El huracán Irma causó muchos destrozos, las marinas famosas de Saint Martin, la pequeña isla del Caribe, sufrieron los embates, igualmente la hotelería de la costa, la isla necesita que el turismo comience a llegar, es la manera que podemos ayudar a la recuperación de tan bello lugar.
La isla de San Martin pertenece al archipiélago de las Antillas Menores en el Caribe, tiene apenas 87 kilometros de superficie y una extraña historia donde ingleses, españoles, franceses y holandeses se disputaron el territorio.
Los indios tainos fueron algunos de los grupos indígenas que la habitaron, llamándola la isla de la sal, por sus salinas naturales. Cristóbal Colón la visitó a su regreso de la Hispaniola y le dió el nombre de San Martín de Tours por haberla avistado en su día, el 11 de noviembre, de 1493.
Sus salinas eran codiciadas, pero no fueron los españoles los que se aprovecharon de la sal, ni de los cultivos de estas tierras, sino los holandeses e ingleses y los franceses que, en 1624, se instalaron en la costa este, en Orleans, plantando tabaco. En 1627, llegaron los holandeses en busca de las sales naturales, localizándose en Philipsburg, cerca de la laguna salinera.
Se produjeron confrontaciones entre franceses y holandeses hasta que en 1648 se firmó un acuerdo y la isla fue dividida entre Francia que mantiene la parte norte y Holanda que ocupa la parte sur. No obstante, la isla sobrevivió varios ataques ingleses, luchas internas y políticas diversas, aún quedan vestigios del Fuerte Louis en Marigot, la capital del lado francés de aquel pasado confuso.
A mediados del siglo XX, Francia electrifica la isla y procede a la potabilización de aguas, es entonces cuando comienza la industria turística a desarrollarse. En 2007 se formó la Colectividad de Ultramar francesa de San Martin y actualmente hay un senador que representa la isla en el Parlamento Francés. Esta bella isla es parte de lo que podria llamarse el Caribe francés, con las islas de Santa Lucia, Guadapule, La Martinique y otras menores.
En 1998 se creó una reserva natural para proteger islotes y áreas marítimas y el lado francés cuida los aspectos ecologicos y promueve el turismo natural.
No esperaba encontrarme con una isla tan poblada, alrededor 100 000 habitantes, muchos llegados de Haiti y República Domincana y un flujo migratorio creciente. También me sorprendió la excesiva congestión de autos y tráfico. La población local trabaja en tareas rurales: tabacales, ganadería y caña de azúcar, aunque la industria turística se ha convertido en eje económico y parece necesitar gente capacitada mas allá de la proverbial amabilidad caribeña.
El aeropuerto fue dañado pero las operaciones aéreas se desarrollan con normalidad. Llegamos con el sol y pudimos dejar las maletas en el hotel Fantastic, uno de los pocos que operan en Marigot y correr a ver el anochecer en Grand Case, un pueblito muy pintoresco que ha comenzado a abrir sus restuarantes junto al mar. Desde allí, el atardecer tiene un encanto especial.
“Las aseguradoras son lentas y están entorpeciendo la rápida recontrucción” me dice el dueño de una boutique de ropa, en la calle principal de Grand Case, donde las casistas pintadas de amarillo y verde, naranja y azul, reviven el alma caribeña, la música y el color.
Al día siguiente alquilamos un auto y pudimos recorrer la isla sin problemas. Las rutas están en buen estado y decidimos visitar Marigot, “la vieille ville”, que no está lo suficientemente mantenida por ser un casco histórico, y esa negligencia no tiene que ver con los huracanes sino con las políticas locales de mantenimiento y cuidado histórico.
Llegamos al puerto, presidido por las ruinas del Fuerte Lous sobre la colina, En el malecón vimos un pintoresco mercado. Seguimos hacia Sandy Ground y nos llevamos la gran sorpresa al ver desde la playa, volar un enorme avión camino al aeropuerto. Algo asombroso por la poca altura de la nave y la pericia aeronautica exigida para el aterrizaje. Esta playa es famosa por este fenómeno aéreo.
Continuamos para visitar la Terres Basses, la zona de los millonarios, muy resguardada con seguridad y donde está prohibido fotografiar. Cada mansión tiene una hectárea y dan sobre la Bahia Rouge, una extensa playa frente al azul Caribe. Trump solía venir a su casa antes de ser presidente. No pude constatar este dato. En el camino se encuentra La Samanna, el primer hotel de excelencia de la isla creado en los 70, por el americano Lee Frankel, enamorado del lugar.
Finalmente, entramos a Cupecoy, en el borde holandés, donde se encuentra el Puerto Cupecoy y una serie de condominios que dan sobre la bahia del mismo nombre.
Pasamos por la bahía Simpson una de las más famosas marinas de la región para yates privados. “Desde aquí, los barcos salen a las otras islas, Cruzan a Angulla, o van a San Bartolomé- me explica el capitán Charles- son yates grande que llevan tripulación o son conducidos por sus dueños con acompañantes marinos. Cuando los días son como hoy, buena brisa y sol, es un placer navegar. El Caribe es un mar muy navegable para veleros”.
Desde el monumento Boundary, la línea borde entre los dos países, se tiene una panorámica excepcional de la isla, con las bahías y las montañas.
Philipsburg es la capital del lado holandés, en la playa vemos un bello manglar descuajado por el huracán, Phillips se acerca a contarme: «Este árbol era parte de la familia, protegía con sombra la casa, a los abuelos cuando jugaban domino y a los pescadores que descansaban. Era centenario y una gran compañia.”
Por la calle principal las tienditas ofrecen sus mercancias coloridas. La vida parece seguir. Nosotros también seguimos rumbo hacia Great Bay Salt Pond, Un monumento representa a los salineros sacando la sal de la laguna, durante el siglos XVII y XVIII, fue el principal objetivo de la isla.
Bordeamos la costa pasando por Guana Bay, la playa Dawn hasta llegar a Oyster Pond, el límite para entrar al lado francés, a pocos kilómetros se encuentra el Quartier Orleans, el primer asentamiento, con 80 franceses, que llegaron a plantar tabaco, en el siglo XVII.
Tal vez la playa más bonita sea Oriental beach, arena fina y dorada, famosa por sus spas, restaurantes en la playa y deportes acuáticos.
Fue, sin embargo, en la playa de Anse Marcel donde decidimos detenernos. El dueño de unos departamentos sobre la playa trabajaba con su hijo reconstruyendo el inmueble. Nos enteramos que de los 147 apartamentos se salvaron 10, esta temporada esta perdida, pero el espíritu es estar listos para la próxima.
Ese espíritu es el que anima a los habitantes de la isla, no perder el sitial de gran centro turístico y náutico del Caribe.
Al volver, mirando las colinas verdes, una lugareña me dice: “La isla era un lodazal cuando el huracán. Yo pasé varios: el Luis en 1995 y el Gonzalo en 2014, pero Irma fue el peor. Mi islita querida vuelve a florecer, ver el verde nos da alegría”.
En San Martín “todo verdor, resistirá”, ya están preparando las Fiestas Navideñas y luego el Carnaval para enero. La ruta gastronómica esta abriendo poco a poco y las marinas reacondicionándose. Son sus habitantes quienes deben emprender la cruzada de reconstrucción, junto al apoyo gubernamental. Hay mucho por hacer pero el Caribe renace siempre de sus cenizas.
Al fondo sobre el azul del mar acaba de anclar el mega yate del millonario ruso Román Abramovitch, ”Eclipse”, todos festejan su llegada. Llega todos los años, y este evento indica que ya comenzó la época turística.
San Martin los espera.
Muy linda nota sobre St Martin,dan ganas de preparar la maleta y salir rumbo al Caribe.
Estoy deacuerdo. Educa e informa de una manera amena, agradable.
Siempre que leo a esta periodista me motiva y hace pensar.
Gracias x el articulo.