Ahora, que ya sabemos que Joe Biden es el candidato predilecto de Vladimir Putin a la presidencia de los Estados Unidos, que Donald Trump se ha convertido en un personaje demasiado conflictivo para la élite demócrata de Washington, la OTAN y… el Kremlin, no nos queda más remedio que analizar – con una inevitable mezcolanza de humor y preocupación – las nuevas normas impuestas por el actual inquilino de la Casa Blanca en las cada vez más fluctuantes e impredecibles relaciones internacionales. Puntualicemos: al escrutinio diplomático se suma, en este caso concreto, la evaluación lingüística.
La lectura o relectura de la magistral novela El Señor Presidente, del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias nos asombra con el párrafo en el que el líder máximo despide a gritos al medicucho Barreño: ¡Retírese, salga y… llame a ese animal!
¡Yo soy ese animal! explica el secretario del Señor Presidente de la República, acostumbrado con el discurso algo florido de su amo y señor.
En las últimas semanas, Joe Biden tildó al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de idiota, imbécil, mala persona y otras lindezas reproducidas instantáneamente por los principales medios audiovisuales estadounidenses. Curiosamente, no hubo desmentidos de la Casa Blanca; sabido es que Biden no controla sus… lapsus. Pero, ¿se trata de meros traspiés?
En Israel, donde la opinión pública está dividida entre el rechazo a la política llevada a cabo por el líder del Likud y sus socios ultranacionalistas y el apoyo al operativo bélico de Gaza, los reiterados deslices de Biden causaron un profundo malestar.
Biden, no puedes llamar idiota a nuestro primer ministro; sólo nosotros podemos hacerlo, rezaba el editorial del rotativo Jerusalem Post, una de las pocas publicaciones de referencia en la casi totalidad de los países de Oriente Medio. De hecho, los traspiés de Biden distan mucho de las promesas de apoyo incondicional formuladas por el propio Presidente tras el ataque del 7 de octubre, cuando Tel Aviv manifestó su intención de intervenir militarmente en la Franja de Gaza.
Para los redactores del Jerusalem Post, el aliado transatlántico se había equivocado. En lugar de presionar a Israel para que detenga su ofensiva, Estados Unidos y el resto del mundo deberían aumentar la presión sobre el grupo terrorista para que libere a los rehenes y se rinda. Una opinión ésta compartida por la gran mayoría de israelíes, traumatizados por el impacto de la incursión de Hamas. Obviamente, Israel había perdido su halo de fortaleza inexpugnable.
Sin embargo, los analistas y estrategas hebreos coinciden en que Joe Biden tiene sobradas razones para estar molesto con Netanyahu. En primer lugar, porque el jefe del Ejecutivo de Tel Aviv se ha distanciado del plan de Biden para Gaza del día después, de vincular la normalización de las relaciones con Arabia Saudita a un control reforzado de la Franja otorgado a la Autoridad Nacional Palestina, lo que conduciría a la aceptación de la fórmula de dos Estados, rechazada por Israel.
Por otra parte, la insistencia de Netanyahu en mantener a sus socios de extrema derecha Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich en la coalición también debe irritar, así como la percepción de Biden de que el gobierno israelí no está tomando medidas para frenar las acciones violentas de los colonos extremistas de Cisjordania.
Finalmente, la obstinación de Netanyahu en continuar la guerra de Gaza hasta su conclusión de invadir Rafah y eliminar a los combatientes y las bases de Hamas, sin un plan claro para proporcionar una retirada segura a los más de un millón de gazatíes que se han congregado en la ciudad asediada durante la guerra, es probablemente el tema que más indujo a Biden a hablar de Netanyahu en términos… poco diplomáticos.
Pero también hay otro factor, tal vez más importante: con cada gazatí que muere en la ofensiva israelí, Biden está perdiendo apoyo político para su campaña de reelección por parte del ala progresista de su electorado. Es cierto que un operativo bélico importante en Rafah pondrá en peligro a muchos más civiles, incluso si se aplica un plan de evacuación.
Pero curiosamente, aunque Biden le guarde rencor a Netanyahu, también es cierto que el general Benny Gantz, miembro del actual Gabinete de guerra israelí, a quien algunos ven como la alternativa moderada a Netanyahu, apoya la ampliación de la ofensiva en el sur de Gaza y Rafah.
Cabe preguntarse, pues: ¿serán todos los políticos israelíes idiotas, imbéciles, a malas personas? ¿Será Donald Trump este personaje peligroso del que los norteamericanos deberían desembarazarse a la mayor brevedad? Extrañamente, Vladímir Putin no insulta.