Duras críticas caen sobre el Banco Europeo de Inversiones (BEI), la mayor institución de este tipo del mundo, por financiar proyectos de combustibles fósiles y tener estándares laxos a la hora de otorgar préstamos a plantas de carbón, informa Ida Karlsson (IPS) desde Bruselas.
El BEI ahora intenta promover la energía limpia, pero los proyectos con combustibles fósiles siguen constituyendo una gran parte de su portafolio de inversiones. El sector energético es al que a que el banco destina más créditos, después del transporte.
La comisaria europea de Acción por el Clima, Connie Hedegaard, exhortó al BEI a que adopte un papel de liderazgo en la eliminación del apoyo público a los combustibles fósiles, cuya quema contribuye al efecto invernadero.
Como banco público, las operaciones financieras del BEI cuentan con la garantía del dinero de los contribuyentes de la Unión Europea (UE).
El BEI tiene en marcha proyectos de inversión en unos 160 países ajenos al bloque, y cuenta con mayor capacidad de préstamo que el propio Banco Mundial: 52.000 millones de euros (68.000 millones de dólares) en 2012 contra 52.200 millones de dólares de la entidad nacida de los acuerdos de Bretton Woods.
Los activos totales del BEI en 2012 alcanzaron los 508.000 millones de euros (663.000 millones de dólares), convirtiéndolo en el mayor organismo financiero multilateral.
El anuncio hecho a fines de junio por la institución de que revisaría su política de préstamos al sector energético despertó críticas de ambientalistas.
La nueva política que evalúa el banco hace más estrictas las condiciones de crédito para todo tipo de proyectos con combustibles fósiles, pero las exigencias sobre emisiones de las plantas de carbón son más débiles comparadas con las actualmente discutidas en Estados Unidos y las ya vigentes en Canadá.
Los ambientalistas alertan que la continua financiación dada por el banco a proyectos de combustibles de origen fósil no es combatible con la estrategia de la UE para tener una economía con bajas emisiones de carbono.
Activistas advierten que la nueva política habilitaría créditos para cualquier forma de producción energética, más allá de su impacto ambiental, con tal de que los proyectos contribuyan a asegurar el suministro, promuevan el desarrollo económico y ayuden a aliviar la pobreza.
El banco gasta miles de millones de euros todos los años en proyectos de energía con gran impacto sobre el clima.
En el periodo 2009-2010, los préstamos que destinó el banco a los combustibles fósiles representaron más de una cuarta parte de todos los reservados a proyectos energéticos, según las propias cifras de la institución.
En 2010, el BEI destinó 18.000 millones de euros (23.500 millones de dólares) al sector energético.
«El BEI es una institución de crédito de larga historia, y da dinero donde más se necesita», subrayó su presidente, Werner Hower, en una reunión en Bruselas la semana pasada.
Pero la organización CEE Bankwatch y el grupo Counter Balance, coalición europea de organizaciones de ambiente y desarrollo, criticaron duramente las prioridades del BEI e instaron a la institución a mejorar su cartera de préstamos en el sector energético.
Berber Verpoest, coordinador de campañas de Counter Balance, señaló que el BEI invirtió 190 millones de euros (248 millones de dólares) en una nueva fábrica de la empresa transnacional estadounidense Ford en Turquía el año pasado, después de que la compañía anunciara el cierre de sitios de producción en Bélgica y Gran Bretaña; y otorgó un préstamo de 500 millones de euros (653 millones de dólares) al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, en 2011.
«El Préstamo Marco para el Cambio Climático en Brasil ilustra el (manejo) absurdo y la falta de un claro criterio de selección que tiene el BEI», dijo a IPS.
Por su parte, Counter Balance criticó que dinero europeo que se supone debe ser destinado a proyectos contra el cambio climático terminen en el BNDES, institución cuestionada por organizaciones de la sociedad civil, como la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, por el impacto ecológico de alguna de sus operaciones.
El propio Hower dijo en Bruselas la semana pasada que las inversiones del banco podían y debían ser revisadas.
«Ahora estamos elaborando nuestras nuevas políticas energéticas, un tema sumamente delicado. Pero lo estamos haciendo a través de un diálogo y de un proceso abierto con las organizaciones de la sociedad civil», indicó.
«Antes de que la junta de directores aborde este asunto a fines de julio, pondremos en marcha un mecanismo de diálogo de cuatro semanas con la sociedad civil. El BEI necesita el escrutinio y la supervisión pública, y es importante que las organizaciones no gubernamentales sigan de cerca lo que estamos haciendo», añadió.
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