Javier Almuzara: la poesía es música que piensa

El poeta Javier Almuzara vive y trabaja en Oviedo. Ha publicado «El sueño de una sombra», «Por la secreta escala» y «Constantes vitales». Esta considerado una de las voces líricas mas importantes de España dentro de su generación y ha recibido el premio Mislata de literatura breve (1993) y Premio de Poesía Emilio Alarcos Llorach (2003).

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Adriana Bianco: Javier Almuzara en Oviedo

Recientemente, ha escrito el libreto para la opera Fuenteovejuna que fue estreno mundial en el Teatro Campoamor de Oviedo. Colabora en varias antologías y coordina la revista literaria Reloj de arena.

Nos encontramos en un café en el centro histórico de Oviedo y enseguida nos entendimos. Le pregunto sobre su vocación poética y empezamos nuestra plática, acompañados de Mercedes, su linda y culta esposa.

Javier Almuzara: Creo que siempre tuve una inclinación a la poesía,  yo sentía el placer por las palabras, sentía las palabras  no solo como un vehículo de significación,  si no como un sonido placentero. Desde muy niño me recuerdo, llevándome  las palabras a la boca para saborearlas. 

Hice varios estudios relacionados con las letras, derecho, filología, pero luego me centre en la creación literaria y abandoné el camino académico.

Adriana Bianco: Qué es la poesía, para ti, si se puede dar una definición..

JA: Yo creo que la poesía es música que piensa. Aunque es esencialmente musical, su más alto destino es el de la idea. La poesía comunica a través de un discurso melódico, una idea emocionante, porque  para que un poema toque al corazón, para mí, tiene que apuntar a la cabeza.

AB:  Eso parece muy borgiano. Yo fui alumna de Borges en la Universidad de Buenos Aires y nos hablaba de la precisión lingüística y del concepto poético.

JA: ¡Que alegría!, y lo que debes haber gozado esas clases. ¡Qué privilegio!

Borges tenía poca inclinación melómana, pero  su poesía no deja de ser rítmica y no deja de prestar atención a la fluidez melódica. Es un grande de la  literatura.

En mi caso, llegue  a la poesía antes que a la música. Porque mi relación con la música fue  meramente verbal, jugar con las palabras….y no he dejado de hacerlo.. luego tomé conciencia de que ese juego podía llevarme lejos, podía ayudarme a pensar mejor, ayudar a fijar lo esencial. Poner lo mejor de mí, lejos de mí, para que no se pierda conmigo.

Objetivar  nuestras emociones para poder plasmarlas de una forma eficaz y que emocione a los demás. El poeta, hable de lo que hable, habla de si mismo. Aquello de lo que habla no es lo que lo diferencia de los demás, lo que lo diferencia como poeta es su habilidad para expresarse.

AB: ¿Como llegaste  a la opera, a escribir el libreto de Fuenteovejuna, el drama teatral del gran Lope de Vega?

JA: En realidad, la opera llegó a mí, se pusieron en contacto conmigo. En el Patronato,  Graciano García, presidente fundador de la Fundación Príncipe de Asturias, sugirió mi nombre porque la opera de Oviedo tenía la intención de hacer el primer encargo mundial, ya habían pensado en el compositor, Jorge Muñiz, asturiano que vive y trabaja en Estados Unidos, en Indiana. Jorge es un nombre como compositor y ha hecho encargos oficiales.

AB: Cuando te encargan el libreto operístico, tuviste que ver cómo adaptabas esa obra tan famosa de Lope de Vega y en verso…

JA: Tuve que tomar una decisión y a medida que avancé en el trabajo se hizo más evidente. Tenía que ser fiel al dramaturgo para seguir la trama pero el verso se imponía. La única forma que había era reescribirla, porque la extensión de la obra de Lope era de dos mil quinientos versos, inviable para la opera. Había que resumir, integrar ese texto con su trama, su aspecto político, y a mí me interesaba centrarme en el conflicto moral y en el conflicto del pueblo, en el hecho de justicia contra la tiranía del comendador.

AB: Siendo tu primer libreto, ¿cómo lograste integrarte al concepto operístico?

JA: Fue un trabajo en colaboración. Con Jorge me entendí muy bien porque él desde el primer momento me dijo que la obra iba a ser una interpretación moderna de Mozart, como si en las Bodas de Fígaro todo saliera mal, un punto de partida interesante pero no quería llevarlo al melodrama romántico, había que acercarlo al Mozart dieciochesco.

Elaboré el libreto pensando qué hubiera hecho un Goldoni, un Metastasio. Ir al encuentro del siglo XVIII, época, el barroco, que me gusta mucho, soy bastante racionalista, creo en el equilibrio, la armonía, soy ordenadamente pasional. Entonces, procuré que en el libreto los personajes no solo fueran conscientes de sus acciones sino que reflexionaran sobre ellas. No quería una revolución irresponsable, quería que todos pensaran lo que sucedía y que aceptasen la responsabilidad de su comportamiento.

¿Quién mató al comendador?
Fuenteovejuna, señor. 
¿Y quién es Fuenteovejuna?
El pueblo, todos a una. 

Cada uno asume la responsabilidad individual, en ese hecho colectivo. Y centramos el acto de justicia como el fin de la obra, le di al coro la preponderancia de un final más feliz, ese fue mi aporte al libreto y Jorge lo entendió y me proveyó de un final musical espectacular. Lope no tiene un final operístico, y ese fue el aporte mayor, yo creo. El pueblo toma conciencia de la unidad y de la solidaridad.

AB: El tema de Lope de Vega es sumamente actual: el abuso de poder. Esta opera sería una versión actualizada de la obra de Lope. Es además un libreto en verso. No común en esta época.

JA: Yo soy de los que cree en la estrofa clásica, igual que Borges, quien creía en el metro tradicional, incluso en la rima. Ninguna de esas hechuras me condicionan, al revés, me liberan. 

Hay una nueva corriente de poesía contemporánea que respeta esa tradición, que asiste al gimnasio de los clásicos, que admira a referentes sólidos en el pasado, sin olvidar que vive en la contemporaneidad. 

Yo creo que quien desdeña las formas tradicionales, actualmente, es porque no consigue respetarlas, es como la fábula de la zorra y las uvas…. (Risas)

AB: Tu utilizas la versificación y las diferentes estrofas de una manera muy natural….

JA: Mira, Adriana, en Fuenteovejuna, me he permitido todas las formas de versificación, arte menor y mayor, todas las variantes métricas, seguidillas, sonetillos, romances, octavas reales, todas las formas del siglo de oro, en homenaje a Lope de Vega.  

Busqué la altura de dicción y la profundidad de pensamiento, en un lenguaje sin tanta hipérbole, más ordenado, donde el verso tuviera nobleza.

AB: No has pensado en hacer una obra de teatro en verso, recuperando las formas tradicionales clásicas para el teatro moderno, que en parte se ha trivializado, acercándose a la tira televisiva más que al gran teatro.

JA: El libreto de Fuenteovejuna se ha publicado como texto autónomo y me gustaría volver a colaborar en una experiencia musical y operística. No descarto la posibilidad de ser autor teatral, ahora que he vivido esta experiencia.

AB: Sería maravilloso que iniciaras un movimiento moderno de teatro en verso, recuperando el pasado en la escena actual. Como actriz hice teatro clásico y sé las maravillas del verso. Háblame sobre tus libros de poesía….

JA: Me falta la musa del encargo… aunque estoy tratando de mover el libreto de la opera para que se lleve al teatro.

Para mí es más natural el verso que la prosa. La modernidad no debe excluir la dignidad del verso. La elección de las formas clásicas es un desafío y una valentía. La libertad gratuita, el juego fragmentario, la falta de altura en los conceptos, conduce a obras  menos trascendentes, obras más circunstanciales. Quisiera hablar a mis contemporáneos pero pensar en  el futuro, que la obra trascienda hacia lo universal.  

En cuanto a mi poesía, mi primer libro, «El sueño de una sombra», es un estilo epigramático, filosófico y lo compaginé con la forma oriental de la Tanka.

La Tanka tiene cinco versos, lo cual me permitió  desarrollar mejor mi idea. Formalmente, mi primer libro es oriental, pero el fondo es occidental. Quería unir la estrofa japonesa tradicional con el epigrama clásico grecolatino, unir las dos líneas poéticas de nuestra tradición.

El segundo libro, «Por la secreta escala»,  lleva por título un verso tomado de San Juan de la Cruz.  Es una búsqueda de la excelencia. No quería conformarme con los límites, hay que ir más alto y más lejos. Si no forzamos esos límites nunca sabremos hasta donde podremos llegar.  

Cualquier empeño creativo, es una invitación al esfuerzo de la altura. El premio está en las vistas, en las panorámicas.

Adriana, Te dedico  un poema mío:

(Y comenzó a recitarlo con clara voz y expresa memoria)

Señas de identidad

Prefiero la alusión al testimonio,
El íntimo dolor al escenario.
Y, aunque mi estilo fija lo contrario,
Gustándome Manuel yo soy de Antonio.

Admiro el verso exacto que perdura
Porque está bien pensado. Queda claro
Que no aspiro al misterio sino al raro
Dominio de la luz y de la hondura.

Quisiera dejar  fiel memoria mía
Diciendo  altas verdades que no se
Si en voz baja desmiente la ironía.

Así queda grabado en cuanto escribo
Lo que fui, lo que soy, lo que seré.
Por no morir del todo me desvivo.

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