Filólogo y editor, escritor, miembro de la RAE desde el día 30 de noviembre, Carlos García Gual, nacido en 1943, admite que le habría gustado titular Diccionario de figuras míticas a esta edición especial 20 aniversario revisada y ampliada de su Diccionario de mitos, pero ha preferido mantener su denominación original. Y es que si uno ha escrito un clásico sobre los clásicos, mejor es no modificar aquello que más lo identifica: su nombre.
Perteneciente en su origen, allá por el año 1997, a la colección Diccionarios de Autor, publicada por Planeta a finales de los 90, el Diccionario de mitos de García Gual no tiene parangón en las librerías ni en las bibliotecas hispanas. Y eso ya es decir mucho más de lo que se puede decir de la inmensa mayoría de los libros que ven la luz en este mundo inundado de libros innecesarios cuando no sencillamente pésimos. Menos mal que sigue habiendo cientos de ellos año tras año que le dan al libro esa auténtica categoría suya de producto cultural sublime que muchos creen ver en todos ellos por el mero hecho de su mera existencia libresca.
Los personajes que pueblan el libro recién editado por Turner están en él porque, como dice García Gual, tienen “un perdurable encanto” y “conservan una extraña y perpetua juventud” que no se deja “arrugar por el paso del tiempo”, poseen, sí, “un aire fabuloso y fresco”.
Pero creo que conviene dejar claro de antemano qué es un mito, qué entiende el autor por mito y qué entienden por tal quienes más saben sobre los mitos, tal y como aprendemos al leer el cultísimo diccionario de autor del que te estoy contando sus bondades.
Cesare Pavese escribió una definición hermosa:
“Un mito es siempre simbólico; por eso no tiene nunca un significado unívoco, alegórico, sino que vive una vida encapsulada que, según el lugar y el humor que lo rodea, puede estallar en las más diversas y múltiples florescencias.”
Florescencias. Este relato que es siempre el mito, y nos quedamos ahora con la definición de García Gual”, “es un relato tradicional que refiere la actuación memorable y paradigmática de unas figuras extraordinarias —héroes y dioses— en un tiempo prestigioso y esencial”.
Prestigioso y esencial. Por su parte, el pensador alemán Hans Blumenberg también nos quiso explicar lo que para un sabio es finalmente un mito:
“La constancia icónica es el elemento más característico en la descripción de los mitos.”
Para Blumenberg, un mito es una historia que vuelve a ser contada, peor una historia que no puede fecharse ni ser hallada en una crónica, una historia “que compensa esta falta con el hecho de ser por sí misma significativa”.
Florescencias. Prestigioso y esencial. Constancia icónica significativa. Todo ello brilla en las entradas elegidas por García Gual en su diccionario, donde deambulan, entre muchos otros, Adán, Amazonas, Antígona, Arturo, Carmen, Cupido, Dante, Don Juan, Don Quijote, Edipo, Eros, Frankenstein, Ícaro, Job, Lanzarote, Medea, Merlín el Mago, Moisés, Reyes Magos, Robinson, Rómulo, Satanás, Sherlock Holmes, Tarzán, Teseo, Tristán e Isolda, Ulises, Zeus… Algunos de ellos recién llegados en 2017 al elenco de hace dos décadas.
Recomiendo la lectura a capricho, a salto de mata, como la estoy haciendo yo, que todavía tengo lectura y consulta guardada por si vuelvo a necesitar de los mitos frente a la docta razón, tan poco útil en estos tiempos de zozobra. Consulta y lectura, porque este libro es un libro para consultar, un libro de consulta, que se puede leer como un simple libro de lectura convencional.
Para finalizar, he pensado que lo mejor para dar una idea de la calidad literaria de una obra metaliteraria como este diccionario nada mitómano de mitos, de una obra supraliteraria, tan literaria, lo mejor es mostrar un ejemplo, reproducir unas líneas del libro del señor académico Carlos García Gual, líneas de la entrada dedicada a Atenea:
“La radiante lluvia de oro y el alarido dorio de la diosa con el que Atenea, acorazada y eruptiva, surge enhiesta desde la cabeza del olímpico padre, animan con impresión vivaz la escena.”
