La gente que amamos
Se ha muerto Antonio Piera. Me llega la mala, pésima noticia, envuelta en el eco lejano de alguien a quien no trato. A veces ocurren estas cosas: dos antagonistas tienen amigos/conocidos comunes.
Se ha muerto Antonio Piera, un chico guapísimo y muy seductor, un hombre atractivo que conservaba el aura, buen periodista, músico, letrista, escritor, militante antifranquista en la dictadura, militante anticapitalista en la democracia, y se ha muerto a consecuencia de una mierda de cáncer traidor: Me llamo Antonio Piera, tengo sesenta y tres (63) años de vida y lucha, me acaban de diagnosticar un tumor pulmonar en grado 4, escribía en su blog malablancayenbotella el 13 del nueve de 2013, demasiados treces para cosa buena. Se ha muerto en el frío invierno de un Sur que le había adoptado como propio; hasta le había contagiado un ligero acento para epatar a los amigos las pocas veces que se dejaba caer por este Madrid en que nos conocimos allá por… los hermosos primeros ’70, cuando las cosas estaban meridianamente claras, cuando el enemigo era el mismo para todos, cuando no nos podíamos permitir el lujo de dividirnos más porque entonces si que estábamos vencidos.
Sin duda, ha habido muchos Antonio Piera, y yo solo he conocido algunos. El mío ha sido siempre el compositor y músico de Las Madres del Cordero (junto a Antonio, Moncho, Luis, Jerónimo, Arturo…), el participante, responsable en lo que le corresponde también, de aquel exitazo de taquilla, público, “grises” y distintos gobiernos civiles que fue Castañuela ’70, el mejor espectáculo del casticismo rebelde en la Villa y Corte (y la mejor de todas “A beneficio de los huérfanos”). Entonces y después periodista, escritor, prohibido, detenido y, al igual que sus desvergonzados colegas en eso del arte escénico, “genial, divertido, alternativo y, a la vez, eficazmente revolucionario” ( Fernando González Lucini, blog).
Para la historia, al festejo de su boda con Lola (a la que habían detenido en una manifestación con una bandera republicana enrollada debajo de las bragas) en aquellos mismos ’70, asistieron unos cuantos componentes del Teatro Negro de Praga, también clandestinos, prohibidos y varias veces detenidos en la Checoslovaquia anterior a la Primavera, entre los que encontré a una antigua amiga del Preuniversitario en un Ceu cuajado de príncipes sin trono y retoños de diplomáticos repartidos por el mundo.
Se ha muero Antonio Piera, como siempre adelantado. Mucho antes de lo que le correspondía, abriéndonos esa puerta sobre que hasta ahora hacíamos fuerza en grupo. Nada será lo mismo. Nosotros, y nuestra memoria, tampoco.
(*) Esto era España, señores, es el título de un libro agotado, publicado en la primeros años del siglo XXI y firmado por Las madres del cordero, en el que cuentan su experiencia de entonces
Desolado. No estoy ni para tópicos…
¡Que mala noticia!. Y que entrañable y certero artículo sobre Piera. Algo muere en muchos de nosotros, de los de esa quinta y época, con su marcha.