Esta película, que yo vi inicialmente en mayo de 2014 con el título The Congress, dirigida por el israelí Ari Foldman (Vals con Bashir) es la adaptación de la novela The Futurological Congress, de Stanislaw Lem en un drama de ciencia ficción protagonizado por Robin Wright (House of Cards), Harvey Keitel (Moonrise Kingdom), John Hamm (Mas Men) y Paul Gianatti (Cosmópolis).
Tres meses después llega a las pantallas españolas con el título traducido. Ese es el motivo de rescatar esta reseña.
Unos estudios de cine proponen a la actriz Robin Wright –tan espléndida en su primera madurez como cuando enamoró a medio planeta en La princesa prometida– escanear su cuerpo para poder crear un alias virtual. Después de varias dudas razonables, finalmente acepta.
La falta de trabajo le obliga a firmar un contrato que, a todas luces, es un pacto con el diablo, comprometiéndose a desaparecer y dejar que sea su alias digital quien continúe la carrera profesional… Pasan veinte años, y esos mismos estudios invitan a la actriz a un congreso en el que se entera de que ahora ya es posible crear películas virtuales a demanda de los espectadores y de que ella se ha convertido en un dibujo animado.
Según el realizador, la futurología “es la perfecta definición de la vida diaria. Las religiones nos prometen una vida futura pero, como no estamos seguros de nada, esa idea se convierte en una obsesión. Lem describe una utopía de pesadilla en la que el héroe se rebela…”.
La película no consigue enganchar pese a que en el fondo plantea una crítica acerba contra la despiadada industria cinematográfica (¿hasta donde piensa llegar?, ¿qué nos espera en las pantallas del futuro?,) y pese al valor demostrado por la actriz Robin Wright, al interpretarse a sí misma en la situación de quien ve como merman sus ofertas de trabajo a medida que los años van dejando huellas en su rostro y su cuerpo. La mezcla de imagen real y animación, de melodrama y sátira, desconcierta; el enfrentamiento entre un mundo que se acaba y la nueva era dominada por los ordenadores, es bastante simplista, confuso y no tan divertido como pudiera parecer.