«La película de Samuel Maoz cuenta tres historias en tono a los jóvenes conscritos israelíes, el Holocausto y la difícil relación del país con sus vecinos»
(Kaleem Aftab, Cineuropa)
«Foxtrot», segunda película del israelí Samuel Maoz, (55 años, vencedor del León de Oro en 2009 con la anterior, “Líbano”), ganadora del León de Plata y el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia 2017, es una buena película de guerra que ha molestado en Israel; tanto que su ministra de Cultura, la ultraderechista Miri Regev, exbrigadier de las Fuerzas de Defensa del país, ha declarado sentir “vergüenza de que la Academia israelí haya alabado los méritos de una obra que ensucia la imagen del ejército”, al mostrar en una escena a soldados israelíes que matan accidentalmente en un control a civiles inocentes, e intentan camuflar su atropello como la acción de un bulldozer.
El director, que participó en la primera guerra de Líbano en 1982 y ha revivido su pasado militar en la película, le ha respondido diciendo que se trata de una escena “alegórica” destinada a mostrar cómo la sociedad israelí prefiere “enterrar la verdad en el barro que hemos creado, en lugar de enfrentarse a ella”.
“Foxtrot” es un drama sobre el duelo que tiene como fondo a dos generaciones traumatizadas por el servicio militar obligatorio en Israel, aunque su alcance es universal. Foxtrot es tanto un baile como una palabra clave del ejército. La película nos muestra al joven soldado que combate el aburrimiento de un puesto de control en ”un desierto de tártaros” ensayando, entre el control de dos automóviles de árabes y en un ejercicio de surrealismo, los pasos del foxtrot abrazado a su ametralladora (“un baile del hombre con su destino”, Samuel Maoz) mientras se escucha a Mahler y el horizonte se tiñe de rosa a la puesta del sol. Una rutina cotidiana que acaba conduciendo a un abuso.
Dividida en tres partes bien diferenciadas, “Foxtrot” comienza con unos militares tocando el timbre de la casa de la familia Feldman (Lior Ashkenazi, el padre, “Late marriage”, «Norman: the modrate rise”; Sara Adler, la madre, “Tsili”) para informar de que su hijo, Jonathan, ha muerto asesinado en el cumplimiento de su deber. La segunda tiene como protagonista a una patrulla fronteriza en pleno desierto, formada por cuatro jóvenes soldados hastiados, entre ellos Jonathan Feldman (Yonatan Shiray), que de vez en cuando levanta la barra para facilitar el paso de un camello y, también esporádicamente, para controlar el automóvil de unos árabes que regresan de un recado, o de asistir a una boda. En la tercera parte, sobre la exteriorización del dolor, los padres están empezando a pasar el duelo comiendo pasteles con los parientes que han acudido a acompañarles.
Para el profesor Raya Morag, de la Universidad hebraica de Jerusalén, especialista de la relación entre cine, postrauma y ética, aunque no lo nombra explícitamente, la película trata de forma crítica la ocupación militar israelí y el conflicto bélico enquistado: “Foxtrot es un filme que trata de la dimensión trágica de la situación israelí, de los padres enlutados, de los soldados que mueren en el frente y del carácter arbitrario de la muerte en Israel. También explora las relaciones entre la segunda y la tercera generación de la Shoah”. “Maoz utiliza la estructura de la película –escribe el crítico Jay Weissberg, de origen judío y residente en Roma- para abarcar una devastadora letanía de atributos israelíes, que van desde el machismo al racismo y a un pasado subvertido por el Holocausto”.
“Foxtrot” tiene varias y diferentes lecturas, pero en todas es una película inteligente y eficaz.