Una película franco mauritana «Timbuktu», de Abderrahmane Sissako y una británica coproducida con Francia, «Turner» de Mike Laigh, han constituido este jueves un buen arranque de la competición oficial del 67 Festival de Cannes. La primera es una enérgica y esperanzadora denuncia del oscurantismo religioso islamista, la segunda una brillante película de época que relata la vida del célebre pintor británico William Turner.
Ambos son veteranos cineastas. El británico Mike Leigh ganó la Palma de Oro en Cannes 1996 con «Secretos y mentiras», y es un asiduo abonado a este festival. El mauritano Abderrhamane Sissako es la primera vez que participa en la competición para la Palma de Oro, pero su película «Haremakon, esperando la felicidad» presentada en «Un certain Ragard» en Cannes 2002, se alzó con el premio de la Fipresci, Federación de la crítica internacional.
Director de cine y productor Sissako firma aquí su quinto largometraje de ficción «Timbutku» , coproducida en Francia por Sylvie Pialat. El guión está inspirado en la dura realidad de ciertos países africanos como Mali, en donde grupos de activistas radicales imponen a la población, con las armas, su versión oscurantista de la Charia, o ley islámica.
Concebida como una esperanzadora fábula contra la atroz represión perpetrada por esos grupos islamistas, la película se inspira en hechos sucedidos en 2012 en Aguelhok, una pequeña ciudad en el norte de Mali, cuando una banda de mercenarios venidos del exterior impuso su ley y ejecutó mediante lapidación a una jóven pareja, cuyo supuesto crimen era el de haber tenido dos hijos sin estar casados.
La violencia y la arbitrariedad de la represión de esos grupos mercenarios contra todo atisbo de cultura, de música, de libertad individual, o de influencia occidental, desde los cigarrillos al fútbol, es evocada en esta ficción que transcurre en las cercanías de Timbuktu, en un pueblo en donde viven felices Kidane, con su esposa Satima , su hija Toya y un pastorcillo huerfano que cuida su rebaño de vacas, un tanto al margen de los acontecimientos en Timbuktu.
Los habitantes musulmanes de ese pueblo ven alteradas sus vidas y sus tradiciones con la llegada de esa horda de extremistas religiosos, venidos del exterior, que ni siquiera hablan la lengua local. Pero un día la violencia irracional de los extremistas va a llegar también hasta el apartado campamento de Kidane.
«Kimbuktu» es una película necesaria, sencilla, sincera y conmovedora que opone su poesia y el mágico realismo de sus imágenes al oscurantismo bárbaro de la peor especie. Ha sido acogida con mucho respeto en sesión de prensa, aunque sin provocar tampoco una adhesión entusiasta, debido probablemente a la gravedad del tema y a su forma un tanto ingenua.
Mike Leigh
Con mucho silencio y respeto ha acogido también la prensa acreditada la excelente película de Mike Leigh, «Turner», en la que el reputado director británico aborda por vez primera en su carrera el genero del biopic, o biografía épica de un célebre personaje. Una película de época de cuidada dirección artística, a la que algunos han reprochado inmediatamente su «academicismo». Lugar común del lenguaje crítico cuando se quiere descalificar a una película formalmente irreprochable, pero de corte clásico.
Contra el si con peros de cierta crítica, quiero pues romper una lanza por esta brillante coproducción británico francesa, cuya elegante y majestuosa puesta en escena tiene evidentemente el corte clásico y el rigor de toda película de época digna de ese nombre. Al evocar la vida del afamado pintor romántico inglés William Turner (1775-1851), Leigh da una verdadera lección al cine de Hollywood, sobre la forma de hacer una película creible en pleno siglo XIX, con la rigurosa reconstitución de la época en Londres y en Margate, ciudad situada en la desembocadura del Támesis, lugar al que Turner acudia regularmente para pintar sus cuadros inspirados por el mar.
Turner, un pintor muy académico en sus comienzos, pero que evolucionó hacia un estilo muy libre y casi abstracto, lo que provocó la ira en la propia corte de Inglaterra y entre sus colegas artistas, que le calificaban de «demente». Su obsesión por el sol y las fuentes de iluminación en sus obras son captadas con talento por una esmerada dirección de fotografía siempre al servicio del relato.
Desde sus primeras imágenes: un molino de viento con un atardecer en el campo llano y un largo plano secuencia en el que dos mujeres caminan charlando hacia la cámara, antes de aparecer los títulos de crédito, la firma de Mike Leigh está ya presente, situando la época con una magnífica fotografia y una mirada cien por cien original.
Pero además, Mike Leigh nos ofrece con «Turner» un guión excelente con un verdadero y entrañable personaje: un pintor hosco, gruñón, grosero, desagradable con sus semejantes, obsesionado por captar el instante real e inmediato en su pintura, atraido sexualmente por sus modelos, por su criada y por los burdeles, un hombre separado de su esposa que niega su paternidad, y que termina viviendo en Chelsea con la viuda de un viejo marino esclavista. Un personaje interpretado con brio por Thimoty Spall, uno de esos papeles que parecen hechos para llevarse un premio de interpretación en cualquier festival del mundo.
Uno de esos personajes de extraña humanidad, que hacen todo para ser desagradables, y que finalmente provocan la empatia del espectador al irse acercando a su propia agonia y muerte, revelando su profundo ser. Brillantes también los personajes femeninos y los secundarios, pero sobretodo la actriz Marion Bailey en el papel de esa viuda que termina amansando a tan individualista y célebre pintor, un hombre que viaja escondiendo su propia identidad y profesión.