El servicio religioso que se ha celebrado hoy en Boston en la Primera Iglesia Luterana no fue una ‘misa’, según de modo impropio se dijo en informativos de las cadenas de televisión.
La celebración religiosa In Memoriam de las víctimas del reciente atentado en el Maratón de Boston celebrada en la iglesia luterana de la capital de Massachussetts se ha desarrollado no en el transcurso de una ‘misa’, sino de un ‘culto’ –worship en inglés–, ‘servicio’ –Gottesdienst en alemán–, ‘celebración’ o, en este caso, simplemente ‘culto’ en español.
La “misa”, siempre católica u ortodoxa, pero no protestante o evangélica, consiste en la repetición “real” de la muerte de Jesucristo en la celebración ritual oficiada por el sacerdote, incluyendo la “transubstanciación” real del pan –la hostia– y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús.
En el ámbito de las iglesias protestantes, las celebraciones comunitarias, bien las dominicales de celebración de la Palabra, o, en esta caso, las extraordinarias de cualquier tipo de acción de gracias, ya sea por una pareja que se casa o, en este caso, en memoria de las víctimas de un atentado, son simplemente cultos, en ningún caso ‘misa’.
En el culto no se ‘reproduce’ el sacrificio de Cristo en la cruz, sino que se rememora en acción de gracias, bien con la celebración comunitaria de la Palabra en el culto dominical o, en este caso, con la encomendación a Dios de la memoria de las víctimas en el recuerdo de los vivos.
Los protestantes no van a ‘misa’, sino al culto (PES, 14 de mayo de 2009)
Culto, servicio o celebración, no “misa” protestante o anglicana (PES, 29 de abril de 2011, a propósito de la boda de Guillermo de Inglaterra y Kate)
Muy buena explicación que la acuño, misa y culto no son lo mismo, como no es lo mismo el catolicismo apostólico romano que el luteranismo (inscrito en el protestantismo). Eso sí que, en el rango de las respectivas religiones, en lo personal no creo que una cosa sea más simple o menos que la otra (misa o culto), se equiparan; tal como también ambas instancias, a un no creyente o a un ateo le son igualmente indiferentes en su dimensión propia.