Ivet González (IPS/La Habana).- La botánica Ramona Oviedo ha pasado décadas desandando campos cubanos para estudiar y controlar invasiones de flora exótica, un problema serio que tiende a agravarse con las alteraciones climáticas.
El recalentamiento «puede potenciar el impacto de las plantas invasoras, que son más resistentes que la flora autóctona cubana», dijo Oviedo, investigadora del Instituto de Ecología y Sistemática (IES), en entrevista con IPS.
Las invasiones biológicas -de animales, plantas, hongos o microorganismos introducidos y adaptados- son resultado de la globalización, que universalizó actividades como viajes y comercio internacional, o de acciones deliberadas, como la piscicultura, el tráfico de mascotas, la horticultura y el control biológico, señala el Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Hoy constituyen la segunda causa de la pérdida de especies, después de la degradación de los ecosistemas.
En Cuba hay 323 especies vegetales invasoras, que colonizan entornos naturales y agrícolas, desplazan la flora autóctona y causan desajustes muy costosos para el ambiente y la economía. Y otras 232 plantas exóticas tienen potencial para pasar a esa categoría.
El aumento del calor y de la sequía -efectos locales del cambio climático- dañará la vegetación nativa, y su lugar puede ser ocupado por especies exóticas muy resistentes y reproductivas, dijo Oviedo en entrevista con IPS. Los terrenos devastados o dañados por los huracanes pueden correr un destino similar.
En la segunda mitad del siglo XX, la temperatura media de Cuba subió 0,5 grados, según el informe «El Caribe y el cambio climático. Los costos de la inacción«, publicado en 2008 por investigadores de la estadounidense Tufts University. Y proyecciones locales estiman que para 2100 el aumento será de entre 1,6 y 2,5 grados.
Siete huracanes intensos pasaron por territorio cubano entre 2001 y 2011, única década con semejante registro desde 1791. La sequía se hizo más frecuente y severa desde 1961, y el episodio más agudo se extendió entre 2003 y 2005 por todo el país.
Esas alteraciones asociadas al calentamiento suceden en ecosistemas «debilitados, fragmentados y alterados» por siglos de desarrollo agrícola y urbanístico, subrayó Oviedo. Toda vez que las especies nativas se afectan, las invasoras encuentran más posibilidades de expandirse, puntualizó.
Cuba, como muchas islas, tiene una gran proporción de flora endémica -que solo es posible encontrar aquí- y que necesita ser conservada.
Pero, para una economía como la cubana, manejar estas invasiones constituye un reto, dijo la experta. Muchas de estas plantas inhabilitan tierras cultivables y tapan cuerpos de agua o los contaminan.
El marabú (Dichrostachys cinerea), un arbusto africano, ocupa hoy grandes extensiones. Comenzó a expandirse a finales del siglo XIX, posiblemente introducido como planta ornamental o de curiosidad botánica o en ganado que la había ingerido y que no fue sometido a la cuarentena obligatoria.
De hecho, las más de 1,5 millones de hectáreas de tierras ociosas entregadas en usufructo desde 2008 hasta junio de 2012, tenían algún grado de infestación de marabú o de otras malezas. El campesinado que recibió esas parcelas tuvo que limpiarlas a golpe de machete antes de cultivarlas.
El marabú también está presente en las 975.486 hectáreas que aún debe distribuir el estatal Centro Nacional del Control de la Tierra.
Pero plantas como esta no son del todo «indeseables», argumentó Yoan Sarduy, delegado del Ministerio de la Agricultura en Cienfuegos, 232 kilómetros al sudeste de La Habana. El marabú, por ejemplo, mejora los suelos,y productores de esa provincia aprovechan su madera para hacer muebles y carbón, dijo a IPS.
Además del marabú, las plantas exóticas que más afectan a este país son la casuarina (Casuarina equisetifolia), el ipil-ipil (Leucaena leucocephala), la pomarrosa (Syzygium jambos) y el aroma (Acacia farnesiana). El jacinto de agua (Eichhornia azurea, el camalote sudamericano) y el miriofilum (Myriophyllum pinnatum) dañan ecosistemas de ríos y lagunas.
En América Latina, la flora invasora es un problema. Chile reporta 1.500 especies de este tipo, Costa Rica, 238, México 665, mientras Guatemala y República Dominicana tienen 595 y 59 respectivamente, según distintas fuentes.
El IES aconseja extraer las poblaciones invasoras removiendo plantas y raíces a mano o por medios mecánicos y tomando precauciones para que no vuelvan a proliferar. Se trata de un método trabajoso, pero más seguro y económico que aplicar herbicidas o introducir otros agentes para control biológico.
También se recomienda aprovechar la materia vegetal para producir abono o alimento animal, generar biogás o confeccionar artesanías y desarrollar la jardinería acuática.
Ya que es imposible erradicarlas totalmente, «las comunidades tienen que aprender a detectar y usar en su beneficio estas especies», dijo a IPS por teléfono la investigadora Dalia Salabarría, de la Agencia Cubana de Medio Ambiente.
Salabarría lidera un esfuerzo para crear en todo el país un sistema de información sobre el manejo de 13 especies vegetales y 14 animales, monitorear su impacto y crear medidas de alerta y detección temprana. Con financiación de la Organización de las Naciones Unidas, el programa se extenderá hasta 2017.
La gente debe tener un papel protagónico en detectar, controlar y manejar plantas invasoras.
El IES coordina la iniciativa Pioneros Ambientales, para capacitar sobre este y otros temas a niñas y niños de zonas aledañas al centro de La Habana.
Desde 1998, este espacio ha formado a más de 1.500 niños. La adolescente Talía Rodríguez, de 13 años, aprendió a elaborar un mapa con la riqueza natural de su territorio. «También podemos identificar algunas plantas invasoras para avisar a los adultos cuando las veamos en nuestros recorridos», indicó.
Ramona Oviedo, botánica del Instituto de Ecología y Sistemática de La Habana. Crédito: Ivet González/IPS