Robert Mallia, un estadounidense de 36 años, lleva catorce meses –desde el principio de la pandemia de la COVID-19- viviendo solo en un hotel de cinco estrellas de Nueva York.
El periódico New York Post recuerda el caso de este hombre, del que ya se habló en la primavera de 2020 cuando solo llevaba un mes ocupando una habitación del lujoso hotel The Chatwal, dedicándose a su mantenimiento con tareas tales como encender y apagar las luces de las habitaciones o controlar que los grifos funcionan bien y no hay escapes de agua.
En marzo de 2020, cuando en Nueva York se decretó el confinamiento total de los habitantes de la ciudad, los bomberos pidieron que en todos los inmuebles se quedara al menos una persona, que pudiera avisar en caso de problemas. Fue entonces cuando Robert Mallia, soltero y sin hijos, se presentó voluntario para convertirse en el guardián del hotel The Chatwal, un cinco estrellas situado al lado de Times Square. El puesto fue ofrecido a varias personas antes, que lo rechazaron.
Robert Mallia, quien considera «estupenda» la oportunidad de vivir en un lugar para el que había trabajado, es arquitecto de la sociedad Dream Hotel Group, propietaria del hotel The Chatwall entre otros. Entre confinarse en su apartamento de Long Island City o hacerlo en la habitación 307, de 15 metros cuadrados, Mallia no dudó; «Mi apartamento es muy modesto en comparación con el lujo de un hotel de cinco estrellas. Al principio era raro, porque aquí el silencio es perfecto».
El personal del hotel, compuesto por 59 personas de distintos oficios y categorías, sigue ausente. Las únicas personas con las que Mallia cambia impresiones son los agentes de seguridad, que hacen distintos turnos, y el ingeniero jefe del inmueble, que efectúa visitas semanales para verificar que funciona el sistema de prevención de incendios.
A cambio de su lujoso apartamento -del que tendrá que despedirse pronto, ya que se están levantando las restricciones sanitarias y el The Chatwall empezará a recibir clientes en las próximas semanas- Robert Mallia tiene que levantarse todos los días a 05:30 horas para recoger el correo y repasar las habitaciones en busca de posibles problemas. Una vez por semana vacía los depósitos de agua de todos los retretes y dos veces al mes abre el grifo de las duchas y los lavabos durante diez minutos. También se ocupa de que todo esté limpio. En cuanto a sus comidas, las encarga diariamente.
Hace algo más de un año, al comienzo de la pandemia, la prensa española se ocupó de un caso similar: el de Daniel Ordoñez, único ocupante del lujoso W Hotel de Barcelona, diseñado por Ricardo Bofill, quien vivía en una habitación del piso veinticuatro del edificio apodado «La Vela» con la misión de mantener el establecimiento en buen estado para cuando pudiera volver a abrir (lo que, sin duda, ya ha sucedido).
Ordoñez tenía que abrir cada cinco días los mil cuatrocientos grifos del hotel durante cinco minutos cada uno, una tarea que le llevaba todo el día y que «es la parte más pesada de mi trabajo», según confesó en una entrevista en el New York Times.