria and Albert Museum) y el del vestíbulo central del Parlamento de Westminster. Durante la década de 1860, Poynter fue uno de los artistas líderes de su generación y participó en el desarrollo del movimiento estético. Su Andrómeda de 1869, es uno de los desnudos más bellos de la pintura europea de la segunda mitad del XIX. La referencia a la temática mitológica, aunque se reduzca a la representación de la joven resignada a su suerte, y las pequeñas dimensiones del cuadro ayudaron a que la obra fuera aceptada en la Academia, aun cuando el desnudo era todavía un género secundario en la pintura británica. Poynter logra aquí una extraordinaria síntesis entre los cánones clásicos, la influencia de los desnudos de Ingres en la posición del cuerpo, la de Tiziano en los colores y un genuino naturalismo británico, especialmente destacado en el cabello de Andrómeda. A partir de 1875, sus obligaciones docentes y administrativas, unidas a su fidelidad al clasicismo, redujeron notablemente la cantidad y la calidad de su obra pictórica. Nombrado miembro asociado de la Royal Academy en 1869 y académico en 1876, presidió la institución hasta su muerte, en 1919. La exposición está organizada en seis ámbitos: Eclecticismo de una época; Belleza ideal, belleza clásica; Alma‐Tadema, entre reconstrucción histórica y ensueño; El rostro, espejo de la belleza; Del prerrafaelismo al simbolismo y Entre tradición y modernidad.
La selección de obras permitirá descubrir cómo el arte británico del siglo XIX siguió un modelo diferente al del resto de Europa. Londres era entonces una destacada capital cultural en la que la creciente actividad de coleccionistas y marchantes animaba el mercado del arte. Entre 1860 y 1880 se vivió un auténtico renacimiento, cuando los artistas empezaron a reflexionar sobre su propia práctica artística.
Frente a la hegemonía de la Royal Academy y a su sistema conservador de selección de obras, se produjeron varios intentos de apertura encabezados por artistas, como Whistler y Burne‐Jones, en desacuerdo con la oposición de la Academia hacia las nuevas tendencias que estaban desarrollándose tan cerca como el lado de enfrente del Canal de la Mancha. La Galería Grosvenor y su sucesora la New Gallery fueron el refugio de los artistas más abiertos a los nuevos criterios. Pero el esteticismo solo se aproximó al simbolismo, no fue capaz de hacer la ruptura que en Francia y otros países de Europa estaba haciendo el impresionismo.
Philip Wilson Steer (1860/1942), Laura Knight (1877-1970), Walter Sickert (1860-1942), miembro del Camden Town Group, y sospechoso nada menos que de ser Jack el Destripador, son algunos de los escasos impresionistas británicos posteriores a la Era Eduardiana. La mejor, la mujer, Laura Knight. Pero esta sería otra historia. La que ha marcado las diferencias entre las Islas Británicas y el Continente. Durante siglos, la insularidad fue un factor de aislamiento con respecto a Europa. Quizás debido a esto el esteticismo victoriano fue una vanguardia sin rupturas.
Ficha de la Exposición.
- Título: Alma-Tadema y la pintura victoriana en la Colección Pérez Simón.
- Lugar: Museo Thyssen Bornemisza. Paseo del Prado 8. Madrid.
- Organizan: Culturespaces, en colaboración con el Chiostro del Bramante y el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid.
- Apoya: Fundación JAPS
- Fechas: 25 de junio a 5 de octubre 2014
- Comisaria: Véronique Gérard-Powell, profesora honoraria de la Universidad París-Sorbonne.
- Itinerancia: París – Roma – Madrid – Londres, Leighton House Museum. 14 de noviembre 2014 a 29 de marzo 2015
- Actividades relacionadas:
- Conferencia La pintura victoriana y el gusto de su época. 23 de septiembre. Véronique Gerard-Powell.
- Publicaciones: Catálogo con textos de Véronique Gerard‐Powell y Charlotte Ribeyrol. Publicación digital en la app QuioscoThyssen.