20 000 días en la Tierra (20 000 days on Earth) es el título de un documental tan bien hecho, tan franco, íntimo y ameno, que más que documental, parece película, ya que, a la vez que sorprende, destila toda una filosofía de vida.
A lo largo de 24 horas ficticias de su vida, en apenas 97 minutos de duración, el músico Nick Cave desgrana sus ideas sorprendentes sobre la composición musical, al mismo tiempo que regala un retrato íntimo que, como todo lo bien hecho, acaba repercutiendo en el espectador.
Su carrera se presenta ante sí mismo como un logro, un triunfo cumplido -y narrado sin complejos- no sólo sobre sí mismo: Por el camino han quedado las románticas ideas que pretendían hacer de la autodestrución un arte, apelando a un romanticismo trasnochado. No hay más que ver su expresión impecable y atenta para darse cuenta de que la disciplina, el nombre artístico de la creación, es un componente necesario en un proceso que nunca se da por terminado por más que uno pueda estar satisfecho del camino recorrido.
A la larga, se trata de una evocación contada paso a paso del poder transformador que el arte produce en los artistas, pero también en los espectadores, al fin y al cabo responsables del cumplimiento último de todo proceso creativo. Aquí se trata de la música, pero sería aplicable a cualquier arte. No hay duda de que sobre él, Nick Cave, la composición, el esfuerzo titánico realizado para llevarla a cabo, ha tenido un efecto absolutamente regenerador.
«Inventivo», «inspirador», todos los epítetos convienen a este bello drama que pone los puntos sobre las íes en lo salvífico de la música, pero sobre todo, cómo combinar la entrega a la creación musical, a la composición de canciones de éxito con el hecho de mantener una relación estable con una mujer y sacar adelante unos hijos.
Así era antes él, antes de tomarse en serio a sí mismo y crear. Crear música y crear armonía en lo que le rodea, en todo lo que depende de él:
«Yo iba cada domingo a Portobello «a pillar», pero antes había ido bien temprano a misa para cumplir con el precepto dominical, había esperado hasta el final y había saludado al padre, luego pasaba toda la tarde colocado. Creía que era un buen tipo porque así compensaba una cosa con la otra. Estaba loco. Cuando conocí a Susie (su mujer), lo primero que me dijo fue: Tienes que prometerme no volver a la iglesia.» (Risas. Le quitaba así la justificación de la obra piadosa para luego drogarse creyéndose un buen tipo.
Tiene 2 hijos preciosos como dos soles y todo parece milagro en su vida y en su música. Sin embargo, ha de aislarse como un anacoreta para componer. Y necesita comer bien y rodearse de objetos de calidad, un artista no puede prescindir de una dignidad ni llevar una vida arrastrada si la puede llevar buena.
Dirigido por Iain Forsyth y Jane Pollard y protagonizado entre otros por el propio Nick Cave (quien también participa en el guión), este autobiodocumental se alzó en 2014 con el premio al mejor director y mejor montaje en el Festival de Sundance.