La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa de Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) recomendaron en 2007 “considerar la circuncisión quirúrgica como un importante medio suplementario para reducir el riesgo de transmisión heterosexual de infección de los hombres con el VIH”. La circuncisión, obligatoria en algunas religiones, consiste en cortar una parte del prepucio.
Siguiendo esta línea de razonamiento, en un encendido debate en el Parlamento de Tanzania sobre las formas de frenar el avance de la enfermedad, la diputada Jackline Ngonyani del CCM (Chama cha Mapinduzi, “partido de la revolución” en lengua swajili, creado en 1977 por Julius Nyerere, en el poder en Tanzania desde la independencia del país en 1962), pidió que sus «colegas masculinos que no estuvieran circuncisos deberían ser obligados a operarse».
Las palabras de la diputada han generado un encendido debate -con adjetivos como “patán” e “invasiva” para la señora Ngonyani recogidos en la BBC británica-, en un país donde el 70 % de los hombres ya han pasado por las manos del cirujano, y al mismo tiempo sigue ocupando el lugar número trece en la lista de los países más afectados por el Sida: según cifras de 2016 alrededor del 5 % de la población adulta es portadora del VIH.
Según explica un artículo del digital Slate, lo cierto es que después de 2007 otros estudios ha relativizado las recomendaciones de la OMS y Onusida, al asegurar que la circuncisión no reduce el eiesgo de contagio de la pareja femenina, por lo que debe considerarse tan solo “una medida de protección relativa”.