En Irlanda del Norte, el sistema de apartheid contra la comunidad católica estuvo en el origen de lo que los británicos llamaron troubles (disturbios, problemas) en buena parte del siglo XX.
En aquellos seis condados de una parte del Ulster histórico, católico tenía –tiene– que ver quizá más con una determinada significación étnica y cultural, con unos ciertos orígenes, con un cierto sentido de la nacionalidad histórica irlandesa, más que con la religión.
Irlanda del Norte es uno de los lugares en los que uno podía aprender que los rituales y las creencias no van siempre de la mano.
Un católico norirlandés podía –puede– ser perfectamente agnóstico o ateo.
Desde los llamados acuerdos de Viernes Santo (Good Friday Agreement), la sociedad norirlandesa ha cambiado mucho, en general hacia algo mejor; aunque el Brexit haya cuestionado de nuevo esos logros y el camino hacia la paz definitiva.
La frontera entre las dos Irlandas se apoya –no pudo ser de otro modo– en la opresión histórica de los irlandeses, en el duro parto que condujo hacia la independencia de (casi toda) la isla y en el apoyo de Londres a la minoría protestante, también en su significado político, cultural y étnico, más que religioso.
En este sentido, la separación de seis de los 32 condados irlandeses –hace más de un siglo– para constituir esa entidad llamada Irlanda del Norte nunca fue una solución estable, sino una simple evolución. Una más de una serie de conflictos enquistados en la historia de los enfrentamientos, guerras, crisis y choques angloirlandeses.
Por eso, el nombramiento como alcaldesa de Derry de Lilian Seenoi-Barr, una mujer de origen africano que llegó a Irlanda del Norte hace 14 años como refugiada, constituye una enorme llamada de atención para que nos demos cuenta –como europeos– de que la historia va tomando otros rumbos. No hay que olvidar que Derry (Londonderry, según el apelativo inglés) alberga el recuerdo de una de las matanzas clave de la memoria de los católicos irlandeses.
A la toma de posesión de la nueva alcaldesa (Lady Mayor?) asistieron cientos de personas, incluyendo una representación de Kenia, su país de origen. También de otros grupos y minorías que contribuyen a la nueva vida, al futuro de Irlanda.
Entre los irlandeses, la sombra secular de sus migraciones hacia otros países –por pobreza, hambrunas o guerras– es tan alargada que muchos comprenden fácilmente qué empuja a otros a emigrar desde Asia, África o Ucrania. Con mucha frecuencia, la emigración forzosa está en el DN de su propia saga familiar de la vieja Eire.
En Belfast, además, el nuevo alcalde se llama Micky Murray, quien se declara gay y pertenece al Partido de la Alianza (Alliance Party), el único que acogía en las épocas más turbulentas a miembros de las dos comunidades enfrentadas en Irlanda del Norte, protestantes y católicos. O al menos, a los políticos protestantes más dispuestos al diálogo con los católicos.
Seenoi-Barr pertenece al partido Laborista y Socialdemócrata norirlandés, que ha agrupado durante décadas a los católicos descritos como moderados, alejados o sin vínculos políticos con el IRA.
En el proceso electoral y político que ha terminado en estos cambios, no han faltado los insultos racistas y homófobos hacia la nueva alcaldesa, ni las amenazas violentas, Especialmente contra Lilian Seenoi-Barr, también contra el nuevo alcalde de Belfast.
No hay cuento de hadas en esta evolución.
Pero la elección de la nueva alcaldesa ha sido impecable, desde el punto de vista democrático. Ella dice que quienes la amenazan «no reflejan el sentir de la gente de su circunscripción».
Cabe esperar que esos cambios incidan también en el alejamiento de los años más duros de la guerra urbana que fue denominada impropiamente como simples troubles por los medios y el gobierno de Londres.
Y quizá debemos preguntarnos también en qué punto pueden incidir esos cambios sociales y políticos en la vieja cuestión –no resuelta– de la reunificación de Irlanda. Desde luego, la Irlanda reunificada, que parece estar más cerca, no tendrá el perfil católico que imaginaron muchos en el pasado.