La sociedad española vive una situación desconocida para muchos profesionales que ven cuadros de varones adultos que llevan consigo a Peter Pan. El conocido título de Walt Disney ha dado nombre a la patología de estas personas, que por su falta de madurez, no afrontan la realidad que tienen delante, y en el caso de ser padres, se bloquean ante sus hijos y les da miedo enfrentarse a su responsabilidad que no es otra que sacarlos adelante.
El perfil del sujeto suele obedecer a personas que satisfacen su propio ego antes que cualquier otra cuestion y que necesitan ser los protagonistas de las escena. La autoexaltación y la tremenda inmadurez personal, les impide mirar de frente a los problemas porque estos no dejan de suceder y tienen miedo al compromiso a la falta de libertad, a amar llegado el caso. Estas personas que están faltas de valor, se tratan en ocasiones mal a sí mismos porque sienten el abandono de sus padres que nunca les han valorado verdaderamente.
La frustración se anida en ellos y su escape suele ser jugar, divertirse y no afrontar la realidad por evidente que esta sea. Estos varones adultos fueron niños también irresponsables que padecían ciertos conflictos relativos al rol sexual, manifestaban ansiedad y soledad en muchas ocasiones. Al hacerse jóvenes, tenían un marcado narcisismo que se podía verificar en su conducta y al ser adultos maduros, son personas sin inquietudes, sin ilusiones que banalizan todo porque desatienden todo lo que tienen que ver con los problemas familiares.
Esto contrasta con el trabajo en donde pueden aparentar ser responsables y pueden llegar a tener una buen sintonía con los compañeros. En ocasiones son «workalcoholics» es decir, personas dependientes del trabajo porque es en el único sitio en donde son ellos y su ego se refuerza. Todo lo que esté fuera del ámbito familiar les permitirá refugiarse en sus bailes, copas y diversiones diversas en donde encontrarán siempre una persona que los adule porque son fantásticos aparentemente. Cuando son adultos ya mayores, llegan a padecer el síndrome y se sienten fracasados porque el balance es negativo si sobre todo, sus padres les confrontan con la realidad. La magia de su adolescencia permanente aflora y llegan a estar hundidos en una depresión que puede ser agitada, disfórica o ansiosa.
Este hecho, haber tocado fondo, les permite de nuevo renacer de su rebeldía adolescente y nostálgica y llegan a hacer muchas actividades que no le correponden por edad para reafirmar que el tiempo es reversible y que ellos son permanentemente jóvenes. Este sufrimiento sin retorno les hace ya en la vejez, tener un sufrimiento sin retorno porque todas sus ilusiones, su tiempo perdido, lo que pudo haber sido y no fue, se vuelven contra él y se plantea la realidad desde donde sucede. Para entonces, ya pueden ser padres pero no serán un modelo a imitar y sí tendrán hijos conflictivos que no formen un patrón correcto del padre y entren en la difícil experiencia de la descalificación de la autoridad y de la huída hacia adelante de su propio padre.
Este sujeto narcisista que tiene además un patrón de grandiosidad y una absoluta falta de empatía con respecto a sus iguales, tiene mal arreglo si no se pone en manos de un profesional que le ayude a reconocer su situación y le plantée otros modelos de vida en donde la inmadurez no sea su carta de presentación. La culpa se instala en los abuelos a los que se les hace responsables de todo cuanto ha sucedido, situación que a grandes rasgos no es cierta, aunque sí lo son en cuanto a la personalidad de ese niño grande que sigue siendo Peter Pan.