El secretario general de la ONU, António Guterres, ha presidido la ceremonia de cierre del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), que ha tenido lugar el 21 de diciembre de 2017 en la Sala de los Caballeros, dentro del recinto del Parlamento holandés, en La Haya, dando por finalizada así un misión que ha durado 25 años, durante los cuales ha condenado a 90 personas responsables de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y genocidio, informan la agencias y los grandes diarios internacionales. Por su banquillo de los acusados han desfilado ministros, dos jefes de Estado, oficiales, milicianos, serbios, croatas, bosnios, kosovares y macedonios.
En el cuarto de siglo que ha estado vigente, el TPIY ha juzgado a los responsables de las guerras fratricidas, que sacudieron los Balcanes en los primeros años 1990, en más de diez mil días de proceso en los que prestaron declaración más de cinco mil testigos. En la ceremonia, la actriz serbia Mirjana Karanovic leyó un extracto de uno de los testimonios, la última carta de Mohamed Cehajic, detenido en el campo de Omarska, que su esposa leyó ante el Tribunal en 2002, diez años después de haberle visto por última vez, y que concluye con las siguientes frases: “Recuerdo que el año pasado por esta época nos alegrábamos con la construcción de nuestra casa, y mira donde estamos ahora. Me siento vacío. Tengo la impresión de no haber estado vivo nunca. Intento resistir a este sentimiento recordando todos los hermosos momentos pasados contigo, los niños y todas las personas que quiero. De momento sigo aquí porque me faltan las fuerzas”.
Aunque para António Guterres, el TPIY «lega al mundo una potente herencia que debemos preservar» -dice la información publicada en Nouvel Observteur- «lo cierto es que es frágil. La condena, en noviembre, de Ratko Mladic, antiguo jefe de los serbios de Bosnia, a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica, el asedio de Sarajevo, la depuración étnica en Bosnia-Herzegoçvina y la toma de rehenes de empleados de la ONU, así como del croata Slobodn Praljak (quien se suicidó en plena audiencia tras escuchar la sentencia) ha vuelto a concitar el apoyo de los nacionalistas de la región”.
Para Guterres, el TPIY creó “la arquitectura contemporánea de la justicia internacional”. Con la creación del tribunal, por una decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 1993, los diplomáticos esperaban “paliar su impotencia para establecer la paz, aunque nadie creía en él realmente. Sin embargo, ahora ya es una práctica común pedir que los autores de esos crímenes comparezcan ante la justicia”.
El fiscal Serge Brammetz estima que, tras la sentencias emitidas por el TPIY, corresponde ahora los políticos hacer que se cumplan “más allá de las apariencias”: “Los dirigentes deberían distanciarse de los crímenes, rechazar a los criminales de guerra condenados y dejar de esconderse detrás de falsas declaraciones de culpabilidad colectiva”. El jurista belga recuerda que el tribunal “ha juzgado a individuos, no a los pueblos”.