El techo de la deuda

Nuestro idioma de cada día

Bueno, si las deudas tienen «TECHO», poco faltará para que tengan paredes y pisos. Así nos transliteran los presentadores de noticias el concepto de ceiling, cuyo equivalente en nuestro idioma es «límite» o en todo caso «límite máximo».

Emilio Bernal-Labrada

A mayor abundamiento, afirman que «es un tema que será prioridad» —en vez de PRIORITARIO— en el combate político entre los partidos. Por cierto que nuestros diligentes amigos acostumbran llamar «bipartidarias» o «bipartidistas» a las soluciones transaccionales (no «de compromiso», falsa versión de compromise, en que las partes transigen).

No procede el adjetivo «bipartidista/bipartidario», puesto que los acuerdos entre dos partes se llaman «bipartitos», y entre tres, «tripartitos». En cambio, son «bipartidarias» las actividades en que PARTICIPAN dos partidos o las metas que ambos propugnan, sin que tengan necesariamente que ponerse de común acuerdo.

Con todo respeto a nuestros amigos los locutores, que rectifiquen es bastante insólito cuando no inaudito, pues siguen errando como si nada, año tras año (¿no cuentan con material de referencia?). Eso sí, suelen fustigar a los demás cuando no se esfuerzan por «evitar cometer errores», lo que suena sospechosamente a la común redundancia anglo «avoid making mistakes».  Creo que en español lo normal es simplemente «evitar errores» o si acaso «no equivocarse».

Lo que nos deja fríos y a veces con escalofríos por la falta de respeto a la pobre lengua de Cervantes. Por ejemplo, nos dicen que «se esperan nieve y congeladas temperaturas». Creo que no, que lo que se congela no es la temperatura sino los dedos, orejas y otras protuberancias corpóreas. Además, las cosas malas o desagradables nadie las «espera» —es lo contrario: SE ESPERA QUE NO ocurran—. Para lo indeseable se emplean palabras como «pronóstico», «previsión», «posibilidad» o «probabilidad». Pero llegan al extremo de decirnos que «se esperan más víctimas», lo que es bastante cruel. O si no, que «se espera que los daños sean cuantiosos». En este caso esa «esperanza» debe trocarse por «cálculo» o «estimación».

Si todo esto fuera pasible de castigo judicial —si hubiera leyes contra el abuso al idioma— habría sentencias incalculables. Pero no, tales castigos nunca llegarían a lo que los locutores afirman que sería «vida en la cárcel» (life in prison), siendo que es al revés: tal sentencia equivale a «morir en la cárcel» (permanecer encarcelado hasta morir) o, mejor, a «cadena perpetua».

Pero la traducción o transliteración de noticias nos plantea otras sorpresas. Por ejemplo, que los muertos sean enterrados en su propio hogar: o sea la residencia convertida en cementerio. No puede interpretarse de otra manera que, luego de haberse recuperado el cadáver accidentado de una estrella del escenario musical, nos digan que «sus restos ahora descansarán en casa». Es desatinada interpretación de will now rest at home, cuyo sentido viene a ser «en su pueblo natal» o «en su comarca».  Es igualmente improcedente que los equipos deportivos jueguen «en casa» (tendría que ser una gigantesca mansión para darles cabida), ignorándose la expresión correcta: «en su terreno», «en su estadio» o «en sus predios».  En todo caso el home team no es el «equipo de casa», sino el «anfitrión».

Si fuéramos a seguirle la corriente a tales atentados al idioma diríamos que hace falta «tomar acción» contra semejantes desafueros, en lugar de simplemente «actuar», «limitar» o «contrarrestarlos».

Sin embargo, ESPERAMOS que así no sea, pues no hay TECHO ni CASA que  resistan semejantes lluvia de destrozos.

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