El torneo de ajedrez en las modalidades rápido y relámpago (conocido como blitz) llamado Rey Salman y disputado en Arabia Saudí hasta el 30 de diciembre, ha demostrado ser algo más que deporte: un torneo político donde los jugadores que participaron han sido peones de dos intereses, los de la federación internacional, FIDE, y los del régimen de Arabia Saudí.
Como bien ha señalado el profesor sobre Medio Oriente en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Tecnológica de Singapur, James Dorsey, “todo lo que rodea al torneo es política”.
Respecto a la FIDE, lo que le interesaba antes que nada es hacer caja, ganar dinero y la ha hecho. Daba igual dónde. La pregunta es por qué un organismo internacional deportivo como la FIDE permite todo lo que ha sucedido, como consecuencia de celebrar un torneo en un lugar donde no hay derechos humanos y su nivel ajedrecístico es simplemente paupérrimo. La respuesta: el reino wahabí multiplicó por cuatro la tarifa anual estándar de la FIDE en este tipo de torneos, con una bolsa global de dos millones de dólares (1,7 millones de euros).
Al final fueron 238 jugadores de 55 países -138 hombres y un centenar de mujeres-, 108 grandes maestros masculinos y 16 participantes del anfitrión Arabia Saudí –de ellos, seis mujeres, casi todos con un nivel bastante bajo, cinco de ellas totalmente aficionadas-. Por cierto, entre los 138 había 31 procedentes de países árabes, -25 de ellos ocuparon las últimas posiciones del ranking- un porcentaje muy alto para un torneo de estas características.
Todos ellos sin duda privilegiados y tratados a cuerpo de rey por el régimen saudí, que no olvidemos, antes y después del torneo, sigue teniendo presos políticos, hay periodistas encarcelados por llevar a cabo su labor –un recuerdo para Raif Badawi, apadrinado por la sección española de Reporteros Sin Fronteras (RSF) y que da nombre a un premio periodístico en Alemania-, ausencia de derechos humanos, discriminación de la mujer, prohibición de elecciones, partidos, sindicatos, asociaciones de cualquier tipo, aplicación de latigazos y pena de muerte, entre otras muchas cosas.
En cuanto a una de las polémicas, la ausencia de jugadores de Israel, Catar e Irán, la portavoz de la embajada saudí en Washington, Fatimah Baeshen, quiso justificar el veto a Israel porque que no se dieron visas a los países con los que no tenían relaciones diplomáticas. Por cierto, aprovechó para mostrar su ignorancia sobre el juego al afirmar que participaban los diez mejores del mundo, aunque faltaban tres según el ranking FIDE.
En el caso de Israel, directamente no se contestó a la solicitud, puesto que no podían permitir la visión de una bandera de Israel en el torneo, obviamente. Si bien, inicialmente había buenas perspectivas de lograrse, se entrometió la polémica sobre Jerusalén, que inclinó la balanza a favor de la negativa junto con el temor de la postura de jugadores árabes presentes de varios países de enfrentarse a los judíos.
Por este motivo, los siete jugadores israelíes que solicitaron el visado pedirán compensaciones profesionales y económicas, recordando que la FIDE debe garantizar la presencia de los que quieran participar, añadiendo que Arabia Saudí “confundió a la FIDE”. Además, solicitarán que el compromiso de los años 2018 y 2019 con Riad sea cancelado.
El presidente de la federación inglesa de ajedrez, Dominic Lawson, se ha unido a esta petición, “es una burla y una vergüenza ante el lema de la FIDE, ‘todos somos una familia’ y la afirmación de que el ajedrez rompe barreras”. Medios israelíes se preguntan “qué será lo próximo”, calificando el citado lema ‘todos somos una familia’ como “una constante hipocresía”.
Israel tiene un lobby ajedrecístico formado por un vicepresidente de la FIDE, Israel Gelfer y el presidente de la Asociación de Ajedrecistas Profesionales (ACP), Emil Sutovsky, quien anunció, podrían organizar un torneo paralelo el próximo año.
Respecto a Catar e Irán, el trasfondo era que se daban las visas pero “por razones de seguridad debían jugar bajo la bandera de la FIDE” y no con la propia, al negarse Catar –Irán ya tenía la decisión de no asistir tomada previamente– tras consultar con sus autoridades, entonces añadieron que es una decisión ajena a ellos y que sí permitían las banderas nacionales. Por cierto, Bulgaria, suspendida por la FIDE, tampoco pudo lucir su bandera.
Además, Catar tuvo que sufrir las palabras pronunciadas por la máxima autoridad deportiva saudí, Turki Bin Abdul Mohsen Al Sheik, quien dijo despectivamente que un “miniestado ha intentado arruinar este torneo”.
En cuanto al régimen saudí, que dio una imagen de modernidad tras anunciar que en 2018 las mujeres podrán conducir, que habrá cines e incluso se abrió una sección de ajedrez femenino. Un detalle curioso ha sido la vestimenta. Ya se había anunciado previamente que no se utilizaría abaya (túnica larga que cubre el cuerpo) ni hiyab, (pañuelo que cubre la cabeza) en la sala. Otra cosa era fuera, hay fotos donde trebejistas participantes en el torneo aparecen por las calles de Riad unas con la túnica y otras con pañuelo. Las que aparecen sin cubrir la cabeza hay que aclarar que se encontraban en zonas exclusivas para turistas y personal extranjero donde pueden ir vestidas como quieran.
Lo que algunos muy equivocadamente consideran una gracia real del régimen saudí esconde tan solo una de las condiciones sine qua non que la FIDE puso para llevar el torneo a Riad. Tras la polémica del torneo femenino en Irán por el uso obligatorio del hiyab y el gran revuelo formado, no se quería repetir la experiencia de nuevo.
Por otra parte, el príncipe heredero Mohamed Bin Salman quiere así, tras la purga interior, dar imagen de modernidad y hacer como sus antagonistas cataríes, la diplomacia del deporte. A esto se añade que la máxima autoridad religiosa del país, Abdul Aziz bin Abdullah al ash-Sheikh, hacia tan solo dos años había definido el ajedrez como “obra de Satanás”. Desde la creación del reino, la familia real saudí ha contado con su consejo.
Se trataba de un tema político. La apertura significa que el régimen, con el nuevo príncipe al mando, quiere iniciar reformas, tímidas eso sí, manteniendo en un discreto segundo plano según qué ortodoxas consideraciones religiosas. Se trata de usar el ajedrez para mejorar su imagen internacional.
Carlsen campeón con críticas y reacción tardía
Lo deportivo se resume en un reverdecer de laureles del indio Viswanathan Anand, ganador del campeonato mundial de rápidas y tercer puesto en el blitz. El llamado ‘niño del rayo’ o ‘Tigre de Mandrás’ demostró que, con 48 años, el que tuvo, retuvo. Hay que recordar que fue campeón mundial de 2007 a 2013, siendo apeado del campeonato mundial absoluto por el noruego Magnus Carlsen.
Precisamente Carlsen, campeón del campeonato blitz, por delante del que fuera su rival el año pasado al campeonato absoluto, el ruso de origen ucraniano Sergei Karjakin y puesto octavo en el de rápidas, ha sido el escudo del que se han valido los organizadores y el régimen wahabí para defender la celebración del torneo.
Como ya se publicara, tras las primeras críticas iniciales por ir a Riad, éstas aumentaron durante el propio campeonato y, lo que es más significativo, en su propio país de origen, Noruega, que presume y hace gala de espejo en la defensa de derechos humanos, políticas de igualdad de la mujer y defensa de las minorías. Entre otras cosas han escrito que el actual campeón mundial “solo ve el tablero y debería ver lo que pasa a su alrededor”. El citado presidente de la ACP, Emil Sutovsky señaló: “estoy un poco decepcionado con él y muchos comparten este sentimiento, incluyendo seguidores noruegos. El mundo del ajedrez carece de solidaridad”.
Por otra parte, bueno sería que el mal llamado ‘Mozart del ajedrez’ intentara cambiar de portavoz, si inicialmente su ex entrenador Simen Agdestein justificó su presencia con el principio “es difícil decir qué está bien y qué está mal” (viene a la mente una frase de la mítica película Casablanca, “no combata el mal y morirá el mundo”), ahora su hermano y portavoz del ajedrecista, Espen Agdestein, volvió a justificarlo ahora con la frase “el deporte debe ser apolítico”, algo que, visto lo ocurrido, suena a chiste.
Otro dato a aportar es que la propia hermana de Carlsen criticó a primeros de año la celebración del campeonato femenino de ajedrez en Irán, donde era obligatorio el uso del hiyab para las ajedrecistas participantes.
Sin duda, como consecuencia de las críticas citadas, finalmente Carlsen reaccionó el jueves 31 de diciembre tras haber quedado bastante en evidencia con el mediático gesto de renuncia a renovar sus títulos de campeona rápida y blitz de la actual subcampeona mundial femenina, la ucraniana Anna Muzychuk. En declaraciones a medios noruegos, el campeón mundial cree que la experiencia saudí “no debía repetirse a menos que se permita participar a todos”.
Habría que recordar que Anna Muzychuk ya había anunciado públicamente en noviembre su ausencia, pero ahora fue portada en todos los medios de comunicación internacionales. Hay que alabar lo que ha dicho de estar “preparada tanto para los halagos como para las críticas”, algo que muchos ajedrecistas profesionales, de ambos sexos, no siempre admiten. “Estoy lista para defender mis principios” dijo desde su ciudad natal de Lviv, mostrando “su sentimiento amargo” negándose a ser “una criatura secundaria”. Ha recibido más de 125 000 me gusta en su Facebook tras el segundo anuncio de su renuncia, hecho público el 23 de diciembre.
En esta ocasión actuó con coherencia, ya que antes participó y quedó subcampeona en el campeonato mundial celebrado en febrero en Teherán donde debió lucir el hiyab mientras jugaba. Precisamente esa participación es la que le hizo tomar conciencia, “fue una experiencia difícil, tuve que usar el hiyab casi un mes”.
Por otra parte, es curioso que muchos defienden ahora el gesto, pero olvidan que muchas de sus compañeras – entre ellas su propia hermana, Mariya, una de las nueve boicoteadoras de las 64 mejores del ranking– se negaron a ir a Teherán por el uso del hiyab y que, en consecuencia, tampoco acudieron a Riad. Entonces, hubo incluso una campaña de firmas en la plataforma change.org que recogió 17 500 firmas contra la FIDE y su imposición de ir a Teherán. Como escribe ahora Anna Muzychuk, “lo más molesto es que a casi nadie le importa”.
En este sentido hay que añadir otros datos que, curiosamente, no se han destacado. En España, y como se publicó, una de las que anunciaron su ausencia es la jugadora española, de origen georgiano Ana Matnadze, a la que se unió la actual campeona, Sabrina Vega. Recordemos que han sido más de 150 ajedrecistas de ambos sexos que podían acudir y no participaron, entre ellos, por ejemplo, los mejores jugadores estadounidenses, junto a representantes de muchos países que no acudieron, como Argentina, al igual que otros muchos de América Latina.
Otro apunte español, aprovechando la repercusión mediática: el ayuntamiento valenciano de Paterna, a cuyo club pertenece Mariya, mostró su solidaridad con ambas hermanas. Habría que preguntarse por qué no lo hizo en febrero y que explique –si las conoce– las diferencias entre Irán y Arabia Saudí. En resumen, bajo nivel y oportunismo político.
No son los únicos en pescar en el río revuelto de la política internacional. Medios de extrema derecha, aprovechando la coyuntura, además de elogiar a Anna y calificarla de heroína, aprovechan para hacer un rancio discurso islamófobo. Una consecuencia más de la nefasta política de la FIDE.
Por otro lado, se echa de menos el análisis de las grandes diferencias económicas de los premios finales entre hombres y mujeres. Así, entre los hombres, el primer premio fue de 250 000 dólares, el segundo de 150 000 y el tercero 75 000, mientras que en la parte femenina, los premios fueron 80 000, 40 000 y 25 000 respectivamente, en su conjunto menos que el segundo premio masculino.
Es decir, si se permite un argumento simplista, un hombre vale lo que tres mujeres, algo sin duda, acorde con el lugar de celebración, Arabia Saudí.
Por cierto, este hecho viene a demostrar la gran hipocresía existente en el ajedrez profesional. Por citar otro ejemplo, el británico Nigel Short opinaba sobre el campeonato femenino en Irán en una red social que permitirlo “es burlarse de los estatutos de la FIDE, que no permiten la discriminación por sexo o religión” y abogaba por el boicot. Curiosamente antes, en abril de 2015, en la revista ‘New in chess’ afirmaba que las mujeres “no estaban preparadas para este juego mental, rechazo a las mujeres ajedrecistas”.
Posteriormente en enero de 2016 se permitió criticar al gran muftí saudí, que prohibía el ajedrez, pero eso sí, ha sido de los primeros en apuntarse a ir a Riad, aunque no oculta los motivos: “los grandes premios en metálico”, a eso se llama pensar con la cartera. La hipocresía no es solo patrimonio de los dirigentes de FIDE, también de muchos jugadores. Sensu contrario, la gran maestra, seis veces campeona británica, Jovanka Houska no fue a Teherán ni a Riad, y la propia Federación Británica de Ajedrez criticó la elección de ambas sedes.
Otro reverso en positivo, el estadounidense Hikaru Nakamura dijo claramente y desde el inicio, que la elección era “horrible” y que no iría, al rechazar la política sobre derechos humanos y la mujer que mantiene la teocracia saudí. También en su día criticó públicamente al entonces candidato, y hoy presidente, Donald Trump, por su absoluto desconocimiento del ajedrez en su propio país.
Washington Post y New York Times
Dos apuntes de la prensa estadounidense. El diario estadounidense Washington Post publicó un editorial bajo el título ‘Permitir que Arabia Saudí organice un torneo de ajedrez fue un gran error’ del que reproduzco su último párrafo: “si una nación no puede dar la bienvenida a todos, no se le debe dar el honor de organizar un torneo mundial”.
Otro apunte. La gran maestra iraní, ahora estadounidense, Dorsa Derakhshani, quien fue amonestada por la federación de su entonces país de origen por no usar el hiyab, ha escrito una tribuna pública en otro importante diario, New York Times, apoyando la postura de las que no acudieron a Riad. “Con frecuencia países, organizaciones y personas que deben cumplir las reglas en el mundo del ajedrez hacen todo lo contrario” haciendo un guiño a cuando jugó en España en 2016 en el club Montcada, “viví en España y jugué bajo los auspicios de varios clubes europeos. Nunca me cubrí el pelo, ni comprometí mis principios” y remata, “excluir a personas en función de su origen étnico, religión o vestimenta es erróneo”.
En resumen, todo es política y de la mala, pero algunos ya se posicionan con esta polémica para acabar, por fin, con el mandato del actual presidente de la FIDE, el ruso Kirsan Ilyumzhinov, quien debería renovar su mandato en 2018, al igual que su mentor, Vladimir Putin. Habrá que esperar si se confirma por fin, su definitiva defenestración.
Nadie dude que si mañana la FIDE decide organizar un torneo en la Corea del Norte de Kim Jong Un, habrá quien lo defienda, bien sea por intereses económicos, políticos, publicitarios, personales o de cualquier otro tipo, y algunos ajedrecistas asistentes lo argumentarán, como ha sucedido ahora, con frases como “nos han tratado muy bien”, “nos daban de comer tras jugar”, “todos son muy amables con nosotros”, “la organización es muy eficaz”, “es un beneficio jugar en estos países”….
Un inciso con reflexión periodística. Antonio Pampliega, en su largo y angustioso secuestro reflejado en su libro ‘En la oscuridad’ –Editorial Península, quinta edición– cita que jugó al ajedrez con uno de sus carceleros, “algo tan simple como el ajedrez ha servido para unir a dos personas tan diferentes”.
Y es que, ahora mismo, mientras lee estas líneas en algún rincón del mundo, hay niños que descubren en una escuelita un tablero y el fantástico mundo que hay a su alrededor, y en otro lugar remoto, unos ancianos en el ocaso de su vida siguen moviendo trebejos, o vaya a saber dónde, hay un enfermo que en un hospital o tal vez en su casa, hace jaque mate a su oponente. Existe también un preso que en su celda mueve unas piezas. Todos ellos, sin saberlo, son los que salvan el ajedrez en el mundo, nunca los que jugaron en Riad.