El escritor egipcio Alaa al Aswany ha vivido siete semanas confinado lejos de Estados Unidos, donde reside, y Egipto, su país natal del que se exilió, con la esperanza de que el mundo aprenda a «gastar más en hospitales y menos en armas».
Se encontraba solo, hasta el desconfinamiento iniciado en Francia el pasado 11 de mayo, en la histórica ‘Casa de los Astrónomos’, en concreto en la sala Saturno, en Marsella. Un edificio blanco creado en 1702 y que, tras varias etapas, ya en el siglo veintiuno y tras el desplazamiento de los telescopios modernos a otras ubicaciones, albergaba servicios administrativos.
En 2008 ya se abre al público y se pueden hacer visitas de escolares y turistas durante un día a la semana con una entrada de seis euros: «Ahora no hay nadie allí, puedo hacer lo que quiera», bromea.
Llegó en febrero a una residencia literaria en Marsella, ciudad que le recuerda a Alejandría, para escribir sesiones y conferencias, observar a las personas y también conversar.
Después, el 17 de marzo, Francia confinó a la población por el coronavirus y el escritor, uno de los más famosos del mundo árabe, traducido a treinta idiomas, se encontró solo en la Universidad Aix-Marsella. De momento no puede regresar a Nueva York, donde vive con su esposa y sus dos hijas y ejerce como profesor de Literatura, desde que salió al exilio desde Egipto.
En su tierra natal, el régimen del general Abdelfatah al-Sisi prohibió la última publicación ‘Corrí hacia el Nilo’ (sin traducción al español, de momento), del escritor, defensor de la democracia y la libertad de expresión. Imputado en marzo de 2019 por «insultar al presidente», se arriesga a pena de prisión si regresa.
«Extraño Egipto, también mis amigos, pero no extraño la dictadura. Un escritor necesita oxígeno», y dijo haberse sentido en el exilio «en mi propio país, ya que la atmósfera había cambiado allí, desde las esperanzas de la democratización de la Primavera Árabe. El encierro es otra forma de exilio».
«Nunca hubiera podido escribir sin amar a la gente. Amo a mis personajes, trato de entenderlos mejor y, sobre todo, de no juzgarlos”, explicó.
Echa de menos la «vida normal: aquí en Marsella, crucé la calle y tomé una copa en una tabaquería, hablé con gente común. También estaba haciendo eso en Estados Unidos. La soledad es algo positivo, pero la soledad impuesta no es muy agradable», sostiene.
Su rutina diaria era levantarse a las 6:00 a.m., escribir de 7:00 a.m. a 1:00 p.m., hacer algunos recados y hacer una siesta. A las 8:00 p.m, aplaude a los sanitarios, «es lo mínimo que podemos hacer por las personas que arriesgan sus vidas para salvar la vida de los demás».
Se confiesa admirador del escritor colombiano Gabriel García Márquez y del francés Albert Camus, a los que lee en un banco o en la desierta cafetería.
Dentista durante muchos años, se sorprendió porque los médicos no tenían suficientes respiradores para todos los pacientes. «¡Es terrible! ¿Cómo pudimos encontrar presupuestos para comprar armas y no suficientes respiradores?»
Piensa que las dictaduras, sobre las que publica un ensayo en francés en junio, no cambiarán con la epidemia «porque un dictador quiere mantener el poder y no preocuparse por la gente», pero espera que las democracias adquieran lecciones de este período. «Tenemos que gastar más dinero en hospitales e investigación nuevamente», insiste.
«También requerirá más solidaridad», para el futuro, en un mundo en recesión donde la gente ha caído en la pobreza extrema, desde Estados Unidos hasta Egipto. «Quizás en algún momento escriba sobre lo que estamos pasando», augura. «Hoy se trata de la vida, la enfermedad, la muerte, no es el tiempo de lo superficial, es el tiempo de lo esencial», sentencia.
Biografía
Nació en 1957. Criado en el seno de una familia intelectual, su padre era escritor, Abbas al-Aswani. Cursó estudios secundarios en un instituto de lengua francesa, y posteriormente estudió cirugía dental en Estados Unidos, en la Universidad de Illinois, en Chicago (ciudad que da título a una de sus obras).
Ha contribuido regularmente con sus escritos en los periódicos de la oposición egipcia, y se sitúa cercano a los intelectuales de izquierda, en particular del escritor Sonallah Ibrahim.
Se declara independiente de partidos políticos, aunque en la práctica fue uno de los miembros fundadores del movimiento de oposición Kifaya (Basta), que reclama unas elecciones presidenciales realmente libres. Colabora con el diario independiente Al Shuruq.
Su novela El edificio Yacobian, publicada en 2002, -hoy descatalogada en España- se convirtió en un verdadero fenómeno editorial en el mundo árabe, y fue rápidamente traducido a más de una veintena de idiomas, además de adaptarse al cine y a la televisión.
En España ya han sido traducidas sus obras: ‘El edificio Yacobian’, Maeva ediciones 2007 y EM Bolsillo 2008; ‘Chicago’, Maeva ediciones 2008; ‘Deseo de ser egipcio’, Penguin Random House 2011, ‘Egipto: Las claves de una revolución inevitable’, Galaxia Gutenberg 2011, ‘El Automóvil Club de Egipto’, Random House 2015.