En competición hemos visto en esta edición 2019 del Festival de Cine de San Sebastián “La hija de un ladrón”, excelente ópera prima de la directora catalana Belén Funes, quien cursó estudios de cine en la ESCAC en Barcelona y en la Escuela de San Antonio de los Baños, en Cuba.
Su protagonista es una joven madre soltera, en conflicto con su padre, que sobrevive en la soledad y la precariedad laboral, en esa Barcelona menos turística, pero muy real, como es el barrio de ciutat Meridiana, donde transcurre la ficción.
En la vena del mejor cine social contemporáneo que va de los hermanos belgas Dardenne al británico Ken Loach, Belén Funes nos ofrece un formidable y emocionante retrato de mujer: Sara es esa joven voluntaria y frágil al mismo tiempo, hija de un hombre que sale de la cárcel, inestable y marginal, con el que entra en conflicto en relación con la custodia de su hermano más pequeño.
Destilando gota a gota la información sobre sus personajes y el porqué de sus comportamientos, el guión mantiene el suspense de este drama familiar situado en un preciso contexto social. Poco sabemos de por qué el padre de la criatura ya no vive con ella, o de la denuncia que Sara ha presentado contra su padre ante la justicia, o el porqué de sus deterioradas relaciones.
Deliberadamente, Belén Funes va dejando campo libre al espectador para que imagine ese pasado, pues lo que importa sobre todo es esa descripción de la soledad de una madre soltera en total precariedad en ese mundo hiper conectado que la rodea. El tema que ha desarrollado en esta película lo había abordado la cineasta ya en un cortometraje titulado “Sara a la fuga” en 2015.
Su intérprete principal, muy convincente, es Greta Fernández, y su padre en la ficción es el siempre brillante Eduard Fernández, quien es además su padre en la vida real.
Tanto por la interpretación de sus actores, como por su realización precisa y eficaz, “La hija de un ladrón” tiene todas las cualidades para figurar en el Palmarés de la sección oficial.
