Con la excelente película “Bar Bahar –Entre dos mundos”, la realizadora Maysaloun Hamoud –de familia árabe israelí, nacida en Budaprest y criada en Francia- hace su entrada en el largometraje con la historia de tres mujeres palestinas fuertes, modernas, que viven independientes en el centro de Tel-Aviv, luchando con todas sus fuerzas por ser ellas mismas lejos de sus familias y del peso de la tradición.
Para situarla de frente: película sobre los derechos sociales, las parejas del mismo sexo, la amistad femenina y la realidad de la mujer en el mundo árabe, que en el último Festival de San Sebastián consiguió cuatro premios, entre ellos el Eroski de la Juventud para directores noveles y el Sebastiane para la historia que mejor reflejara la realidad y los valores del colectivo LGTB. Bar Bahar-Entre dos mundos está dedicada a la actriz recientemente fallecida Ronit Elkabetz, protagonista de otra excelente historia, “Gett: El divorcio de Viviane Amsalem”, dirigida por Ronit y Shlomi Elkabetz; este último es el productor de la película que estamos comentando
Leila, Nour y Salma son tres palestinas de Israel que comparten piso y vivencias en el centro de Tel Aviv, especie de ciudad-refugio en la que pueden moverse libremente lejos de la mirada de la sociedad árabe patriarcal, en un difícil equilibrio entre tradición y modernidad, cultura y ciudadanía, fidelidad y libertad.
Las mujeres israelíes árabes viven en un país que las considera poco israelíes y forman parte de una cultura que las tiene por poco palestinas. Con estos mimbres, y haciendo una película palestina cien por cien que por primera vez no habla del conflicto armado con Israel, la directora Maysaloun Hamoud ha fabricado una historia muy divertida a ratos, terrible en algunos momentos y en todo caso con enorme respeto por los sentimientos y las variadas creencias de las tres mujeres de la historia: Lalia (Mouna Hawa), sofisticada abogada criminalista totalmente liberada que olvida el stress de la jornada en los tribunales entre las gentes de la noche; Salma (Sana Jammelieh), de familia cristiana y muy poco tolerante, con minifaldas, tatuajes y piercings, que lo mismo “pincha” en la discoteca de moda que sirve copas en el bar de un amigo, y Nur (Shaden Kanboura), estudiante religiosa que prepara exámenes en la universidad, llegada del pueblo envuelta en ropajes hasta el suelo y velos en la cabeza. Naturalmente, la libertad que disfrutan tiene un precio; pero, a pesar de algunos momentos sombríos y dramáticos, ninguna de las tres chicas está dispuesta a volver a la vida de sus mayores, dirigida por los hombres.
“El cine palestino pide a gritos nuevos personajes femeninos. Es imposible seguir siendo la madre, la hermana o la hija del protagonista; estos papeles ya no dan más de sí. Es hora de que las mujeres ocupen el centro de la escena y no se queden en un segundo término”, afirma la directora Maysaloun Hamoud, quien desde el conocimiento en primera persona de lo que ella describe como “crisis de identidad multigeneracional” de la comunidad palestina en Israel, ha plasmado en la pantalla un modo de vida y cultura que refleja el movimiento underground palestino actual, al que ella pertenece.
La música de la película -temas de hip hop, rock, electrónica y rap-, reflejo de ese movimiento cultural: “Es la banda sonora de nuestras vidas, y no me refiero solo al entorno palestino-israelí, sino a todo el mundo árabe. Los músicos están muy presentes en el movimiento underground palestino” ha dicho Hamoud.